Capítulo 34: "Frente a la chimenea"

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La oscuridad ya había reinado en todo el exterior. Llevándose las luces artificiales y dándole la bienvenida a la luz azul de la gran celeste que surcaba por los cielos. El silencio también se había apoderado de la tierra. Pero en el único lugar en donde la oscuridad y el silencio aún no habían tocado, era en una cabaña de madera que se alzaba en lo oscuro del campamento.

La chimenea aún estaba ardiendo y en lo que antes era una sala fría y oscura, se había convertido en un lugar cálido y con una tenue iluminación anaranjada. En el centro de la habitación, y considerablemente cerca de la chimenea, se encontraba una pareja acostada en un nido de almohadas y de mantas, que cubrían celosamente a la muchacha que dormía entre los brazos de su protector. Su cabello rojo se perdía en la anaranjada iluminación que las llamas otorgaban, fundiéndose como rayos de un sol nocturno. Su piel cremosa y satinada brillaba con el juego de luces y sombras que se desarrollaba en aquella habitación. A su lado, estaba su lobo. Su protector, quien vigilaba sus sueños y completamente alerta de algún sonido sospechoso o algún cambio brusco de ambiente. El joven lobo aún no se dejaba caer en los brazos de Morfeo. Sin tener el sueño suficiente como para descansar, se dispuso a observar a la mujer que se encontraba entre sus brazos. Contó las miles de pecas que tenía alrededor de su rostro. La simplicidad de sus labios, su pequeña nariz que enmarcaba su rostro y sus mejillas enrojecidas por el calor. Amó cada detalle de ella, cada imperfección que se lograba ver, como la pequeña arruga que se le estaba formando entre sus cejas, por haber fruncido el ceño tantas veces. Era imposible expresar lo mucho que la amaba y lo doloroso que es no poder controlar aquel sentimiento tan fuerte, que lograba que su corazón diera punzadas incomodas en su pecho.

La pequeña pelirroja se removió inquieta en sus brazos, para después quejarse sonoramente. Estaba teniendo una pesadilla, y casi de inmediato, Caleb acudió a consolarla con tiernas caricias y pequeños siseos. Scarleth abrió los ojos y el rostro de Caleb fue lo primero que vio. Su corazón agitado se calmó casi por arte de magia. Su piel se erizó cuando entró en contacto con la bronceada piel de Caleb, quien pareció notar la reacción que él mismo era capaz de provocar en ella.

—Tranquila—Secó sus lágrimas que estaban a punto de caer por su sedosa piel—Sólo fue una pesadilla.

—Caleb—Puso su mano encima de la de él, quien se encontraba quitando las lágrimas que se avecinaban—. No permitas que te separen de mí.

Él río melodiosamente. Para Scarleth fue música para sus oídos.

—No podría separarme de ti. Primero que nada lucharía para que no se interpongan entre los dos y si lo hicieran, te buscaría hasta los confines del universo.

Ella sonrío ampliamente y sus dientes se asomaron en aquella sonrisa tan dulce que sólo Caleb tendría el privilegio de mirarla. Algo dentro de él se agitó dolorosamente ante aquel gesto tan hermoso. Quiso llorar entre sus brazos y reir tan fuerte como para despertar a todo ser que estaría durmiendo a estas horas. Quería verla sonreír de esa manera más a menudo. Quería que ella le sonriera así, sólo a él. Nadie tenía el privilegio de recibir algo tan único como ese pequeño gesto. No era novedad que él ya estaba enamorado de Scarleth. No le importaba saber que la amaba. ¿Por qué debería importarle? Él nació para sentir aquel sentimiento. Tanto había sufrido a lo largo de su corta vida, y finalmente, le fue recompensado por una criatura de cabello como el fuego. Si bien, Scarleth no podría ser la chica más expresiva en el mundo, o la más enamoradiza. Pero cuando ella estaba con él. Demostrarle lo mucho que le importaba, era algo que no era propio de ella, pero necesitaba expresárselo, sólo a él.
Estuvieron varios minutos en silencio y mirándose el uno al otro. La sonrisa ya se había desvanecido hace un buen rato. Ambos corazones latían sonoramente, pero parecía que latían al mismo tiempo, sin lograr distinguir cual latía más fuerte que el otro. Al fin y al cabo, ambos eran un cuerpo.

El lobo de los ojos amarillos | [Libro 1] (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora