Capítulo 22: "Escondido"

190 40 16
                                    


Entre lo más oscuro de la noche, con la oscuridad cubriendo el suelo y el cielo. Un cazador apuntaba con su rifle a su presa, quien estaba tranquilo y sin pensar de lo que podría suceder. El cazador bajó su rifle cuando una luz cayó del cielo y lo sosegó por completo. El venado salió arrancando completamente temeroso por su vida y se escondió en lo más recóndito del oscuro bosque que rodeaba la ciudad.

Aquella luz que caía lentamente desde el oscuro cielo, las cuales las sombrías nubes abrían paso para que ésta cayera libremente. El cazador se acercó hasta tener la bola de luz encima de su cabeza, y ésta cayó hasta flotar entre las manos que el cazador había extendido. Emanaba calor y él, nunca había visto algo tan hermoso como aquella bola de luz cálida que flotaba en sus manos. Sentía como si llevara en sus manos, el corazón de un niño lleno de amor y tranquilidad, o algún pichón nuevo que cayó de su nido. El hombre sonrío cuando de aquella bola de luz, emergió una clase de brazo que se apoyaba en las manos del hombre. ¡Era muy cálido! Y aquel hombre, se sorprendió. Era como posar las manos en una llameante chimenea después de exponerse al frío.

Desde la oscuridad del bosque. Se escondía una persona, acostumbrada a estar a escondidas y a la presencia de la muerte misma. Se encontraba un joven cazador, quién miraba la bola de luz, sin sorprenderse al igual que aquel hombre que la miraba impresionado por la belleza de ésta. El cazador, no era como el hombre, quien cazaba animales para alimentarse de ellos o para vender su carne a alguna carnicería de la ciudad. Aquel cazador cazaba algo mucho más grande y poderoso, algo peligroso y que debía ser destruido de forma inmediata. Sentía asco al ver la bola de luz y sabía perfectamente como detener el asco que sentía en la boca de su estómago... Tenía que cazarlo, tenía que destruirlo y nada lo haría más feliz.

Se acercó al hombre con total silencio, pisando con cuidado para no llamar la atención, convirtiéndose cada vez más en la oscuridad que lo acompañaba en su casería. Preparó su arma y se paró detrás del hombre, apuntando siempre con la mira de su poderosa arma. Se sentía poderoso. Apuntó la bola de luz y sin que haya nadie que lo pudiera detener. Apretó el gatillo y el arma no tardó en dar fuego y la bala, viajó mucho más rápido de lo que aquel cazador esperaría y penetró a la gran bola de luz, la cual se rompió en mil pedazos, como si sólo fuera una bola de cristal. Los cristales no llegaron al suelo, puesto que se desvanecieron antes de que los altos pastos lo rozaran con el rocío que dejaba la niebla nocturna; el cazador sonrío victorioso por su caza y lo comparó con mil orgasmos. En cambio, el hombre se dio la vuelta para encontrarse al joven cazador, quien lo estaba apuntando después y lo único que pudo ver antes de que el cazador le matara con un tiro en la cabeza, fueron sus feroces ojos, sedientos de sangre y quizás nada lo podría satisfacer. El hombre cayó al suelo, muerto y sin luz en sus ojos, con un agujero rojo en su frente, dejando ver como la carne se contraía por culpa de la bala que había penetrado ya su cráneo. Sonrío nuevamente. Se acercó al hombre sin vida, quien no tuvo tiempo para pedir clemencia por su vida o para responderle el disparo con su rifle de caza.

—¿Algún testigo? —Se escuchó una voz a su espalda y el cazador se dio la vuelta.

—Ya no—Respondió colocándole el seguro a su arma.

—Landau—Suspiró diciendo su apellido—. Sabes que va contra las reglas quitar la vida de un humano.

Landau se encogió de hombros y miró sin importancia al hombre que yacía muerto en el suelo.

—¿Terminamos aquí? —Preguntó su compañero.

Landau miró al Este.

—No—Dijo—. Aún no.

El lobo de los ojos amarillos | [Libro 1] (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora