El final del cuento de hadas

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El tiempo pasa, las cosas cambian, igual que las personas.

Tras esa fuerte discusión que la pareja tuvo apenas hace unas horas, hizo que la catalana se acoplara en casa que su mejor amiga Amaia, junto con la pequeña Emma, que para ella era como su sobrina.

Sigue en la misma postura que hace 2 horas, tirada en el sofá, con una manta para que el frío de Diciembre no la haga incubar un buen constipado. Se plantea constantemente el motivo de la pelea; ella estaba planchando cuando Luis recibió una llamada y él la rechazó. Era una súper oferta de trabajo relacionada con la música, que era lo que le daba vida, pero se negaba a salir de su país después de lo ocurrido en Londres. Ella se sentía culpable y rabiosa porque no paraba de protegerla, era lo suficiente mayorcita para cuidarse sola. El tono de voz de ambos se empezó a elevar, y no para cantar una bonita melodía precisamente, sino al contrario, para romper la poesía que escribían juntos. Al final ella optó por irse de aquel lugar donde desde hacía más de un día sólo se escuchaban gritos.

Ella seguía en su mundo pensando en si debía arreglarlo o esperar a que las aguas se calmasen. Pero unos pasos y a continuación una voz la sacaron de sus pensamientos.

—Me vas a contar ya lo que ha pasado?

Se pronunció la pamplonica mientras se sentaba en el mismo sillón que su amiga.

—Y Emma?

—Está dormida, tendremos un rato para hablar, pero no me cambies de tema Aiti

—Vale...

La joven empezó a narrarle los hechos de su discusión y Amaia le dio un par de consejos. Desde que se conocen se habían tenido la una a la otra, han salido de muchos problemas juntas y por eso, la que antes fuera su compañera de piso ahora era uno de los pilares esenciales de su vida.

Al cabo de una hora ya habían terminado de hablar lo ocurrido y estaban abrazadas tiradas en el sofá viendo una serie cuando una pequeña de pelo rizado con dos coletas apareció por el pasillo y se coló entre ellas

—Hola Tita Tana

—Hola mi amor —dijo la catalana dejando un beso sobre su coronilla

—Quieres un bibi para merendar?

La niña asintió muy contenta.
A Aitana le encantaba presenciar estos momentos madre-hija y es que, desde que Emma nació, han tenido una conexión muy especial. Quizá porque a la pamplonica le ha tocado hacer de padre (aunque el Tito Lis y Tito Oi eran los mejores), o quizá porque siempre quiso para su hija un mundo de felicidad, para que nada la rompiese, como había ocurrido con su mamá.

Se pusieron a ver la peli de La Bella y La Bestia tumbadas las tres en el sofá, donde ella pasó tanto tiempo con Luis. Ella no paraba de pensarle, siempre ocurría lo mismo, peleaban por tonterías y a veces hasta se planteaba si valía la pena pero al pensar en los momentos a su lado se daba cuenta de que valía la pena, la alegría y el amor, porque Luis lo valía todo.

Después de verse un buen maratón de Disney, la catalana decidió salir a dar una vuelta por las calles de Madrid. Se abrigó mucho, ya que Noviembre le dejó el frío a Diciembre, aunque no quemaba tanto como siempre. Emma quería ir con ella, pero ahora mismo necesitaba salir sola, despejarse y aclarar ideas. De camino a su destino principal que estaba un poco lejos, pasó por el Rodilla, el hambre la podía porque la enana de la casa se había comido el bol de palomitas entero.  Caminó durante un rato, hasta llegar a la parada de Metro, allí se encontró con un chico rubio con tupé que decía llamarse Raoul. Resulta que se conocían del colegio pero ambos habían olvidado sus caras por completo hasta ese intante, charló con él un rato hasta que se despidieron y ella decidió continuar con su ruta del descanso, como lo llamó Amaia. Paseó por Sol, siguiendo la Plaza Mayor hasta llegar a Gran Vía. Aquel lugar le traía muy buenos recuerdos. Sus padres la trajeron de chiquita a ver el Rey León y desde entonces no para de cantar. Decidió pasear por esa calle tan bonita de la memoria recordando instantes, en un momento se paró justo en frente del cartel de Sweeps dándose cuenta de que había mucha gente haciendo cola para algo que ella desconocía. Se fijó en uno de los carteles que había por la calle colgado y se dio cuenta que era para una academia de piano y canto. Realmente ese siempre había sido su sueño y ahora que había dejado la universidad oficialmente, después de haberse dado cuenta de que Diseño no era su futuro, esperó en la cola hasta que llegase su turno. Las posibilidades que tenía de que la cogiesen eran nulas, al menos en su opinión. Pero todo cambió cuándo la directora la dijo que estaba dentro.

Otra vez él, recuerda todos los momentos en que la catalana le contaba sus sueños y le decía que si de verdad eran sus sueños, que la acompañaría hasta el fin del mundo para conseguirlo. Y ahí están, ella haciendo una prueba de canto y él en paradero desconocido. Pero algo les decía que volverían, porque al lugar donde fuiste tan feliz siempre vuelves y para ella, el gallego era su hogar, era su felicidad.

Llegó a casa de Amaia sofocada, después de haber venido corriendo para contarle la noticia pero no se esperaba para nada que su mejor amiga estuviese rodeada de 2 personas que para nada imaginaba que pudiesen estar ahí. Amaia tenía lágrimas en los ojos, la niña no estaba y Aitana se temía lo peor. Corrió a abrazar a su amiga y se decidió hacer la pregunta que lo podría cambiar todo, y no sólo para Amaia

—¿Qué hacéis vosotros aquí?

—Yo... quiero conocer a mi hija

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Holaaa!!! Aquí traigo un capítulo, espero que os haya gustado muuucho. Bueno, es un poco movidito, ya veis que Aitana y Cepeda han discutido y se han tomado un tiempo, que creéis que pasará? Y quién creéis que son las personas que están en casa de Amaia? Dejármelo en los comentarios que siempre os leo. Bueno, lo dicho, que espero que os haya gustado mucho, si es así dejar voto para yo saberlo y que os cuero mucho.

Besooss💙💛

PD: Que tal el puente? Os vais a disfrazar?

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