Capítulo IX: "Mu prefiere fingir"

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Saga logró escabullirse de Dhenes antes de llegar a la cabaña bajo el pretexto de que tenía que ir por otro bolígrafo, pues el que tenía lo había tirado sin querer por el acantilado.

-"¡De verdad!"- exclamó el niño ante la escéptica mirada de su maestro -"¡No es que sus clases resulten aburridas ni nada; no es como si hubiera tirado mí bolígrafo por ahí y después tener un pretexto para abandonar mis estudios!"- aseguraba. Dhenes decidió restarle importancia, pronto sería hora de comer y francamente, no estaba de humor para seguir aguantando las bravuconadas del futuro Santo de Oro.

Mientras veía a su amigo alejarse, Aioros meneaba la cabeza en actitud reprobatoria.

-"Ojalá aprendiera algo de Aioros"- se decía Dhenes al observar divertido la actitud del pequeño -"ése anhelo por huir del deber le acarreará un vicio más tarde, pero por hoy supongo que puedo pasarlo"-. -"Aioros"- llamó ésta vez en voz alta, mientras retiraba a Aioria de las manos de su hermano, el cual siempre que podía gustaba de cargar del bebé -"Vete a lavar para comer, yo daré un rápido baño a Aioria."-

-"También usted debería lavarse maestro"- expresó el chiquillo, mientras le examinaba el rostro -"tiene la cara llena de tiznones"- concluyó mientras echaba a correr hacia el pozo que estaba justo en el centro de las cabañas, junto al cual la semana pasada trató de entretener a Shura mientras Saga intentaba retratarle.

Dhenes se sonrió, no era raro que después de llorar e intentar secarse las lágrimas con las manos llenas de polvo de gis para pizarra, tuviera la cara sucia; pensó en lo que les había dicho Shion una vez más, quería retener ésas palabras en su corazón y en sus recuerdos para después llegado el momento, transmitírselas a los tres Santos que estaban a su cuidado.

Värux se preguntó cómo se acomodaría en su pequeña casa, ahora que tenía un niño que cuidar; le daba mucho gozo, pero al mismo tiempo le decía adiós a sus noches de desvelo platicando con los otros guerreros hasta bien entrada la noche. Al entrar a la cabaña, acostó a Shaka sobre la cama y se dispuso a recoger el desorden; lavar los trastes, clasificar la ropa limpia y sucia para ponerla en su sitio, barrer la casita y revisar si no había bichos o cualquier otra cosa que representara un peligro en salud e integridad del niñito que se le había confiado. Salió rápidamente de la cabaña para pedir a Nereo, que vivía en la de al lado, un biberón.

Shaka seguía atentamente todos los movimientos del guerrero con sus inmensos ojos azules, cuando vió que Värux volvía con el biberón, se le quedó mirando con extrañeza. Luego, cuando el soldado llenó con la solución tibia de nutritiva leche en polvo, Shaka se puso a palmotear de alegría. Värux se giró y se dio cuenta de que aunque él había acomodado al bebé en el centro de la cama; el pequeñito se las había arreglado para instalarse con la cabeza en la almohada para poder tener una visión más general de las cosas.

-"Tú sí que eres raro amiguito"- le dijo mientras probaba la temperatura de la leche en su antebrazo. Estaba a punto de tomar a Shaka entre sus brazos para darle de comer, e incluso el mismo bebé ya le tendía las rosadas manitas, Värux se dijo que o aquel bebito era muy sociable o no recordaba nada, o bien manejaba el estrés con maestría. No había pasado ni una hora desde que le habían encontrado tendido sobre las escaleras, y ya mostraba una enorme sonrisa con dos dientes a la vista de un biberón.

De pronto alguien irrumpió con brusquedad en la habitación, Värux se volvió en actitud defensiva colocándose delante de Shaka, cuando vió a Nereo presa de una gran agitación.

-"¿Qué te pasa?"- le recriminó Värux -"pudo haberme dado un ataque..."-

-"Olvida eso"- le interrumpió su compañero -"Te he dado sin querer la leche equivocada"- dijo abalanzándose sobre el bote que vislumbró en una mesita a la derecha de la abierta puerta trasera junto a la cual, por fuera, estaba la fogatita donde Värux había calentado el agua.

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