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Volver a casa con un par de copas de más y sola nunca es fácil.

Con esa sensación de hundimiento de volver a casa sin compañía después de una noche de fiesta con tus amigas, lágrimas de risa que se acumulaban en tus ojos, mejillas adoloridas por tantas sonrisas, un estómago agradablemente lleno de licor, bocadillos y amor. Todo se resumía en tu soledad. Sola. Otra vez.

Pero lo peor, lo peor es que ir sola a casa te hacía pensar. No importaba cuán borracha estuvieras, no importaba cuánto te doliera la cabeza a la mañana siguiente, era imposible, cuando estabas metida en el asiento trasero de un taxi oscuro, frío y solo y manteniendo tus ojos ansiosos en la ruta, era imposible no pensar en él.

No pensar en la manera en la que él le diría al conductor a dónde los llevara a ambos, seguro de sí mismo de que irías a casa con él.

No pensar en la manera en la que sostenía tu mano es su regazo algunas noches, guiando tus dedos hacia arriba, hasta que se detuvieran en las costuras de sus jeans.

No pensar en la manera en la que él haría lo mismo contigo, con su mano entre tus piernas y la otra sosteniendo su celular mientras miraba historias en Instagram, fingiendo desinterés solo para volverte loca.

No pensar en la manera en la que le agradecería al conductor y te ayudaría a salir del auto, llevando su mano a la parte baja de tu espalda mientras cerraba la puerta detrás de ti.

No pensar en la forma en la que estaría sobre ti en cuanto abriera la puerta de su departamento, con su pecho presionando sobre el tuyo mientras sus manos se deslizaban alrededor de tu cintura para jugar con el botón de tus jeans.

No pensar en la manera en la que terminarían teniendo sexo en el primer pasillo, con tus piernas alrededor de su cintura, con uno de sus brazos apoyándose contra la pared, sus labios en tu cuello y sus pantalones tan solo hasta la mitad de sus muslos.

No pensar en la manera en la que te llevaría a la cama después de eso, preparándote un vaso de jugo y un par de galletas para compartirlas, dejando un beso en tu sien y después diciéndote que te amaba para finalmente quedarte dormida aferrada a su cuerpo.

No pensar en la manera en la que despertarías a la mañana siguiente y él...

-¿Disculpe?- La voz del conductor te sacó de tus pensamientos y te sentiste inestable, con el estómago lleno de recuerdos, alcohol, excitación y vergüenza, mientras levantaste una mano temblorosa para abrir la puerta del auto.

-Perdón, em, sí, gracias.- Mencionaste avergonzada. Tu voz se sentía gruesa, como cuando tienes que correr por un campo lleno de lodo y pozos después de la lluvia. Tú y Niall hicieron eso alguna vez, cuando fueron a visitar a Bobby para las vacaciones. Habían regresado a casa cubiertos de lodo y totalmente empapados y sobre todo, aún más enamorados que nunca.- Muchas gracias.

Escuchaste que el conductor te dio las buenas noches mientras cerrabas suavemente la puerta del coche detrás de ti. Por tu cuenta. Podías hacer esto tú sola.

Tu departamento estaba vacío y oscuro pero, por suerte, cálido. Te quitaste los zapatos en el pasillo y colgaste tu abrigo en el perchero, esta vez no se cayo como solía hacerlo cuando los abrigos voluminosos de Niall ocupaban demasiado espacio. Era una bendición, te dijiste a ti misma mientras caminabas por la cocina, no tener que levantar más abrigos del suelo. Los gabinetes estaban un poco vacíos pero encontraste una bolsa de cheetos y te pusiste a hacer una taza de té. Por tu cuenta, podías hacer todo esto por tu cuenta. Un poco inestable y tratando de no pensar en eso, aún sentías cómo todo daba vueltas debido al alcohol mientras esperabas a que la tetera hierva.

Trataste de no pensar en cómo deslizaría sus brazos alrededor de tu cintura mientras la tetera seguía calentandose, cómo bailaría lentamente contigo en la cocina, tarareando suavemente una melodía en tu oído. No querías pensar en cómo su voz solía ser para ti y nadie más, cómo sus canciones eran algo único entre los dos. Trataste de no pensar en tus manos sobre su pecho, sus frentes presionadas juntas mientras bailaban, su acento y su voz llenos de licor, felicidad y amor cada vez que te decía cuánto te amaba.

Imaginas | NHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora