Capítulo III

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—No sabes lo que daría por haberlo visto— dijo Annie sin reprimir su estruendosa risa, estábamos en el cambio de clase.

Creo que el gran susto fue porque pensaron que solo estaba usando bragas. Cosa que no fue así, ya que siempre usaba short cuando me ponía un vestido.

¿Estuvo bien que me había levantando el vestido frente a Dios y quien sabe cuantos en la cancha? No, pero no me arrepiento. Terminé quedándome en casa 2 semanas debido a mi suspensión.

Mi mamá se tomó un sábado libre y decidió arreglar la casa, Helena, queriendo ayudar, hizo que un estante cayera encima de su brazo. Mi brazo quedó enyesado.

Annie siempre me traía los apuntes al final del día para actualizarme. Era demasiado.

—De acuerdo, tienes que recuperarte. Todavía estamos en el segundo mes del año, todo estará bajo control.

Sí, segundo mes del año.
Habíamos comenzado las clases el 20 de febrero, quitando las 4 semanas que estuve en casa. No lograré ponerme al corriente a tiempo.

—¿Algo nuevo a pasado?—le pregunté.

—Nada de nada, he pasado la mayoría del tiempo en la biblioteca, extraño tu compañía— dijo melancólica, y después le di una palmada a mi cama indicando que tomara asiento junto a mí.

Tomé los cuadernos con la otra mano y observé pasando hoja por hoja todos los temas que además de copiar, tendría que estudiar.Gruñendo observé a Annie.

—Annie, ¿todo esto vieron hoy?, no creo lograr pasar todo antes del jueves— le dije triste.

—No te preocupes, estoy segura que los profesores sentirán pena por ti y te dejarán entregarlos después.—Dijo ella, para después mostrarme una de sus sonrisas.
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El jueves me presenté a la escuela con el brazo vendado, en estos momentos mi brazo se encontraba descansando sobre la mesa, mientras intentaba prestar atención a la clase de matemáticas. Traté de mantener la calma justo cuando observé como el profesor borraba el pizarrón por quinta vez. ¿Qué a caso todos los profesores de matemáticas eran así?. Ya casi terminaba la hora, y en ningún momento el profesor se percató de mi lesión, pidió ver los cuadernos para calificar, pero afortunadamente fui salvada por el cambio de clase.

En el período de biología e historia, los profesores entendieron mi situación, pero querían las actividades en las que me había rezagado antes del lunes.

Mañana sería viernes y por fin podría quitarme estos vendajes del brazo, el lunes por supuesto estaría mejor. Volviéndome hacia mi amiga, que estaba sentada detrás de mí, sacudí la cabeza, riendo, mientras descansaba mi brazo sobre su escritorio.

—Nadie sintió pena por mí hoy, tengo que entregar todo para el lunes, y en cada clase me siento como una estatua—dejé escapar un suspiro y me volví a mi lugar, viendo como la profesora de Árabe entraba al salón.

Caminaba en dirección a su escritorio segura de ella misma, colocó su bolsa sobre el escritorio y sacó un libro, comenzó la clase anotando una serie ejercicios en el pizarrón, indicando que empezáramos a anotar y después ella dejaría unos para resolver.

Con la cabeza apoyada en mi mano, observé a mi derecha el pasillo de la escuela que se encontraba en total silencio, sin estudiantes fuera, solo esperaba que por fin terminara la clase, lo único que quería hacer era ir a casa y dormir. Estaba tan sumida en mis pensamientos que no me percaté de la figura que se encontraba parada a mi lado.

Ojalá hubiera podido sonreírle, pero me detuve ante la idea. El día del vestido me hubiera encantado ver su reacción.

—Señorita, ¿puede prestarme su cuaderno?—al escuchar su voz, volteé para encontrarme con la maestra mirándome fijamente.
Le di mi cuaderno, y ella se acercó a su escritorio y se sentó, comenzando a escribir en el. Lo único que hice fue voltear para mirar a mi amiga y encogerme de hombros, mirando de nuevo hacia delante observé como la profesora aún seguía escribiendo en mi cuaderno.
Después de unos minutos, veo a la profesora Zulema acercándose con mi cuaderno, colocándolo sobre mi mesa, veo que me ha dado algunos ejercicios, y junto con una nota que decía: "Mejórate pronto".

—Gracias— le dije en voz baja.

—No hay de que—dijo dándome una débil sonrisa, para después comenzar a caminar entre las filas y preguntar si alguien tenía alguna duda.

Suspiré en silencio, mirando el papel morado dado por ella.La profesora Zahir me llamaba mucho la atención, inclusive su caligrafía es hermosa.

Igual que ella.

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...

Bueno, las clases habían comenzado hace unos meses. Durante esas largas semanas marcadas por seis horas de clase, muchas cosas nuevas y diferentes me sucedieron. No solo con las notas, que están mejorando gradualmente, sino que hay algo más que ha ganado protagonismo entre ellas.

En esos momentos me encontraba con mi amiga, Annie, esperando por nuestra siguiente clase. Después de que la campana sonara, indicando la señal para regresar al aula, todos entramos, esperando que el profesor de matemáticas se presentara, cosa que no fue así. Toda la clase ya estaba pensando en irse, librarnos e irnos a casa temprano, incluso ya estaban guardando sus cosas, hasta que entra una mujer pelirroja.

—¿Por qué está ella aquí?
Nos toca matemáticas, no árabe— escuché como un compañero decía a su amigo.

—El maestro no pudo asistir, así que recogan sus cosas. Iremos al patio— dijo la profesora Zahir, para después desaparecer rápidamente por el umbral de la puerta.

Escuchando atentamente aquellas palabras, me dirigí hacia el patio lentamente, no quería llegar primero y quedar a solas con ella.Su presencia me intimidaba un poco. Así que cuando llegué al patio, la mayoría ya se encontraban ahí.

—Todos tomen asiento, mientras disfrutan de la brisa y este hermoso paisaje, resolverán unos ejercicios que el profesor me dio antes de ausentarse— dijo la mujer poniendo unos mechones de cabello rojizo detrás de su oreja, una vez que todos estamos sentados, entregó las respectivas hojas, explicando lo que se tenía que hacer.

Cuando terminé de escuchar su explicación, respiré hondo, y me apoyé en la espalda de uno de mis amigos. Comencé a escribir en el papel lo que Zahir había pedido, consultando mi cuaderno para no pasar por desapercibido nada. Sintiéndome segura, levanté la cabeza después de terminar el último ejercicio y noté que estaba siendo observada.

La pelirroja, con esa mirada profunda, parecía que me estaba estudiando cuidadosamente, y no era la primera vez. Cuando eso pasó, mordí débilmente mi labio, después volví a centrar mi atención en la hoja de los ejercicios, faltaba poner mi nombre. Una vez puesto, me dirigí hacía ella.

—Ven aquí, Vieira.—
Ella susurró, inclinándose hacia adelante,mostrándome un error que había cometido. —Deberías checar el ejercicio 3, estás equivocada en el resultado final, ve a checarlo con más atención— dijo y automáticamente mi única respuesta fue asentir, así que me dirigí de nuevo a mi lugar para analizar el ejercicio, mientras sentía su mirada en mí.

Oh, my teacher. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora