—Allí hay un lugar para que te estaciones —señala.— aún tienes una fuerte cantidad de alcohol en tu sangre. Ni siquiera a pasado las veinticuatro horas y estas manejando. Detente, yo manejo.

—¿Estás loca? —cuestiona, pero por algún motivo se desvía hacia el lugar que a castaña señalo con anterioridad.—yo me encuentro bien —asegura, estacionando el carro.

—No, no lo estas —contraataca bajándose del auto, rodeándolo y tocando la ventana del carro. Alejandro baja la ventana. —bájate —ordena.

—¿Me estas ordenando? ¿A mi? ¿Sabes quién soy? —bromea indignado.

Adamaris ríe nerviosa, parpadeando rápidamente pero ni se inmuta. Sabe que solo está jugando.

—Abajo e dicho —sentencia.

Alejandro baja del coche, Adamaris se monta y espera a que se montara. Alejandro se colocó el cinturón de seguridad.

—Esto es vergonzoso —asegura el castaño.

Adamaris suspira.

—No, no lo es. Ahora, me tienes que decir por donde tengo que coger, no tengo ni idea de donde estamos —suspira, agarrando con fuerza el volante. Alejandro asiente.— ¿preparado? —pregunta indecisa.

Alejandro frunce el ceño.

—¿Me estas preguntando? ¿En serio? Por favor dime que sabes manejar —suplica sin una pizca de humor en su voz.

—Bueno —alarga a letra o.— No tan bien, pero me defiendo.

Alejandro mira hacia al frente, agarrando fuertemente la soga de cinturón de seguridad. Adamaris arranca.

—Te dije que era pan comido —Adamaris ríe cuando al girar su cabeza ve la cara de espanto de Alejandro. Pensó que se veía muy lindo incluso en ese estado.— ¡Oh vamos, no seas tan exagerado! —Alejandro la mira molesto.— ya llegamos, ya puedes bajarte.

—Deja de mandar —gruñe, pero baja del auto.

Adamaris lo sigue y juntos entraron a la casa.

—¡Oh vamos! No manejé tan mal —le dice la castaña.

—No para nada. No mas que frenaste como... Diez mil veces. Necesitas unas clases urgentes de conducir —refuta Alejandro.—espérame aquí, iré a bañarme. No me demoro.

Alejandro subió las escaleras de dos en dos bajo la mirada de la castaña, hasta que se perdió de sus ojos. La verdad nunca imagino que todo fluyera entre ellos tan natural y mas cuando se acaban de conocer y sabe que ella no es de su agrada. Cuando estuvo sola se aproximo al balcón, y parándose allí observo el paisaje. Las montañas, las palmas, la carretera y vehículos que transitaban por esta y que rodeaba la playa, las pocas personas que estaban en el lugar. Era impresionante. ¿Y lo mejor?. El mar ni se asemejaba a lo que veía en la televisión, periódicos o Internet. Se sentía pese a todo tan bien... En paz. Adamaris sonrió y se mordió el labio dudosa, quería sentir la arena de la playa en sus pies, quería ser envuelta por las cálidas aguas del mar, cerro los ojos y de repente una idea se le cruzo por la cabeza... Con duda, se apresura a salir del balcón, atravesó la cocina, abrió la puerta que conecta al patio y salio.

Observó la piscina, sus agua parecía agradable, la rodeo hasta llegar al delgado borde que separaba la piscina de la playa. Se acuclilla e inclina hacia delante sus manos, sumergiéndolas en el agua.

Justo en ese instante Alejandro bajo las escaleras y al no ver a la castaña, pensó que estaba se había ido a la habitación. Se gira dispuesto a subir la escalera y sacar la castaña debajo de la cama si allí estaba escondida, pero se detiene al ver la puerta corrida, sonríe, cruza la sala y la cocina y sale al jardín. Se detiene al verla y sin querer perderse la vista, retrocede hasta chocar con la pared donde se recuesta y cruzando los brazos sin poder apartar la mirada y sin darse cuenta que su mirada y sonrisa habían cambiado. Era cálida, maravillado.

Los Cambios En El AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora