007

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—¡Por favor, qué alguien me ayude~!—. Exclamó Jimin mientras se lanzaba a la alfombra y pretendía quedar inconsciente.

—¡No te preocupes princesa! Todo está bien ahora, ¿por qué? ¡Porque yo estoy aquí! Quítate feo dragón—. Jungkook abrió la boca ofendido al ver como por primera vez resulto ser el malo de la historia. Su hijo constantemente lo alejaba de Jimin con posesividad.

El castaño sonrió dulce y tomó al niño en brazos mientras Jeongsan sonreía de forma boba, la tiara resbalando por su frente.

Algo en el pecho de Jeon pareció entibiarse, su tonto enojó dispersándose mientras se quedaba con la imagen de alguien abrazando a su hijo de esa manera.

Y es que era una escena preciosa y un poco desordenada también. Jeongsan había armado un castillo a punta de mantas y cojines. Jimin llevaba un vestido hecho de sabana y él tenía un escudó de cartón que habían hecho durante el día, antes de que llegara del trabajo. La forma en que le Jimin recibió con gusto sus abrazos mientras sonreía era algo que aceleraba a su corazón.

Cualquier padre querría que su hijo fuera querido y mimado.

Ladeó un poco la cabeza y se sorprendió al notar que de hecho Jimin sí parecía una princesa, un hada e incluso un ángel, su piel era casi como una porcelana, su cabello sedoso cayendo de forma rebelde por su frente, sus prominentes labios, su fina figura y aquella aura de amabilidad que irradiaba.

No pudo evitar que su mente le traicionara y volviera nuevamente un par de semanas atrás, parecía ser incapaz de salir del estupor causado por la imagen de Jimin y cualquier persona a su lado. Era como darte cuenta de que tus profesores en efecto si tenían una vida, por más vago que sonase.

Jungkook solo conocía el Jimin que se mostraba ante él y su hijo y en efecto, ese era un buen Jimin: cuidadoso, atento, extremadamente dulce y amable, no obstante imaginarse al castaño teniendo una vida, una cita o algo que no fuera una sonrisa en la cara lo descolocaba. Pensar que Jimin había sido un adolescente, había estudiado y pasado por situaciones comunes como todo el mundo, que era alguien con errores y defectos a menudo no salían de su mente.

Porque sin poder notarlo, en él crecía la urgencia de conocer más al niñero de su hijo.

—¡Jungkookie~!

Oh no.

De forma inútil el pelinegro trato de hundirse en su asiento pero pronto sintió como Jin despeinada su cabello y le sacudía un poco mientras los gritos de Taehyung le seguían.

Y no había nada que pudiera decir al respecto.

—¿Cómo has estado?— Gruñó .

—Bien.

Los dos Kim se miraron con una sonrisita cómplice y se pusieron a su lado como las gatitas de la dama y el vagabundo.

Diabólico.

—¿Cómo va todo con Jimin?—. Preguntó Taehyung. Siempre que tenía la oportunidad hacía la misma pregunta.

—Bien, Taehyung. Va todo perfecto.—Soltó entredientes. Tanto Jin como Taehyung le distraían de sobremanera, si no trabajaba rápido no podía llegar temprano a su hogar.

—Es guapo ¿no?—. Oh y ahí iba la segunda pregunta que siempre hacía.

Si decía que sí, le dejarían en paz. Pero no podía permitirse tal humillación. Chasqueó la lengua.

—No lo sé. No lo creo.

Ambos chicos bufaron pero rápidamente algo cautivo su atención.

La nueva secretaria de Namjoon caminaba hasta la oficina de su jefe con un café en la mano. Jin arrugó la cara.

Hey baby! • KookminМесто, где живут истории. Откройте их для себя