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Jungkook rió mientras daba saltitos con Jeongsan en su espalda.

Finalmente era domingo y tenía un día libre para tratar de cumplir sus promesas, entre las que se incluían "actividades entretenidas" como las llamaba su pequeño.

El sol pegaba fuerte en su parecidos tonos de piel, y pronto el niño se removió para correr hasta los toboganes y columpios.

—¡No corras tan rápido, te vas a caer!

Malditos padres y su forma de ver el futuro.

Jeongsan trastabillo en la arenilla del patio de juegos y le miró con los ojos bien abiertos.

—Vamos hijo, está todo bien. De pie—. El niño asintió torpe y se levantó para después sacudir sus manitas.

Jungkook busco un asiento equidistante a la zona de juegos y se sentó con una gran sonrisa.

No era por presumir pero su hijo era el mejor en todo.

Observó y cuidó de su hijo con cariño y paciencia por horas. Interrumpiendo su diversión sólo para darle algo de beber y comprar algún dulce.

Con dificultad salieron del parque. Sus brazos comenzando a temblar por el cuerpo cansado en sus brazos.

Su hijo ya no era aquel bebé que le cabía en el pecho.

Llegó hasta su auto y antes de introducir la llave recordó la promesa que le había hecho a Jeongsan.

Irían por helado.

Lo pensó unos segundos. El pequeño no se lo perdonaría si despertaba en su hogar sin haber recibido aquella copa de helado suprema.

Completamente inconsciente de las miradas que recibió toda la tarde (coquetas y lascivas). Jungkook observó el arrebol de las nubes, perdido en su propio mundo de preocupaciones mientras caminaba con cuidado hasta la heladería.

Fue hasta la caja y suspiró cuando vio los precios.

Vivir era difícil.

Sin embargo, pagó sin arrepentirse ni un poquito y trato de despertar a Jeongsan.

—Hijo, helado...

Listo.

El niño había despertado.

Buscaron una mesa desocupada en el atestado local y sonrió gustoso cuando vio como su hijo devoraba su copa suprema. Esperaba que no enfermara debido a la cantidad de azúcar que estaba ingiriendo. Su estómago rugió y sin poder evitarlo se saboreó un poco.

Luego corrió la mirada.

Cuando llegara a casa buscaría algo para comer. Le restó importancia.

Al mismo tiempo, tanto padre como hijo giraron su cabeza y abrieron sus ojitos. Aquella risa melodiosa y característica atrajo su atención de golpe.

—¡Mira papi! Es Jiminie~—Jungkook asintió torpe mientras observaba la manera en que el castaño reía, su mano entrelazada sobre la mesa con la de un chico pelirrojo y ¿guapo?

Jungkook no lo sabía, sin embargo algo en su interior pareció sentir algo similar a la decepción.

—¿Podemos ir a saludarlooo~?—. Rogó el pequeño, Jungkook rió al ver como su rostro y ropa estaban manchados.

Parecía un niño descuidado. Todo llenó de tierra y con algunos raspones. Jungkook tomo una toalla húmeda desde la mochila que siempre cargaba y limpio los brazos y rostro del pelinegro a pesar de las quejas.

Hey baby! • KookminWhere stories live. Discover now