Cayó sobre el sofá—¡Mantenme por favor!

Amin suspiró—No lo hagas más difícil.

Bajaron del avión, después subieron a la limusina, pensamientos remotos cruzaban por sus mentes corrompidas mientras contemplaban el paisaje tropical y la blanca espuma en la playa por las ventanillas.

—Una cosa más señor—inquirió el escolta en tono de advertencia cuando ya estaban en el ascensor.—, solo el presidente Oscar Báez estará en la sala, no revele a nadie quien es, no lo comenté, ni siquiera mencione algo con lo que se puede relacionar.

—Creo que mi padre está exagerando... o tal vez hay algo más que no me ha contado.—dedujo, acariciándose la barbilla.

—Por favor limítese hacer lo que se le pide.— respondió, con su rostro sin expresión y mirando al frente.

—¡Genial! Ahora recibo órdenes del chofer.—exclamó, claramente indignado.

Luego de pasar a la sala, les recibieron como realeza a puertas cerradas.

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La hija del presidente, Gabriela, una niña caprichosa de piel pálida y pelo lacio castaño de corte por encima de los hombros. Sugería inyectarse los labios pues tenían un aspecto voluptuoso pero no natural, sus ojos eran marrones y sus curvas pronunciadas, no era demasiado alta aunque podría aparentarlo por su estilo de vestir en tacones y prendas escotadas.
Mimada, malcriada y escandalosa, esta señorita era todo un caso, amaba la atención y los medios, amaba sentirse deseada y por supuesto presumirlo.

Tal vez no era la más habilidosa, pero ciertamente tenía astucia y sabía muy bien manipular.

De la infancia de Gabriela no se sabía mucho, algunos medios rumoreaban que era adoptada, otros aseguraban que se trataba de alguna infidelidad por parte del presidente hacia su difunta esposa Génesis Báez. Lo que sí se sabía es que había una historia muy extraña alrededor de ellos, y que por años trataron de ocultar como un secreto de estado.

Estuvo esperando por horas y se moría por conocer la identidad de aquel príncipe sumamente rico de quien una vez escuchó mencionar.
Desde el momento en el que se enteró sobre su estadía en el país, básicamente se obsesionó, en el sentido literal, sus pensamientos se aferraban a delirios recurrentes de sexo apasionado, noches locas y desenfrenadas, pero sobre todo el día en el que colocara el anillo.
Siempre supo su lugar en el mundo, sabía que había nacido para resaltar, para ser una una princesa.
No obstante ni siquiera a ella se le permitió cruzar.
Estaba acompañada de Laura, esa chica que utilizaba más como asistente que como amiga.

La muy objetiva Laura, era esa clase de persona directa, no ocultaba decirle las cosas de frente a los demás, no importaba si le dolía, no importaba si le afectaba, en algo se parecían ambas, amaban recordarles su lugar a la gente, especialmente a aquellos menos privilegiados.

Era hija de un empresario con renombre en el país, así que desde pequeña entendió cuál era su posición, conoció a Gabriela cuando cursaba secundaría, era un escuela exclusiva, los chicos no se miraban entre sí, se fijaban en sus padres y sus posesiones, cuál era más rico, cuál era más poderoso, quién tenía más privilegios, a quién podrían que envidiar.
Su padre tenía dinero, pero no lo suficiente, muy por encima estaba Gabriela, y fue allí cuando comprendió verdaderamente a dónde pertenecía.
Que estaría bien, pero primero estaba ella.
Nunca sintió la necesidad de envidiarle, era demasiada tonta, era demasiada imprudente, en pocas palabras lo que la hacía especial no era ella, más bien su fortuna.

Jaden  {Bilogía El Príncipe de Dubái}जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें