-Eres demasiado impaciente- dijo Akibel, lo dijo con tanta tranquilidad, que simplemente siguió caminando sin importar nada.

Yo no tenía noción del tiempo, a ciencia cierta no sabía cuanto tiempo llevábamos recorriendo ése dichoso laberinto que en realidad parecía no tener un fin, habíamos caminado por mucho tiempo, lo único que podía decir en mi defensa era, que estaba cansado.

Sí, exactamente, cansado, podría ser un ser inmortal, pero, éso no haría que no sintiese cansancio después de no beber nada desde hace... ni siquiera tengo idea de cuanto tiempo eh estado aquí, ni siquiera tengo idea de donde diablos estoy.

-Entonces eres un Héroe- intenté iniciar una conversación fluida con Akibel.

-¿Éso crees?- respondió divertido.

-Es precisamente todo lo que sé de ti- respondí, tratando de indagar un poco más sobre el asunto-Quisiera saber más al respecto- Akibel me ignoró por completo pues estábamos a punto de salir de aquel laberinto eterno, ya se divisaba la salida, por fín, éstas paredes oscuras me tenían harto, pero al fin parecía haber otro camino.

Continuamos caminando un poco más, en silencio, lo único que se escuchaba eran las botas de Akibel y mis zapatos no tan lustrados de tras suyo, el polvo los había ensuciado, éste andar era tortuoso, tan tortuoso que ya comenzaba a arder un poco mi garganta, tenía sed, ansiaba sentir la sangre en mi paladar una vez más, ya comenzaba a sentirme agotado, las energías comenzaban a bajar de apoco, sabía que si en poco tiempo no bebía algo me volvería loco, quizás terminaría prendiendome del cuello de Akibel con tal de tener algo en la faringe, estaba hambriento, cansado, sediento, el respirar dolía a cada momento, era una real tortura.

Llegamos pronto al final del laberinto, salimos y no había nada, sólo oscuridad, era como una especie de catacumba, las paredes de piedra con algunas antorchas en las paredes, Continuamos en silencio dicho camino hasta llegar a unas especies de criptas en las cuales había algo escrito.

Introitus ad infernu

Leí mentalmente aquellas palabras y entendí, era la entrada al infierno. Allí nos detuvimos.

Esperé impaciente por un instante para averiguar que se traía Akibel entre manos.

Akibel sacó la espada de su saya (funda), pasó su lengua sobre el filo haciendo un corte profundo en ella, con la punta de la espada comenzó a dibujar un pentagrama sobre las criptas, sacando un poco de humo gris de las puntas de sus dedos, escupió de su sangre sobre las caritas de piedra diciendo algunas palabras.

Akibel, quis ostendit Kabbalah hominibus: Volo aperire hoc portal, honoris peto, ut pro permission.

(Akibel, quien mostró la Cábala a los humanos, quiere abrir éste portal, pido permiso para dicho honor.)

Al terminar con aquellas palabras, el humo que seguía saliendo de sus dedos se volvió espeso, de las paredes de las criptas salió una sombra se hizo presente de bajo de la nuestra, eran garras, esa forma tenía la sombra, la sombra tomó mi sombra y la arrastró de bajo de las paredes justo como ella había salido, de pronto mi vista se nubló caí al suelo, logré apenas ver a Akibel quien me miró y sonrió, lo observé un segundo mientras tomaba una forma extraña, su piel se rompía y de el salía un extraño pelaje color blanco, su cuerpo comenzaba a retraerse, a deformarse, después de éso no recuerdo nada, supuse estaba inconciente.

-¡Hey!- escuché un susurro- Florian ¿Estás bien?- una dulce voz atravesó mis oídos, era una voz familiar- Me alegra tanto que estés de vuelta- estaba demasiado cansado para si quiera despertar, no tenía ganas, quería dormir un poco más, aunque eso no me ayudaba con las energías perdidas, sentía cierto alivio cuando mantenía mis ojos cerrados.

Soy un maldito, lo sé.Where stories live. Discover now