La tortura psicológica

339 168 122
                                    


   Ella no soporta perder. Mata el dolor con una copa de champagne y una pitada de su Marlboro. Todo este quilombo es como un gran nido de cucarachas. Lo atroz y desagradable se instala en la mente de todos y es difícil mirar para atrás.

—Hay algunas razones por lo cuál estoy aquí —dijo el rubio.

—Hablá o de lo contrario me iré — sentenció Mathilde, todavía de pie frente a la mesa.

—Siéntate

—Se me eriza la piel. Así de fuerte. Me quiero ir —replicó la rubia con cara de enfado.

—Veamos. Cuando me tendieron la trampa, ustedes sobrepasaron los límites —añadió Matheus con énfasis.

—Ahora verán que comenzará a victimizarse —murmuró Monique comenzando a reír— me mareo de la vergüenza ajena.

—¡Sí, claro, pobre Matheus! Yo no quiero decir nada... ¡Pero, con cara venís a decirnos ésto! —exclamó Mathilde, masajeando sus sienes.

—¡Pero que estás diciendo! —dijo el rubio con voz cortante.

—Vos dejaste a la pobre de Monique desmayada en la vereda y no hiciste nada —demandó Mathilde con voz jadeante.

—Esto es el colmo... Ah, disculpe que lo haya molestado en un momento tan intempestivo,  ¿pero podría haber sido amable conmigo? Fue una situación muy urgente. Yo no tuve la culpa de haberme desvanecido por la cólera que me provocaste este día —declaró Monique, clavando la mirada en los ojos centelleantes del rubio.

—Monique, cálmate; me estás poniendo nervioso. Te lo suplico —imploró Matheus con su voz trémula.

—Matheus, vos te fuiste o más bien... huiste. ¿Cómo te fue en el hotel? ¿La señorita Boyd chupa bien? Queremos saber —rechistó la rubia enervada.

—¡Mathilde, cerrá la boca! —dijo Patty encolerizada— , yo sabía que la serpiente iba a pensar lo peor.

—¡Ja! Ahora la nena llora. Llora todo el tiempo. Me duermo pensando en que ella esta llorando y no consigo dormir —dijo Mathilde vociferando.

—¡No soy una nena!

—¡Dios mío! ¿Estás segura? No puedo creerlo.

—¡Cállense locas! —bramé alterado— hay un camino muy simple y se trata de olvidar todo este drama pasado.

—Mirá que resultaste ser diplomático — dijo y suspiró Monique.

—Lo sé, lo sé. No se puede ni tomar una cerveza aquí. Ya me cansé de tanta tertulia sobre lo que ocurrió esa vez —sentencié mientras le hacía un guiño a la camarera.

—Demetrius, vos querés paz y yo no comparto la exótica idea de no esclarecer la situación. ¡Me engañaron! —dijo de prisa tomando algunos sorbos de su cerveza.

— ¡Ja! ¿Y vos de que te reís ahora? — exclamé viendo a Boyd lanzando una carcajada limpia.

—De Matheus. Acabamos de descubrir que es la discreción en persona —dijo Patty mordiéndose el labio superior.

—¿Por qué lo dices? —respondió ojiplático.

—Porque sos un mentecato. ¿Cómo es posible que los demás supieran que esa noche tuvimos sexo? 

—Solo fueron quince minutos. Un encuentro casual. ¿Querés dejarte de joder? — masculló Matheus.

Patty se puso de pie enseguida con un brinco y dijo:

—Lo que tú me ofreciste fue un noviazgo estéril. ¡Dios mío, que alivio! No quiero un novio que solo dura dos minutos en la cama.

Matheus levantó la mirada y no le contestó. Sin embargo su mano temblaba al llevar el chopp de cerveza a la boca.

—El estómago me pide a gritos un buen plato de espaguetis con salsa —chillé.

—Sí. Llama al mozo que yo invito —dijo Matheus, aliviado al ver que Boyd se estaba yendo del bar.

Desconcertado, miré fijamente a Mathilde. Ella me lanzó un guiño y una sonrisa. Sabíamos que Matheus estaba martirizado por el apriete. Nadie sabe también como yo como lo torturan sus relaciones tirantes. Sin duda el rubio había aprendido la lección.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Infames (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora