Tu luz

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Se podría decir que era una imagen enternecedora, una fantasía, incluso un sueño, al menos para ellos. Aitana estaba en cama del hospital con Teo en bracitos embobada sonriendo y Luis mirándo al bebé con una sonrisa de oreja a oreja mientras que su hijo agarraba como podía su mano. Y entonces, cuando todo estaba en calma y tranquilidad unos golpecitos en la puerta sacan a la pareja de su mundo devolviéndoles a la realidad.
Una melena rubia rizada y una camisa estampadamente horrible aparecen tras la puerta. La gallega corre a abrazar a su amiga mientras que Roi repite el mismo gesto hacia su mejor amigo. Llega un momento de éxtasis en el que todo el grupo de amigos se intenta pasar al pequeño como si de un juguete se tratase. El gallego más joven le tenía en brazos cuando el bebé reclama un poco de comida.

-Joder Roi, ya me le has despertado -se pronuncia Luis riendo

-Creo que quiere comer -insinúa Aiti

Cepeda coge a Teo y se lo pasa a Aitana que todavía reposa en la cama por los dolores que el parto la ha dejado. Y así pasan las horas hasta que el tiempo de visita se acaba y todos se despiden con muchos besos, caricias y abrazos, deseando que el pequeñín de la pandilla salga de aquel hospital para poder empezar a vivir aventuras juntos.

Al día siguiente, Teo va de camino a una de sus dos casas, porque por mucho que sus padres lo hayan arreglado y se hayan robado algún partido de besos, la realidad no es otra que la de que viven separados y tendrán que adaptarse para que Luis le pueda ver el mayor tiempo posible.
Pero el destino vuelve a hacer de las suyas y cuando ya están enfrente del portal de la catalana esta se da cuenta de que las llaves están en casa de Luis, una maravillosa excusa para pisar aquel apartamento donde tanto amor se han declarado. La chica sube otra vez a Teo en el coche y le ata mientras que Luis guarda la bolsa del hospital y se monta en el asiento del piloto. Se podría considerar un viaje tranquilo, la verdad es que nadie se podría quejar de aquel bebé, sólo llora para reclamar comida o el pañal tóxico, y durante el camino parecía que ni estaba ahí, de echo, Aitana de vez en cuando se quedaba mirando durante un rato para asegurar que estaba bien.

Cepeda

Nada más llegar a casa Aitana se llevó a Teo a su cuarto para que los ruidos no le despertasen y cuando volvió nos tumbamos en el sofá para no movernos en un buen rato de allí. El parto la había dejado un poco dolorida y la había mandado reposo además de cuarentena. Ojeamos un rato Netflix hasta que nuestro ojos empezaron a cerrarse, fui directo a nuestro cuarto a coger mi pijama mientras que caminaba hacia el baño. Una vez estaba listo, entré en nuestro cuarto, me encontré a Aitana mirándose al espejo mientras se tocaba la tripa. Estaba de frente, sonriendo, pero luego se puso de perfil y su sonrisa se tornó una cara seria cuando empezó a meterse la tripa para dentro, como si la quisiese hacer desaparecer.

Y entonces decidí acercarme, porque no soportaba como se miraba y como pedía a todos los dioses que esa tripa desapareciese. No soportaba como se menospreciaba, como se creía que era un punto en el mundo cuando a mis ojos es el puto Big Bang. La abracé, la agarré entre mis brazos, asegurándome así de que no se me escapase, ni esta, ni ninguna vez. Ella dibujaba una sonrisa triste en su cara, yo la daba fortaleza. Aunque yo sabía de sobra que ya la tenía y que no le hace falta nadie para que se lo crea, ni ahora, ni nunca le hizo y sé que tampoco le hará falta jamás.

Ella se giró y metió sus brazos por mis axilas, aferrándose a mi camiseta azul, la cuál sabía de sobra que me robaría por la noche, era ya manía. Pudimos estar así más de cinco minutos tranquilamente, yo besándole la cabeza, ella sonriéndole a mi pecho.

Siempre supe lo fuerte que era la mujer, mi hermana y mi madre me lo enseñaron. Mi sobrina impuso la práctica. Y con ella, con ella me terminó de encajar todo. La miro y a veces pienso que no soy suficiente. Ha pasado por muchas cosas, a veces sola y a veces acompañada y yo sólo he sido capaz de alejarme de ella cuando los problemas se le venían encima. La miro y veo a la madre de mi hijo, a una chica que a día de hoy sigue luchando por sus sueños, la da igual todo, porque si se lo propone lo cumple. A una mujer, porque lo es, que daría todo por el bebé que tiene en sus brazos meciendo. Que daría todo por su sobrina postiza y por la suya política.

Y con el paso de los años, también he aprendido que una madre no es aquella que te pare, si no que puedes tener muchas, a cada cual mejor. Porque da igual quien sea, si es de tu familia o es tu vecina, es la mujer que está ahí, día tras día, apoyándote en tus decisiones, ayudándote con tus problemas, dándote grandes soluciones. Es aquella que no se separa de ti cuando estás enfermo, la que te hace de reír cuando sólo puedes llorar, la que te saca de quicio con sus "es que me da igual los demás, mi hijo eres tú" y los típicos "como vaya y lo encuentre, cobras". Es a la que da igual los años que pasen porque va a saber lo que te pasa, y da igual si estás al lado o a kilómetros de distancia. Y hoy, me doy cuenta de lo afortunado que soy al tener una abuela, una hermana, una sobrina, una novia pero sobretodo, una madre, porque madres no hay más que una, y a la mía no la cambiaría por nada y es algo que le quiero enseñar a mi hijo, porque al igual que mi madre, la suya también vale por mil.

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Holaaa!!!! Sé que ha pasado más de dos días sin publicar, pero los exámenes me están comiendo el tiempo y la imaginación, a este paso os voy a acabar hablando de Cristóbal Colón y las raíces cúbicas. También siento muchísimo, pero muchísimo esta 💩 de capítulo, sé de sobra que no os lo merecéis porque estáis ahí día tras día, pero era esto o nada y quería publicar algo sobre las mamás. Así que nada, no os puedo asegurar de que vaya a cumplir el horario pero bueno, de verdad que lo siento muchísimo, os cuero, gracias por todo.

OS LEO!! Besooos💛💙

Descolocas TODOWhere stories live. Discover now