Capítulo II: "¿Dónde está el bebé?"

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El papa se tambaleó, un soldado se acercó con presteza y preguntó con cautela:

-"¿Se encuentra bien, Su Santidad?"-

Pero Shion no le oía, en ése momento estaba lejos en un lugar lejos del espacio y del tiempo, a donde las voces terrenas no le alcanzaban ni el dolor le tocaba.

Estaba oscuro

Oscuro como una noche sin estrellas y sin luna, oscuro como la mente de Shion cuando le dijeron su misión en la anterior guerra sagrada pasada, oscuro como su alma cuando sintió que enfrentaba todas las edades del mundo él solo, oscuro como las duras críticas del pueblo de Rodorio, quejándose siempre de la poca seguridad reinante en el lugar y en el mundo, pues ellos sabían que la misión de los habitantes del Santuario era asegurarse del bienestar de los seres humanos, inconscientes de que el Patriarca y sus allegados hacían hasta lo imposible por ayudar a la humanidad pero el alcance no podía ser igual que al de épocas pasadas porque simplemente no había Santos que ... no había Santos que....

A Shion le entraron ganas de derramar todas las lágrimas que se había tragado desde hacía dos siglos.

No lo hizo, no lo hizo porque debía de continuar, debía de seguir, debía de ser así; pero ése hecho no menguaba la oscuridad reinante en aquel lugar ubicado quien-sabe en dónde.

De pronto Shion pensó que eso era también causa de su propia debilidad, debilidad manifestada en aquellos momentos en que la fe que tenía en Atena titilaba como lucecita de luciérnaga en lugar de brillar con el fuego de millares de soles.

Cuando se dio cuenta de ése sentimiento de hallarse en falta, el patriarca encendió su cosmo.

Era una cosa curiosa, el cosmo, se potenciaba y encendía con la misma rapidez y poder con que su fe y esperanza lo hacía en relación a su diosa y a su causa. El cosmo entonces iluminaba las tinieblas de las almas de los Santos y podían suceder milagros, pero en realidad no era más que eso: creer y esperar en Atena.

El papa pensaba en esto mientras trataba de luchar contra ésa sombra que le rodeaba, su cosmo brilló, hubo un relámpago de todos los colores posibles y un destello; luego Shion oyó la lluvia y el llanto de un bebé.

Siempre le disgustó escuchar el llorar de un niño, por ser una expresión de sufrimiento; pero los sollozos de aquel niño ¿o era una niña? eran terribles. No por ser ensordecedores sino por la tristeza que destilaban, el nivel de desolación que transmitían iba aumentando, no así el sonido de la lluvia. ¿Dónde esta el bebé? ¿Por qué no dejaba de llorar? ¿Por qué nade le consolaba? ¿Por qué nadie acudía en su auxilio? El vacío de su llorar se hizo tan intenso que Shion no pudo soportarlo más y se echó a correr en dirección a donde se oían los lamentos, pero a pesar de su cosmo, la oscuridad seguía siendo impenetrable sólo se oía la suave lluvia caer sobre piedra y el llanto de aquel bebé.

El patriarca se dijo entonces que comparado con su dolor, el sufrimiento del pequeño ser a lo lejos parecía mucho más intenso, Shion resbaló y cayó de nuevo en medio de las sombras. No daba la impresión de haberse acercado al bebé, si acaso se hallaba en el mismo punto.

Entonces comenzó a clarear.

Él se puso de pie, dispuesto a que la luz le guiara hacía el bebé, pero se percató de que a medida que la iluminación (¿cuál era su fuente, su cosmo?) aumentaba, él mismo perdía la consciencia, cayó de bruces.

El llanto del bebé se perdió en la lejanía y Shion se desmayó, sintiendo por primera vez en aquella visión la fría caricia de la lluvia.

