Capítulø XXXIX: "Azím"

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Tan pronto el posadero les dio el agua, los niños volvieron raudos con las amazonas, sin saber por qué se sentían acechados por la torva mirada del hombre.

Mientras subían por las anchas y chirriantes escaleras, Saga que iba cargado la tinaja de agua se volvió a Aioros.

-"¿No sientes que el posadero actúa un poco extraño?"-

-"Sí, pero no sé hasta qué punto sea el modo de proceder turco como dijo Mirtha. Si bien es cierto que cuando se supone que estaba hablando con Oláy nos miraba a nosotros. Tal vez sólo padece estrabismo..."-

-"¿Tú crees que-? ¡Cuidado Shura!"- advirtió Saga, el aludido aferraba tres vasos con todas sus fuerzas, sosteniendo dos con los antebrazos y el tercero entre sus manos; el cual en aquel momento se le resbalaba como si fuese de mantequilla.

-"Trae, te ayudo"- Aioros le extendió la mano para que Shura le entregase uno, pero el chiquillo dignamente le dijo:

-"No quelo, yo pué cargal los tés"-

Aioros se encogió de hombros y siguieron subiendo

-"Como sea, por ahora sería mejor no separarnos. Aunque Talina nos mande varias cosas a la vez; las haremos los tres juntos... una por una"-

-"De acuerdo"- le respondió Saga con expresión pensativa.

Al llegar al pasillo de la planta superior, los niños se metieron en el cuarto derecho del fondo, en donde estaban las amazonas.

El balcón con flores rojas que se desparramaban hacia la calle estaba cerrado y las cortinas corridas hacían que la habitación tuviese una temperatura de infierno. Las guerreras estaban desperdigadas por las tres camas y sobre el frío azulejo del piso, procurando nivelar su temperatura. Talina usaba ambas manos a modo de abanico para enfriar su morena piel ardiente.

Al ver a los niños con el agua, estuvieron a punto de saltar de gusto. Eudoxia le quitó la tinaja a Saga y casi se la empina de no ser por la intervención de Mirtha que le conminó a usar uno de los vasos de cristal verde que Shura y Aioros habían dejado sobre uno de los muebles. Después de que Talina hubo saciado su sed dijo a Shura:

-"Ve y abre el balcón, pero deja el visillo de la cortina corrido"- el chiquillo le miró confundido –"Ayúdale Saga"- un niño guió al otro y le ilustró sobre lo que debía hacer; entretanto las guerreras tomaron algo más de agua.

Tendiéndose en un sillón color caquí a juego con los castillos de las paredes, la guerrera ordenó:

-"Aioros, lleva la tinaja y los vasos a la habitación de Oláy antes de que salgan y vuelve aquí en cuanto ellos se hayan marchado"-

El niño asintió y esperó a que Saga y Shura teminaran con las cortinas, los tres salieron del cuarto con rumbo al de los soldados, desde donde se podía oír un gran bullicio. Tan pronto como entraron, Saga recibió un soberbio almohadazo en la cara que le dejó aturdido por un momento, Aioros en seguida se dio cuenta de que habían entrado a un campo de guerra de almohadas donde los proyectiles semejantes a veloces gansos salvajes que volaban en todas direcciones, atinándole a los blancos más inesperados desde la cara del propio Oláy hasta una espantosa pintura abstracta colgada al lado de la puerta del baño.

-"Déjales aquí la tinaja y vámonos al pasillo antes de terminar heridos"- recomendó Aioros dejando los vasos en el suelo donde corrían menos peligro de quedar hechos pedazos, Shura siguió su ejemplo y Saga abandonó la tinaja de cerámica turca en un rincón de la habitación en guerra. Aunque él mismo y Aioros habían protagonizado varios encuentros de ése tipo en la cabaña de Dhenes, por esta ocasión dejó que la diversión corriera cual río sin presa ante sus ojos, no le apetecía para nada terminar con el cuello roto por algún bestial cojinazo.

Historia de OroWhere stories live. Discover now