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Era uno de esos días, ya sabes, ese tipo de días.

Un día para nada bueno, muy malo, horrible.

No importaba a dónde fueras o con quién hablaras, algo estaba mal, si alguna persona no estaba de mal humor entonces el mundo entero estaría tratando de provocar que fueras tú la que te enojaras.

Pero tú no eras así. Te gustaba ser amigable y amable. Pero parecía que el universo te estaba poniendo a prueba el día de hoy y, cuando regresaste a casa finalmente, no estabas segura quién había ganado.

Tú alarma no sonó esta mañana, pero gracias a tu reloj interno, solo despertaste 10 minutos tarde. Sin embargo, habías despertado con tu período y, por supuesto, manchaste las sábanas de tu cama.

Quitando todo de la cama, llevaste las sábanas a tu pequeño cuarto de lavado, rociándolas rápidamente con un quitamanchas y frenéticamente buscaste el blanqueador de oxígeno en polvo para hacer una pasta y simplemente tratar de limpiar la pequeña mancha en el colchón.

Esta no era forma de comenzar tu día.

Arreglandote lo más rápido que pudiste, te vestiste y te apresuraste a maquillarte, te pusiste tus flats negros y tomaste una barra de cereal y una botella de agua mientras salías por la puerta, tratando desesperadamente llegar a la estación del metro. Pero por supuesto, no tenías suficiente crédito en tu tarjeta para ingresar. Respirando hondo, te giraste hacia una de las máquinas para agregar dinero lo que te dejó aún más atrasada porque tu tren estaba a punto de salir de la estación.

El día pareció continuar de esa manera. Cuando llegaste al trabajo, te informaron que habría una reunión de último minuto a la cual asistir. Alguien importante vendría, así que todos entraron en modo pánico. Algunos compañeros de trabajo exigiéndote hacer cosas, algunos otros llamándote para pedirte algún consejo, opiniones o ayuda con sus propias tareas. A las 3 de la tarde aún no habías comido nada a parte de la barra de cereal y la tensión que se acumulaba en tus hombros y cuello solo era una señal de que necesitabas cafeína y la necesitabas rápido. Lo que se convirtió en otro problema porque cuando llegaste a la cafetería, la señora que estaba formada delante de ti comenzó a gritarle y faltarle el respeto al chico adolescente que estaba como cajero detrás del mostrador, así que cuando trataste de defenderlo y recordarle a esa señora sus modales, se enfureció y los gritos terminaron siendo para ti.

Saliendo del trabajo, el viaje a casa fue afortunadamente tranquilo, hasta que escuchaste el sonido de la lluvia cuando saliste de la estación del metro. Por supuesto que no tenías un paraguas, habías salido de casa casi corriendo esta mañana.

Antes de salir de la estación para enfrentar la lluvia, abriste tus mensajes en tu celular y le enviaste un mensaje:

"Hola, Niall. Tuve un día realmente difícil y largo en la oficina. A pesar de lo mucho que esperaba esta noche, no creo que pueda ir. Lo siento mucho de verdad. Espero y se diviertan mucho. Si quieres y tienes tiempo, ¿tal vez podemos hacer planes nuevamente para el fin de semana?"

Gruñiste de frustración cuando finalmente entraste a tu casa. La lluvia se había convertido en una tormenta poco después de que abandonaste la estación del tren. La caminata normal a casa se sintió como una eternidad y, por supuesto, tus cómodos flats negros ahora estaban destruidos gracias al lago al que necesitaste entrar para cruzar la calle.

Odiabas el tener que haber cancelado los planes con Niall. Habías disfrutado de su compañía y de estar cerca de él las pocas veces en las que habían salido. Ni siquiera dirías que estaban saliendo oficialmente. Estaban en esa etapa incómoda donde salían a citas o a alguna que otra fiesta con otras personas pero que en realidad eran un buen pretexto para pasar tiempo juntos.

Sin embargo, cualquier tipo de prueba a la que el universo te sometió ese día, ganó.

Te pondrías la pijama, te acostarías en el sofá, mirarías un programa de televisión y te revolcarías en tu propia autocompasión y miseria. Ya habías tomado tu decisión. El ir a un pub y tomar algo con los tres primos de Niall y sus novias y algunos otros amigos para ver un partido de fútbol no iba a suceder de ninguna manera.

Mientras acomodabas un edredón limpio sobre el colchón y las sabánas frescas, escuchaste el tiembre de la puerta principal. Confundida, caminaste hacia la entrada para checar y abriste los ojos con sorpresa cuando miraste por el rabillo de la puerta.

-¿Niall?- Preguntaste abriendo la puerta aún confundida.- Hey.- Tu voz sonaba un poco apagada.- ¿Qué estás haciendo aquí?- De inmediato negaste con la cabeza y te disculpaste.- Lo siento, pasa

-¿No recibiste mi mensaje?- Su sonrisa brilló mientras se adentraba en la casa.- Te dije que compraría algo para cenar y podríamos quedarnos aquí.- Levantó un poco la bolsa en su mano.- Traje comida china.

Sentiste tu corazón apachurrarse y negaste.- No he revisado mi celular, llegué a casa y...- Te detuviste y te miraste, sintiéndote avergonzada, estabas vistiendo una pijama rosada de peluche y llena de conejitos con tu cabello en un chongo con alguno que otro mechón saliendo de él y sin nada de maquillaje.- ¿No preferirías estar con los chicos en el pub divirtiéndote?

Dejó la bolsa de comida en la mesa y negó.-Nop, no hubiera sido divertido sin ti allí, nena. -Su sonrisa aumentó.- Dijiste que tuviste un día difícil, pensé que tal vez podría mejorarlo aunque sea un poco.- Comentó, encogiéndose de hombros.

Sentiste tus mejillas sonrojarse y un montón de mariposas volando en tu estómago. Sus manos grandes encontraron tus mejillas y te acercó a él para dejar un beso rápido en tus labios, después se separó y miró directo en tus ojos. Sentiste el estrés abandonar tu cuerpo y por primera vez en el día, sonreíste genuinamente.- Está bien, pero ¿podemos ver "buscando a nemo" en vez del partido de fútbol?

Niall soltó una carcajada a la vez que asentía y te llevaba hacia la sala con él.

Imaginas | NHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora