Capítulo VIII: "Al ver, al creer y al volar"

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La consciencia de Shaka despertó... los ojos oscuros de largas pestañas le miraban con amor... como queriendo despedirse sin dejar de amar lo que se quedaba atrás...

El resplandor de los intensos rayos del sol palideció al lado de la bella luz azul que despidió el cuerpo de la virgen hindú al consumirse cual efímera llama. El estallido de luminosidad subió hasta el cielo como un cometa para después extinguirse por completo, en el suelo de las escaleras al lado del bebé había un yapa mala cubierto de sangre, el penacho de finos hilos de seda violácea volaba con la brisa de un viento cálido. Shaka cerró los ojos... prefería ver los negros iris de su dulce recuerdo, que la violenta verdad que como río fuera de cauce, se deslizaba implacable en la realidad.

El papa se acercó al bebé salpicado de rojo líquido, su corazón estaba acelerado. Cómo en minutos que parecieron años, descendió los tres o cuatro peldaños que le separaban del niño; lo tomó y acunó en sus brazos; después examinó el extraño rosario de 108 cuentas de color marrón, se arrodilló y lo aferró entre los dedos... el mala despidió cosmos, un cosmos enorme y tranquilo, un cosmos melancólico, brillante y lejano como la propia Hamal, la estrella más luminosa de las constelación de Aries.

No había duda, tomando en cuenta la Tilak de la frente y el Santo de Virgo anterior a ése bebé, ése cosmos pertenecía a la encarnación original del Santo, Buda.

De pronto un sinnúmero de imágenes se desplegó ante sus ojos, parecían los últimos recuerdos de una persona; Shion tardó unos minutos en procesar que aquellas memorias eran de la madre del bebé que tenía entre sus brazos, al que... prefirió llamar Shaka, pues el peligro de adoptar su verdadero nombre, seguía latente ante la amenaza de persecución de la familia real de Patna. Shion miró al Santo de Oro de Virgo con una mezcla de sorpresa y tristeza. Por un momento corto, el pequeño le devolvió la mirada por una desenfocada propia de un bebé, pero en la profundidad de su consciencia... Shion sentía que el bebé lograba una comprensión, un tanto abstracta y primitiva de la realidad.

Probablemente aunque no era mucho mayor que el pequeño Santo de Oro de Escorpio, su edad mental seguramente equiparaba a la de Aioros o Saga.

-"¿Qué debo hacer contigo, pequeño Shaka?"- aseveró más que preguntó -"Asphodel"- llamó -"cuyo espíritu permanece de alguna forma en éste rosario... ¡guíalo!"- El patriarca agitó el rosario y lo transportó, sellándolo en el loto que guardaba la entrada al jardín secreto de la Casa de Virgo, dónde permanecería hasta que Shaka de Virgo lo tomara como lo habían hecho todos los Santos de Oro de su constelación.

Shion se giró y enmudeció un poco al encontrarse con todos los guardianes de los pequeños Santos de Oro casi de frente, había incluso algunos que custodiaban a los dos únicos Santos de Plata (en el transcurso de los próximos dos años llegarían muchos más), que estaban del otro lado de la Montaña. Y otro tantos soldados del Santuario.

Sin más afectación, pues lo que había sucedido ya era bastante impresionante, el papa dijo:

-"Ha llegado el nuevo Santo de Oro de Virgo. ¡Alabada sea Atena!"- exclamó -"Sólo nos falta un Santo más para que la Orden de Oro esté completa y por eso, también debemos dar gracias a Atena"- algunos de los guardias y amazonas miraban al cielo, dando gloria a su diosa. -"Värux"- llamó a un soldado cuyo amable rostro estaba desfigurado por una enorme cicatriz que le cruzaba la cara y llegaba hasta el cuello, desde la sien izquierda hasta la clavícula derecha. Värux se inclinó ante el patriarca.

Shion le puso entre los brazos a Shaka

-"Éste niño está bajo tu cuidado ahora, aprenderá de ti todo lo que puedas enseñarle"- Värux tomó en su manazas el pequeño cuerpo de Shaka.

Historia de OroWhere stories live. Discover now