Capítulo 29: "Faros en el estacionamiento"

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Maratón: 1/3


SCARLETH


A pesar de que eran las siete y media de la tarde, estaba muy oscuro como si fueran a penas las once de la noche. El establecimiento aún estaba abierto y las luces estaban encendidas. A pesar de que las clases ya se habían acabado hace un buen tiempo, aún había estudiantes merodeando por todo el edificio. Algunos estaban preparando el auditorio para la obra escolar. Otros, estaban en el gimnasio colocando mesas para la feria de ciencias que sería en la mañana del mismo día en el que haríamos la obra. El consejo estudiantil iban de aquí para allá, cargando cajas con manualidades decorativas para colocar en la entrada al establecimiento. Incluso, se habían quedado algunos profesores para ayudar a los estudiantes a terminar las decoraciones.

El auditorio estaba repleto de estudiantes, ayudando en la decoración como en el tema de las luces. Hasta incluso se encontraba el club de costurería haciendo los trajes.

Bajé del escenario y caminé hacía la butaca en dónde había dejado mis cosas anteriormente. Faltaban al menos unos cinco minutos antes de poder irnos a nuestras casas, por lo que agarré mi abrigo y me lo coloqué, arreglando las mangas que se habían quedado atrás. Enrollé mi cuello con la bufanda tejida por mi madre y de reojo vi a Eleanor acercarse hasta agarrar sus cosas, las cuales se encontraban exactamente al lado de las mías.

—¡Hola! —Saludó sonrientemente mientras se abrigaba al igual que yo.

Su largo y castaño cabello estaba suelto, y sus rizos se enrollaban en sus brazos que se movían por todo su cuerpo. Arreglando y acomodando.
Su mano estaba vendada y a pesar de haber pasado un tiempo desde el incidente, parecía dolerle todavía.

—Quería pedirte perdón por lo que sucedió—Dije agarrando mi bolso y colocándolo en mi hombro izquierdo.

—No pasa nada—Sonrío dulcemente—. Tenías fiebre y a lo mejor como tenía las manos heladas, me quemaste por accidente por el cambio de temperatura.

—Sí, eso debió haber sucedido—Me concentré en sus movimientos casi hipnóticos. Ella pareció no haberlo notado.

Eleanor se trenzó el cabello mientras nos mirábamos, intentando buscar algún tema de conversación. Me fijé en cada movimiento de sus dedos al enredarse con su cabello. Sujetó el cabello con una pequeña liga, atándolo tres veces para mantenerlo firme y a continuación sacó de su mochila un par de guantes color turquesa. Mi color favorito.

—¡Que lindos! —Exclamé al verlos. Eleanor me los extendió y yo los agarré sin dudarlo para mirarlos con más detalle. Eran unos guantes de tela, en las que tenían pequeñas flores bordadas de un color azul casi imperceptible. Eran guantes pequeños.

—Fue un regalo de una amiga en L.A.

—Son muy preciosos—Se los entregué y ella se los puso delicadamente. Sentí un poco de pena al ver los guantes que tenía. Estaban tejidos por una lana de varios colores que había comprado en una tienda andante, que pasó por la ciudad el verano pasado. Eran muy calientitos.

—Tus guantes también son muy lindos—Señaló amablemente.

—Se los compré a unos Hippies.

—Al menos lucen calientitos. Estos son todo lo contrario—Río suavemente y ahora entendí porque todos los chicos les gustaba hacerla reir.

Eleanor me acompañó en el estacionamiento del establecimiento, mientras seguíamos con nuestra conversación sobre el porqué los guantes bonitos no son calientitos como los que uno compra en una feria.

El lobo de los ojos amarillos | [Libro 1] (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now