Capítulø XLII: "Yazmina, Øsmara y Azím"

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La bella joven turca no permitió ni por un instante que la llegada de su marido la turbase, amaba tocar el kanun y era una de las pocas alegrías que tenía al permanecer constantemente encerrada en aquella lujosa mansión; como un pájaro en una jaula de oro.

La mujer recibió diplomáticamente el desapasionado beso de su marido, considerablemente más anciano que ella. Estaba convencida de que el rico comerciante Ísmail solamente se había desposado como el culmen de su vida de tendero exitoso, el último de los triunfos de su fructífera vida como mercader; Ísmail no pertenecía a ninguna de las grandes familias pero eso estaba salvado cuando se casó con la hermosa Yazmina Atatürk; ahora se permitía acudir a las reuniones más exclusivas precedidas por su poderoso suegro y darse la gran vida en la llamada "aristocracia de la Cofradía"

Gordo, bofo y de mal carácter, Ísmail era un marido exigente pero indiferente; solamente se giró hacia ella la noche en que su hijo fue engendrado pero, apartó la vista para siempre de su joven esposa cuando el niño no sobrevivió al alumbramiento. Desde entonces, Yazmina vivía rodeada de lujos, mismos que la rodeaban cual alta e impenetrable muralla; sola, desprotegida y aislada, la única alegría de la joven turca era tocar su kanun, permitiendo que el virtuosismo salvaje y bien desarrollado que anidaba su alma agitada se tradujera en huracanes de notas que surgían desde la trapezoidal caja de resonancia, las cuales ahogaban los amargos pensamientos de aquel corazón atribulado por el arrepentimiento... si tan sólo hubiese sido más valerosa, más audaz; habría podido conquistar para sí misma su felicidad. Pero aquel a quien había entregado su corazón hacía tiempo ya no estaba a su lado, la odiaba... sí, y mil veces sí... con seguridad él la odiaba con la misma fiereza con que ella se detestaba a sí misma. Pensándolo bien, si él le hubiese hecho lo que ella a él...

Yazmina arrojó lejos de sí la copa de plata de la que estaba bebiendo, el vino que ésta contenía se desparramó sobre el suelo y en su descontrolada voltereta empapó la pared... la muchacha observó la huella del rojo alcohol sobre el muro, y sus ojos empolvados bajo su bien trabajado maquillaje se llenaron de lágrimas, que se deslizaron silenciosamente por sus pálidas mejillas.

El espectáculo sobresaltó a la doncella que venía en ese momento con la jarra del vino para llenar la copa... la cual no encontró.

-"¡Señora! ¿qué le sucede? ¡Su ropa! ¡su rostro!"- exclamó observando la bella cara de la chica oculta por el maquillaje arruinado –"¡Iré por su polvera!"- anunció, volvió con ella casi al instante –"¿Qué le ha pasado Señora? Vamos dígalo, aliviará su dolor. Desde que llegué éstas situaciones se han vuelto más frecuentes, si el Señor Ísmail se llega a enterar, se enfadaría"-

-"¿POR QUÉ?"- los nervios de Yazmina, ya semi-atrofiados por el esfuerzo constante de ocultar su profunda infelicidad, cedieron –"¿POR QUÉ SU BONITA ESPOSA SE VE HORRIBLE CON OJERAS? ¿POR QUÉ TENDRÁ QUE GASTAR EN OTRO ESTUCHE DE MAQUILLAJE? ¿POR QUÉ LA PRINCESA DE LOS ATATÜRK SE VUELVE VIEJA COMO ÉL DEMASIADO PRONTO?"- explotó.

-"¡Señora! ¡se lo suplico! Si no se logra calmar, habrá problemas para mí también"- rogó la doncella.

Ante la súplica, Yazmina procuró serenarse y poco a poco, su pulso trastornado volvió a la normalidad.

-"Lo lamento, tienes razón"- dijo ella, alzando la cara para que su criada arreglase los desperfectos de su tocado

-"¿lo ve?"- aseveró su interlocutora dando el ultimo toque de rubor para alegrar aquel rostro, que aunque hermoso, pálido. –"¿Qué le sucede a mi Señora? ¿no puede confiar en su fiel servidora?"-

-"..."- la muchacha que muy a su pesar, nunca podría librarse del nombre Atatürk; pensó la posibilidad de liberar su corazón en su humilde criada y amiga –"Bien, querida... prepárate para escuchar una de las historias más infelices y patéticas que hayas oído nunca..."- Yazmina se acomodó sobre el enorme y mullido cojín con bordados de Persia, su cabello recién peinado por su criada despedía destellos azules debido a su intensa negrura, caía por su espalda hasta llegar al tapete –"Verás..."-

Historia de OroWhere stories live. Discover now