Retroceder

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Ambos salimos del departamento de Rubí después de una hora y media de visita inoportuna. Mathilde estaba decepcionada, podría verlo en sus ojos. Mientras bajábamos las escaleras la imagen de Rubí flotaba en mi mente y saber que me agradaba me hacía retroceder por el miedo pueril.

Oye amiga. ¿Sabés por qué esto no a funcionar?  No va funcionar por como actúas, una vez que empiezas con tus cosas, es imposible hacerte ver la realidad.

Mi hermana sabe diferenciar entre lo bueno y lo malo —dijo Mathilde con agudeza— , tú siempre eres tan emocional.

—¡Ajá!  La gente no soporta tus emociones fuertes —respondí.

—¿Tú crees que ella te va a rechazar? — exclamó la rubia— , no lo hará, te lo digo nuevamente.

—Si alguien debe hacerse cargo de conquistarla —continúe— ese debo ser yo, no seas loca.

La lluvia se habia detenido y los charcos en las veredas eran hondos. Le abrí la puerta de mi auto, ella se sentó en el asiento, mirándome fijamente con una mirada vidriosa como espejos. Durante el camino hacia su casa guardó silencio con una actitud fría.

—Entonces —dijo, retomando su postura ruda—. ¿Hay posibilidad de que Rubí y tu tengan una cita? ¿Eh?

—Sé que tienes la osadía de querer emparejarnos, pero no —le dije, negando con la cabeza.

—De acuerdo —se quedó en silencio durante unos instantes, mientras estacionaba el auto en la puerta de su casa.

Mathilde sonríe ante mi expresión de duda.

—Demetrius, eres un pusilánime — sentenció la rubia.

—No te estoy mintiendo —respondí con voz firme — , Rubí es idéntica a ti.

—Entonces no tienes nada de que preocuparte, mi hermana puede ser físicamente similar, pero no pensamos de igual manera — dijo Mathilde, con un aire ausente.

—Oh, vamos. Si vas a dibujarme que ella no es igual a vos, no lo intentes —grité, dando un manotazo al volante.

—Vos no te tenes fe, ni confianza —dijo rápidamente la rubia.

—Yo no estoy de acuerdo y lo voy a simplificar un poquito más: Si beso a tu hermana, sentiré que beso tus labios — repliqué.

—¡Ja!  ¿De que estás hablando? —exclamó, tomándose la cabeza con ambas manos.

—Basta Mathilde —siseé y estuve a punto de darle un golpe en la frente.

La rubia hizo un gesto con sus dedos.

—Demetrius, vos te estás juntando mucho con ese hijo de puta traicionero —anunció la cajera.

—¿Qué? ¿Hablás de Matheus? —exigí.

—Exactamente. Matheus usa a las mujeres. Primero las enamora y luego se manda a mudar —dijo Mathilde, retrocediendo su cuerpo en el asiento como si alguien la hubiese empujado bruscamente.

—Entonces —repliqué— ¿Acaso tu estubiste enamorada de él?

La expresión de Mathilde significa:
"Me descubriste".

Hice una pausa mirando hacía el frente. Ninguno de los dos parecía querer seguir discutiendo, de modo que ella prosiguió.

—El amor no surge de la noche a la mañana. De modo que cada uno de nosotros debe hacerse cargo de lo que sentimos por el otro —dijo Mathilde, mientras respiraba hondo y se acomodaba en el asiento —, no estoy en condiciones de contarte la historia, no es tan verosímil.

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Infames (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora