Capítulo VI: "La mujer con aroma a especias"

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Kanon se dirigió a la tienda, pero lo pensó mejor y decidió husmear el asunto desde donde nadie lo viera. De modo que se subió al pequeño techo de la casita que quedaba enfrente de la carnicería, donde podía dominar la situación y llegado el caso, abandonar el lugar con rapidez.

Escuchó voces que le resultaron familiares, aguzó la vista y vió a 5 guardias del Santuario: 3 amazonas enmascaradas y 2 soldados echando bronca con el hombre más gordo que el pequeño Kanon había visto nunca; estaba seguro de que ni siquiera entre Saga y él con los brazos abiertos podrían abarcar su inmenso corpachón.

Kanon se deshizo de la manta, pues sentía que se ahogaba bajo el brillante rayo del sol con aquel cobertor encima, no importaba, nadie le había visto... y a éstas alturas, Kanon se preguntaba si alguien le vería jamás... pero no tenía importancia, con su gemelo le bastaba.

El niño se reclinó sobre el tejado para ver y oír mejor la pelea, parecía que se habían robado algo ¿quiénes? ¿qué? ¿cómo?

Conforme la discusión subía de tono, a Kanon le comenzaba a arder la carne y hervir la sangre; él no estaba destinado a prometer su vida a Atena... pero aquello era inconcebible, leyendo entre frase y frase lo que aquella gente demandaba era que el Santuario no actuaba cuando y como ellos querían... qué absurdo... la Orden de Santos se debía a Atena, no tenía por qué rendir pleitesía a los rodorianos ni a nadie más. Y, en opinión de Kanon, podían darse por bien servidos de que el Santuario, con todos sus problemas económicos, encima procurara ocuparse de los pobres; él mismo había visto como en muchas ocasiones... los guardias se quedaban sin comer para poder alimentar a los pequeños Santos de Oro y Plata. ¿Por qué diantres se creían que todo lo malo debía ser resuelto por el Santuario? Si cada persona se preocupara de los demás como aquellos cínicos individuos reclamaban, otro sería el mundo.

-"¿Y por ésta gente es por quiénes Saga debe estar listo para proteger y poner su vida en la línea?"- Kanon no lo comprendía.

La situación llegó a su punto álgido cuando un hombre a cuyo cuerpo (Kanon habría apostado dos dedos a ello) nunca había caído una gota de jabón, escupió a los pies de la amazona. El niño ni siquiera lo pensó, aunque ninguno de los soldados o las guerreras lo sabía, Kanon también era de alguna forma parte de la familia del Santuario y en opinión del propio chico, nadie debe insultar a la familia más poderosa y eterna de todas las eras. Kanon arrojó el jitomate, el proyectil iba destinado al rostro del sujeto con pinta de forajido, pero afortunada o desafortunadamente (Kanon no estaba seguro cuál) su rostro se movió y el jitomatazo fue a dar a la cara del carnicero.

-"Mejor"- se decidió Kanon -"el causante de todo esto es ése marrano"- viendo a su alrededor se dijo -"pero ahora lo mejor será salir de aquí"- descendió por una escalera que encontró apoyada sobre la pared de la casa, ésta bajaba hasta el callejón por donde se había ido la mujer con aroma a especias.

En la esquina norte, la más alejada de la zona concurrida, había dos hombres que cuchicheaban con las cabezas juntas, normalmente, Kanon no les habría hecho caso pero se detuvo a observarles al percatarse de que... más que sólo mirar las montañas donde estaba el Santuario, las estudiaban. El niño miró con extrañeza como garabateaban con la tiza de leños medio quemados sobre la pared de roca sólida de la enorme construcción que quedaba a la derecha de Kanon; les oyó reírse por lo bajo para después retirarse. El niño se acercó, el terreno era algo irregular y al avanzar, los pequeños pies de Kanon trastabillaban al deslizarse entre los huecos de las rocas; para cuando llegó junto al extraño dibujo se había torcido los dos pies y la pantorrilla izquierda le cloqueaba un poco.

Kanon miró hacia arriba, el dibujo comenzaba donde terminaba su coronilla, tal era su estatura, por lo que se alejó un poco para apreciarlo mejor.

Historia de OroWhere stories live. Discover now