Shion despertó recostado contra una columna de la esquina este de la Sala del Trono, 2 guardias con aspecto preocupado le miraban con inquietud:

-"¿Se encuentra bien Su Santidad?"-

-"¿Qué le ha pasado?"-

-"¿Desea que le traiga agua?"-

-"No, gracias"- respondió él, aunque sentía la boca terriblemente seca -"¿Qué me ha ocurrido?"-

-"Se desmayó mientras miraba el patio y le tratamos de llevar a sus habitaciones, pero cuando cruzábamos la puerta"- señaló la enorme puerta de doble hoja de madera blanca con incrustaciones lacadas en oro -"se retorció de dolor y caímos los tres al suelo, entonces lo recostamos aquí"-

-"Sí, lamento las molestias, no he dormido bien últimamente"- Shion buscaba una manera de que le dejaran solo sin ser descortés, no por ser la persona más importante del Santuario, después de Atena, tenía derecho a mostrar grosería con un subordinado -"Creo que he sufrido una pequeña conmoción, es todo"- con un gesto, les despidió.

Shion caminó por la larga alfombra escarlata que subía la escalinata hasta su trono, éste le pareció irónico en comparación a su comportamiento en el sueño... ¿había sido un sueño? ¿una visión? ¿quién era ése bebé?

-"Su Santidad no se encuentra bien"- uno de los guardias que había ayudado al patriarca regresaba al patio donde estaban los niños y le contaba lo sucedido al soldado que cargaba a Aioria, Saga y Aioros jugaban cara o cruz con una moneda que encontraron tirada en un rincón, enfrente de ellos dentro de una gran Moisés dos amazonas lograron que Milo cerrara los ojos y le colocaron junto al durmiente Camus.

Todavía faltaban 40 minutos para el desayuno, así que no hacía daño que los bebés durmieran un poco más, claro ejemplo era Mu al cual a pesar de que su guardián luchaba por alimentar (no se había despertado para comer durante la noche) se empeñaba en dormir.

-"Lo sé"- contestó el soldado -"en mis rondas nocturnas a menudo le oigo jadear en sueños..."-

-"Me han dicho"- intervinó la amazona a cargo de Camus -"que últimamente pasa mucho más tiempo que de costumbre orando ante el tabernáculo de Atena"-

-"Creo que es lógico"- interrumpió otro -"que ahora que tenemos bebés de a montón por aquí...."-

-"Hey! Yo no soy ningún bebé"- gritó Saga, que al contrario que Aioros, tenía la oreja bien parada. Escuchando toda la conversación.

-"El escuchar conversaciones a escondidas es propio de uno"- le replicó la mujer enmascarada, sin inmutarse.

Saga frunció su pequeñísimo ceño y cogió a Aioros por un brazo, levantándole sin dificultad, ya que era más fornido que su amigo. -"Vámonos de aquí..."- gruñó. Corrió con velocidad para sus pequeñas piernas y ambos niños se fueron lejos... del otro lado del moisés donde dormían Milo y Camus.

Sin duda, en la visión de Saga... aquello era una gran distancia.

Los guardias se comieron la risa y continuaron su charla:

-"Con tanto niño, es normal que esté estresado... además ya no le queda mucho tiempo para pensar a donde les debe mandar a entrenar, sobre todo a esos dos rebeldes sin causa"- dijo señalando con la cabeza a los próximos Santos de Oro de Géminis y Sagitario que ahora jugaban fuercitas con la panza sobre el suelo. La amazona a cargo de Shura se había descuidado con la nueva charla, y el niñito gateaba encima de la espalda de Saga, quien parecía tan acostumbrado al hecho que ni siquiera se giró para ver quién era.

-"Eso sin contar a los Santos de Plata"-

Dichos niños jugaban en otro patio del Santuario, específicamente en una gran explanada a cuya vista quedaba imponente la Colina Estrella. No es que Shion fuera elitista entre los mismos niños, pero consideraba que si iban a ser casi tanto como hermanos, era mejor que las relaciones se consolidaran entre los miembros de la misma orden, de modo que los Santos de Oro se desenvolvían en el oeste de la montaña superior del Santuario y los de Plata lo hacían del otro lado, encontrándose solo a la hora de cenar y para hacer la oración final del día ante la Gran Escultura de piedra de Atena.

Arriba de la villa una enorme campana de plata repicó para indicar que el desayuno de los Santos de Oro y sus guardianes estaba listo.

-"Entonces surge de nuevo la pregunta ¿podrá ésta generación de Santos ser la Última?"-

Nadie supo contestar a eso.

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