Nochebuena

147 39 51
                                    

Todo pasa por una razón, como indica la paradoja: Menos es más. Así fue la cena entre amigos, donde la comida fue justa y el alcohol fue demasiado. Me miré en el espejo del botiquín del baño y, por primera vez sonreí, me sentí satisfecho con todo lo que había bebido. Luego me entristecí viendo los portarretratos arriba del estante de madera de roble que coronaba la estufa de leños. El recuerdo de Lalo me entristeció, pero tomé una bocanada aire y me senté nuevamente en la mesa.

Mathilde estaba incómoda, se había puesto un vestido de lentejuelas color bordeaux que le había regalado Monique y no paraba de rascarse el escote. Matheus estaba hablando con mi madre en la cocina.
Patty y Monique estaban susurrandose al oído y riendo como ebrias, sentadas una encima de la otra en una poltrona.

Me dispuse a levantar la mesa. Intentaba poner mi cuerpo erguido para que no se me note que realmente estaba pasado de copas. Matheus me vió recogiendo los platos y corrió a ayudarme. Me dijo al oído que las mujeres iban a terminar vomitando si seguían bebiendo como bestias.

Él era implacable y muy filoso en sus observaciones, como siempre él era mas inteligente que todos y, daba la impresión de que su rapidez mental le surgía con tanta naturalidad que siempre vivía alardeando de su sapiencia. Pero él también estaba ebrio, lo supe cuando mamá me hizo un gesto de que él había estado flirteando con ella. ¿Flirteando con mi madre? Me pregunté desde mis adentros. El mundo en el que el rubio estaba, no era el mismo en el que yo vivía.

Mathilde se acercó y me dijo que mi madre tiene la ventaja de ser mujer. En cambio Monique, dijo que no lo preste atención, que debe estar pasando por una situación crítica. Que lo quería ver haciéndose el fuerte, provando lo eficiente que era y que ahora con la una cuenta bancaria en cero, sus ánimos debían estar por los suelos.

Todos sabíamos que Matheus no iba a hablar del incidente o más bien dicho: Del asalto. Él puede que sea muy bueno en todo lo que hace, pero también decían que el rubio es la encarnación de la injusticia.

—Chicos, dejen de beber —Matheus lo había dicho con una carga de ira interna. Patty lo observaba con una mirada lujuriosa y una copa de champagne en la mano.

Mathilde lo cortó en seco:

—Es nochebuena, ¿entendés? Déjanos disfrutar, todavía. Si no quieres beber nada ve a flirtear con alguna de las chicas.

—Bueno, hermana, relájate y no pongas esa cara de fastidio. ¿Qué sos? ¿Madonna? Por qué no te cambias ese vestido. Se nota que te queda apretado como una morcilla... — le sonrió con complicidad.

—Típico de hombres, yo cociné y limpié la casa desde la mañana, no quiero que me critiques. Para que lo sepas, yo me pongo lo que quiero, cuando quiero.

Matheus le lanzó una mirada inquisidora a su hermana, después besó a Patty mecánicamente. Ella le respondió y le dijo que había estado esperando durante la cena que le dé algún indicio de cariño. Él puso una cara de confusión y se disculpó a medias. Después de un rato nos saludaron efusivamente, dijeron que iban a caminar un rato hasta que llegué la hora de brindar.

—Me están jodiendo, verdad. ¿Estos dos se fueron a cojer? —preguntó Mathilde con los ojos enrojecidos.

La verdad, que no había que renunciar a la cotidianidad. Lo suyo eran las minas y la guita.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Infames (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora