Capítulo 17 MARATON parte 2

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¿Seria muy egoísta de su parte? Realmente estaba haciendo un chico malo, pero simplemente si se podía permitir tener este grado de egoísmo y con su propio amigo. Era una mierda.

Tanto Adamaris como Alejandro desayunaron entre risas y bromas. Juntos lavaron los utensilios utilizados como lo había prometido Adamaris le guardo un poco de comida a Juan y fue Alejandro quién se encargó de llevárselo hasta su cuarto. Después arreglaron sus maletas y llevaron al auto donde se encontraron ya listos para partir.

—Primera parada, el hospital —Adamaris ríe ante el tono burlesco que utilizo Alejandro.

El camino fue silencioso pero agradable, en cada parada que hacían compraban ya que aunque la castaña se negará aceptar lo que Alejandro le ofrecía por la insistencia de éste tenía que si o si aceptarlas.

—Eres un egocéntrico. ¿Me puedes decir donde voy a meter todo esto?—cuestiona Adamaris.

—¿Cuál es el problema? Podemos meter todo en una caja y problema arreglado.

—Para ti todo es posible, ¿no?. ¡Claro! es que al heredero de la familia Alcalá nadie le puede decir que no —Alejandro  extendió una sonrisa socarrona. Adamaris bufo.— eres un tonto.

—Oh no deberías de insultar a la única persona que te esta sirviendo de guía —dice usando las mismas palabras de la castaña.

Cuando llegaron al hospital encontraron a Joel  esperándolos ya que Alejandro antes de partir le había avisado. Apenas lo vio, Adamaris se lanzó a sus brazos olvidando por un momento que no estaban solos y causándole una gran alegría al moreno. Alejandro desvío la mirada sintiéndose incómodo.

—Por dios me siento terrible. Ayer ni siquiera te llame para saber de ti —le susurro.— soy una mala persona.

—No digas tonterías. Tu aquí viniste a pasarla bien, a conocer, a divertirte. Yo lamento no ser el que este a tu lado en este momento, pero sé que te e dejado en muy buenas manos —le estrecha la mano a Alejandro mientras estrecha entre sus brazos a la castaña. Alejandro le sonrió.

Adamaris suspira y se aparta de él, sintiendo sus cachetes arder. Ellos no estaban solos, se recordó.

—La pase muy bien, gracias a los dos. Sin ustedes... Uno de mis sueños jamás se hubieran hecho realidad —estrecho la mano de Joel y le sonrió con tristeza. —aunque fue una lástima que no estuvieses. Alejandro se encargo se pasar este mal trago, no sé como agradecerles.

—¡Pero conmigo la pasaste genial!  —exclama Alejandro haciendo reír a los presentes.— y a mi no me tienes  que agradecer nada... Con lo de esta mañana fue suficiente.

—Si la pase muy bien —acepto y el pecho de Alejandro se lleno de alegría.

—Disculpen —los interrumpe una enfermera que acababa de entrar a la habitación, detrás de ella venia un enfermero que traía una silla de ruedas.— venimos por el paciente.

Joel chasqueo la lengua.

—Noooo, cinco minutos más por favor —pide Joel colocando una cara de suplica que pretendía ser de cachorro.

—Lo siento, pero debemos de hacerle las plaquetas —dice la enfermera.

—Anda ve, nosotros te esperamos aquí —habla Adamaris.

—Oh no, el día de ustedes aún no acaban —asegura Joel confundiendo a Adamaris. —esta bien, vámonos —le habla a la enfermera.

—Les ayudo —se ofrece Alejandro. Entre esté y el enfermero levantaron a Joel de la camilla y lo colocaron en la silla de ruedas.

—¡Disfruten el día! —les dice antes de dar la orden para que se lo llevaran.

—¿De qué esta hablando? —le pregunta Adamaris a Alejandro cuando Sr quedaron solos.

Esté se encoje de hombros.

—Ya oíste a Joel, el día para nosotros no acaba. Falta lo mas importante antes de dejar Acapulco —asegura Alejandro.

Adamaris entre cerro los ojos con recelo tratando de descifrar lo que se traía en mente el castaño.

—¿Puedo saber donde me llevarás?.

—A mi lugar favorito... ¡Y sé que a ti también te va a encantar!.

Tomaron un taxi ya que Alejandro había pedido que llevaran las maletas al avión. No fueron muy lejos, de hecho el taxi se detuvo en medio de la nada en una calle donde no transitaba demasiada gente. Alejandro se bajo, rodeo el carro y le abrió la puerta a Adamaris.

—¿Donde estamos? —le pregunta a Alejandro.

—En mi lugar favorito —responde.—necesito que te cubras los ojos.

—¿Qué?.

—¡Ya oíste! Tápate —Alejandro mueve sus manos insistente.

—¡No, estás loco! —dice riendo.

—Vamos, vamos—la ignora, colocándose a su espalda y tapándole el mismo los ojos.

—¡Oye! —se queja pero no forcejea.— ¡Cuidado y me dejas caer! —le advierte.

—Tu confía en mi —pide. Antes de empezar a caminar Alejandro se percata de la fragancia que desprende la castaña. Era un olor diferente al que estaba acostumbrado pues la mayoría de mujeres usaban fragancias demasiado  agrias y era muy difícil deshacerse de ellos. Aspiro una vez más. ¡Claro! Ya sabia lo que era. — rosas...—susurra.

—¿Qué? —rie.— ¿qué dices?.

—Tu fragancia...

—Ah... Es algo de rosas secas.

—¿Personal chioce? —asegura.

—¿Cómo lo sabes? —pregunta incapaz de ocultar su asombro.

De pronto a Alejandro se le cruzó un pensamiento por la cabeza. ¿Le habrían cambiado la iris de sus ojos? Sintió curiosidad.

—Soy un hombre que sabe reconocer buenas fragancias —se jacta.— ahora, continuemos.

Marcharon en linea recta hasta llegar al final del camino.

—¿Preparada?—pregunta.

—¡Ándale ya! ¡Estoy muy curiosa! —sus palabras murieron cuando las manos de Alejandro se apartaron de sus ojos y estos a la vez observaron la mejor vista que alguna vez hubiese visto. Abre y cierra los ojos sin ninguna palabra articulada o pensada.

Alejandro estaba emocionado, ella era la segunda persona que compartía con él su secreto; la primera era Joel.

—Este lugar lo utilizó para pensar —comenta.— cuando siento que necesito un respiro, alejarme de todo... Aquí vengo, siempre.

—Esto es...

—¿Hermoso? ¿Maravilloso?.

Adamaris niega.

—Más que eso.

—Si.

—Si, pero no encuentro palabras las-las palabras.

Ambos se quedaron en silencio y Alejandro se volteo viendo el panorama.

—¡Sabía que te iba a gustar!— exclama sin poder evitar sentir su pecho inflado lleno de orgullo.

—¿Qué si me gusto? —lo miro. Alejandro también la miro, comprobando que sus ojos cambiaron; eran auténticos verdes incapaz de ocultar su emoción. — ¡Por dios esto me encanto! Gracias... Oye yo... ¿Podría abrazarte?.

Aquella petición tomó desprevenido al castaños y sintió su cuerpo estremecer al sentir los brazos de Adamaris y después su a proximidad. No fue capaz de envolver sus brazos ella a pesar de que le había dado permiso. Estaba en shock, sin mencionar que su cabeza no paraba de enviarle mensajes de alerta algo que decidió ignorar.

Al montarse al avión Adamaris estaba tan cansada y cargada de tantas emisiones que en contados minutos se quedo dormida sin percatarse que Alejandro la observaba de cerca, incapaz de apartar la mirada y pensar en la gran mujer que le había tocado a su amigo, de pronto se sintió solo.

Los Cambios En El AmorWhere stories live. Discover now