Capítulo XV: "Por la familia"

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Todos estaban acomodados a lo largo de las peñas occidentales del Santuario, de vista a la hermosa Colina Estrella, listos para decir adiós a la figura paternal del patriarca que se retiraba bajo la forma de una pequeña llama de dorado cosmos.

El fuego se alejaba y todos levantaron las manos en señal de despedido, los guardianes de Santos tomaron las manitas sus bebés y las elevaron para que ellos también dijeran adiós al patriarca.

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-"Por la familia que dejo atrás Atena, por favor... por favor protégeles"- susurró para sí.

No se percató de la pequeña lágrima que dejó caer la enorme Estatua de Piedra, que cómo pequeño trozo de plata, se precipitó hacia el suelo y se partió en mil pedazos sobre la adoquines del piso.

-"Shion...."- se oía en silencioso soplo del aire, pero el papa no lo escuchó... por un instante se había desconcentrado, enternecido por el gesto de los hijos espirituales que dejaba atrás, y las palabras de la diosa se perdieron como melodía sin notas -"Shion, tu sabes que...para un bien mayor se permiten....."- nadie la escuchó, como varias veces en el pasado y a lo largo del tiempo, nadie escuchó.

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Las horas pasaban con normalidad en el Santuario, corrían como el flujo del agua en sus acueductos. Sin embargo, en Rodorio las cosas no estaban tan calmadas. Si bien Erato no estaba muy de acuerdo con la invasión a la Casa de Atena, tenía demasiado miedo de Leokano como para decir nada. Así pues, Erato estaba oculto en la guarida de los pandilleros junto a la entrada a las alcantarillas de la ciudad y se dedicaba a lanzar piedrecillas contra una roca para distraerse, había dicho a Leokano que no tenía intenciones de pelear y él aunque le tachó de blando y cobarde (¿no era acaso más cobarde matar mujeres y niños?), le dejó en paz y después del medio día dijo:

-"La única persona que nos puede hacer frente ya ha abandonado el Santuario"-

-"Te olvidas de la persona más importante del Santuario que aún puede plantar cara"-

-"¿Quién?"- Leokano se alarmó.

-"La propia Atena"-

La estridente risa de Leokano arrancó vibraciones a los charcos de lodo a su alrededor

-"¿Atena? ¿Qué podría hacer Atena? Si la diosa hubiera querido evitar nuestro ataque, ya nos habría fulminado ¿no crees?"-

-"Solo digo que da que pensar el hecho de que hay registrados en la historia cientos de ataques al Santuario y ni uno solo ha logrado destruirlo. Toda ésa gente ya ha muerto y el Santuario sigue ahí"-

-"¿Qué quieres decir con eso?"-

-"Que deberíamos tener cuidado si a quien vas a atacar es a un dios"-

Leokano le tomó por la pechera y Erato se arredró.

-"Escucha Erato"- le dijo el hombre como escupiendo las palabras -"Mi fin es perseguir a mi primo. No he tenido otro objetivo desde que salí de prisión, y si para lograrlo he de aliarme con gente de la peor calaña, que así sea"- Leokano le soltó y luego le miro con los ojos encendidos como dos brasas de odio -"y morirás tú también si tratas de impedir el ataque, porque yo mismo me encargaré de cazarte"- con éstas palabras, aquel malhechor se alejó.

Erato respiró de nuevo, le enfadaba su propia cobardía pero estaba atemorizado por la amenaza de Leokano. Ahora estaba convencido de que quien fuera que vivía en el Santuario, no merecía ser masacrado como aquellos hombres pretendían. ¿Qué podía hacer él? De pequeño su madre le había inculcado el amor a Atena, pero al crecer... de algún modo... ésa devoción se había trocado en indiferencia, seguramente por la falta de trato con su deidad y durante muchos años... las cuestiones religiosas le habían tenido sin cuidado, escuchaba las declaraciones del patriarca por pura cultura, pero Erato nunca pensó que se hubiera juntado la masa de aquellas radicales personas que como murciélagos, clamaban por la sangre del Santuario. Cuando escuchó el plan de "cambiar" al Santuario, la idea le atrajo profundamente pero ahora... ahora le horrorizaba. De haber sabido... ahora estaba maniatado por saber demasiado y el ultimátum de Leokano no ayudaba a mejorar su estado.

Historia de OroWhere stories live. Discover now