Capítulo LVII: "500 segundos"

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-Anaël amaba a la encarnación de Niké como si fuera su propia hija- La voz de Niké se tiñó de tristeza. Las oscuras nubes llenaban el cielo como borrasca en el mar. –Y ella también, creyeron que estarían juntas para recibir a la propia encarnación de la Madre. Y esto, Shion... fue mi culpa.

-Dejé que creyeran en una ilusión, porque romper aquel espejismo sería demasiado doloroso, así que lo pospuse... por años hasta que el báculo murió y Anaël fue a verme a la Colina Estrella. Rogando por una explicación, pero en lugar de despejar sus dudas, pues sabía que el alma de mi querida y valerosa Patriarca era frágil como el cristal; lo que hice fue darle el relicario de Cronos, que no contenía otra cosa que el agua del Tiempo...- Niké estrechó sus delicados párpados fijando la mirada en el horizonte de aquella noche sin estrellas. –Ésta agua Shion, no es ni mágica, ni cósmica simplemente es pura, tanto que si algún mortal la bebe, ésta le consume... pero en cambio, cuando es bebida por un Dios, el agua le permite alcanzar la plenitud corporal.

La dama avanzó dejando atrás la estatua, fuera del tabernáculo había una densa bruma que pintaba la atmósfera usualmente cálida de la Villa Patriarcal, en una llena de incertidumbre y misterio, como si detrás de la niebla se escondiese un terrible secreto.

Shion la siguió más guardó silencio, no quería forzarla a continuar ahora que su dolor al evocar aquello era tan palpable como quemaduras de sol.

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-Advertí a Anaël que el báculo debía ser vuelto a la vida a cualquier costo y ella estuvo de acuerdo conmigo, pues en ausencia de la encarnación de la Madre... quien mantiene la barrera de su Santuario y vela por la Orden es el Patriarca, pero sólo con el respaldo intangible y casi ignorado del báculo.

Sin embargo, le dije que al ser el arma principal de la Madre, era también parte de su Armadura... y tú bien sabes querido Shion, como se revive una Armadura.

El papa se quedó de piedra, pues sabía muy bien lo que eso implicaba... la encarnación de la diosa alada debía dar su misma sangre.

-Ella se negó a escucharme y dijo que hallaría una manera diferente de traer al báculo a la vida... Pero al final, tuve que hacer lo que yo le indiqué: dar a beber el agua del relicario a mi encarnación de aquella época y esperar sus mandatos.

El patriarca frunció el ceño, no sabiendo como interpretar las palabras de Niké. Ella sonrió dulcemente y murmuró:

-Junto con la madurez corporal que otorga el agua, viene también el desarrollo mental. Por lo que mi encarnación, una niña entonces, se transformó en la diosa que debía ser, adquiriendo total capacidad de raciocinio, a lo que se añadía su perfecto conocimiento de causa y efecto sobre lo que debía hacer con el báculo...- Los ojos ovalados de la dama estaban a punto de rezumar agua.

-Fue una muchacha muy valiente, y llegó hasta las últimas consecuencias aunque naturalmente la tarea, que no era otra que el significado mismo de su existencia, reclamó su vida; pues el báculo la consumió por completo, tomando todo de ella.

Anaël nunca lo olvidó, y nunca me lo perdonó.

Desde ese día se ocupó en estudiar las encarnaciones de Niké, buscando una manera distinta de resucitar al báculo. Encontró y registró conocimiento invaluable que te he confiado en ése pergamino y muchos más de su autoría en la Cámara Blanca, pero he de advertirte que no hay ningún otro camino Shion... así es como es y la misma razón descansa en el "Llanto de la Madre", suceso en el que el báculo nació.

La primera Exclamación de Atena, Niké dando su sangre, el báculo muerto... eran demasiadas cosas para la mente de Shion, quien de súbito se sintió cansado y débil bajo el peso de su tarea como dirigente de las huestes de Atena. La diosa se acercó a él y gentilmente depositó su delicada mano sobre el brazo de Shion, quien se recuperó casi de inmediato, tal era el poder de la entrañable unión del antiguo Santo con la Hija y la esencia de la Madre que poseía.

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