Capítulo XIV: "Arrancarán la máscara"

379 40 3
                                    

-"¡Orden! ¡Orden!"- clamaba una voz en medio de aquel caos, tratando de volver a llamar la atención sobre el asunto principal de aquella reunión secreta.

La polvorienta taberna de "Vilana & Savatiano" del pueblo de Elvetia, a unos 5 kilómetros al noreste de Rodorio, servía como sede de reuniones de la última alianza que las 3 principales aldeas de la región habían formado con Rodorio.

Después de tiempos inmemoriales en que las ciudades habían permanecido enemistadas, ahora se alzaban bajo un solo estandarte.

En realidad, las ciudades de Kallithea y Thimalakia se habían opuesto terminantemente a aquel pacto con Rodorio, pero les interesaba la utilidad que éste podía aportar al ataque al Santuario, proyectado para llevarse a cabo esa misma noche. Además Rodorio, por ser un pueblo pequeño y dependiente de la actividad agrícola y ganadera para su supervivencia no significaba gran amenaza para las otras aldeas, y ni siquiera tenía una milicia o guarnición militar propia, desde que se había declarado hostil con el Santo Patriarca del Santuario, ya ni siquiera había guardias que cuidaran la muralla de la pequeña ciudad; el jefe de Elvetia veía ésta oportunidad como matar dos o tres pájaros de un tiro, pues podría deshacerse de los molestos habitantes del Santuario, saquear sus tesoros y dominar aquella aldea sin el más mínimo esfuerzo que una parte de su ejército.

.

.

Así pues, el viejo y descuidado edificio albergaba es ése momento a los tres gobernantes de las grandes ciudades, a los dos hombres que Kanon había visto en el callejón (uno era elvetino y el otro era kallitheano, ambos con aspecto huraño y siniestro) y a dos rodorianos, uno con frágil semblante que profería grititos clamando por silencio, y el último era el hombre con apariencia de vagabundo que había escupido a los pies de Mirra en el incidente de la carnicería, discutía acaloradamente con el cabecilla de Thimalakia.

-"¡Ya le he dicho que en Rodorio no todos aprueban la situación! ¡Unos hasta han amenazado con denunciar el movimiento con el propio Patriarca!"- su voz gruesa y ronca, ahogaba los chillidos de su compañero.

-"No me interesa ¡necesitamos más hombres y usted se comprometió a conseguirlos!"-

-"¿Y de dónde quiere que los saque? ¡en la fuerza de invasión están todos los rodorianos dispuestos a luchar por la causa! ¡ya no hay más!"-

-"No os exasperéis amigos míos"- intervino el mayoral kallitheano, su jefe no había podido asistir, pues el ejército revolucionario se había concentrado en aquella aldea preparando los últimos detalles en armamento de asedio y otras estrategias bélicas -"Kallithea está dispuesta a aportar 300 hombres más para aplastar el Santuario"- con ésas palabras los ánimos se aplacaron y todos volvieron a tomar asiento.

-"Ahora, nuestros informantes aquí presentes nos brindaran su último reporte"- prosiguió el gobernante de Elvetia, al tiempo que tomaba y se servía una copa de vino dulce, de una de las botellas que estaba en el pringoso mueble de la pared de atrás.

Los hombres del callejón tomaron asiento y se retiraron las capuchas de la cabeza, a la luz mortecina de la bombilla sus rostros parpadeaban como si fueran espectros de ultratumba.

-"Según los reportes, el Patriarca se marchará de retiro a una loma cerca de la montaña hoy mismo"- dijo el que era elvetino -"no volverá hasta dentro de cinco días, y se nos informó que, allí encerrado, está totalmente aislado del exterior"-

-"¿Estará en un subterráneo?"- preguntó el mayoral.

-"No lo sabemos con certeza, pero no puede sentir ni oír nada de fuera del collado"- continuó el espía.

Historia de OroWhere stories live. Discover now