VI-Solo somos reflejos

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—No sé qué trama señorita, pero los empleados que se encuentran trabajando para esta gala así como todos los que realizan alguna labor, entretenimiento y demás, fueron seleccionados hace exactamente 6 meses, practicando 8 horas cada día.—mencionó el otro uniformado que la observaba minuciosamente—¿Acaso no sabe toda la gente importante, a diferencia de usted, que hoy se presentarán aquí?

Alaya miraba cómo su boca se movía lentamente, entre muecas y gestos de aversión, como si le hablara al gusano más horrendo de la tierra, aborrecible y sucio.

El mismo hombre dio un paso adelante y después se quedó tieso, como los muertos—Le pido con anterioridad que se retire, no procure que tomemos medidas.—le ordenó en un tono amenazante y un aspecto que buscaba transmitir lo mismo.

Su boca se abrió, no pudo hablar, no pudo decir nada por un minuto completo, estaba frenética.
Los nervios no ayudaron, trató de controlar las piernas pero fue imposible detenerlo en sus manos, buscó el inhalador en su mochila, aspiró lo más parecido a un aliento de vida que podía conocer. Le devolvió la tranquilidad y la estabilidad a su cuerpo, le devolvió las palabras, sabía lo que tenía que decir.

—No, no estoy tramando nada señor, es cierto lo que digo—habló con verdad y firmeza, con la mano en el pecho, al final, todos tienen un corazón, si les explicaba, ellos podrían entenderla.— estoy al tanto de que no estaba enterada de las condiciones pero en serio necesito este empleo, por favor, necesito que una persona de esas importantes que usted menciona esté dispuesto a ayudarme con...

El guardia no esperó que concluya y le gritó:
—¡Eso es! Trata usted de infiltrarse para aprovecharse de alguno de los invitados.—fue sobre ella a toda a toda prisa y el otro le siguió de lado, forzaron sus manos y la retuvieron a su espalda.

Fue tan repentino que siquiera lo vio venir, en un segundo esos dos hombres estaban encima de ella, a punto de obligarla a arrodillarse y colocarle unas esposas. No podía entenderlo, no podía entender cómo pasó, en qué momento.
Las lágrimas se deslizaron en sus mejillas ¡Pero no quería llorar! No quería darles a entender que se sentía acorralada por ser descubierta, o remordida, pero sus garras dolían, apretaban con intención para hacerla doblegarse, uno sujetó su cabello y lo empuñó como un trapo, arrojó su cabeza para atrás con fuerza, casi lo dislocó por el tirón.
—¡No es cierto!—gritó con el dolor.— ¡Suéltenme! ¡Suéltenme!—de nada servía resistirse, ellos eran mucho más grandes, bruscos y fuertes, podían lanzarla al piso con facilidad, en cambio querían hacerla rendirse, que dejara de luchar, pero ella no estaba dispuesta, no se arrodillaría ante ellos.

—¿Qué pasa aquí?—exclamó Ortiz exaltada, quien desde los pasillos cercanos escuchó el desorden.

—Esta mujer trata de colgarse para perturbar a los invitados.—alegó uno de ellos.

—¡Ya les dije que no es cierto!—gritó con la voz rota.

-—¡Alto el alboroto!—vociferó Ortiz alzando las manos abiertas.

Los agentes dejaron de apretarla y ella de resistirse.

—Suéltenla—los guardias la soltaron—¿Qué tiene que decir en su defensa joven?—se acercó a la chica, la miró directo a los ojos, parpadeó en revuelo, su rostro se fue relajando despacio, como si hubiese descubierto un diamante entre carbón.

Alaya respiraba con agitación, acarició sus muñecas, pálidas por la falta de sangre circulando en el agarre, limpió aquellas lágrimas que salieron sin su consentimiento, luego elevó el rostro, sólida, como si nada le hubiese afectado, miró directamente a la señora, como ella lo hacía, y sin pelos ni tropiezos en la lengua soltó:

Jaden  {Bilogía El Príncipe de Dubái}Where stories live. Discover now