La bendición

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Otra vez un drama... No puedo resistir al deseo de tomarme un cohete a la luna. Todo es alocado, lleno de excentricidad como el mismo Matheus, que siempre fue un espíritu libre, lleno de inciativas.

Ahora será padre; el travieso, el mujeriego, el reo presunto asesino de corazones. El que que toda la vida inventó una excusa para salir victorioso y así conseguir la satisfacción, gritando como un loco por la calle, contando las estrellas, dejando huellas en las almas coquetas de las mujeres. Genio de personalidad chispeante, incapaz de sentar cabeza y de dejar de crear astutas trampas para ganarse la confianza de las muchachas. Simétricamente supo siempre calcular el momento perfecto para salir campeón, desafiando algoritmos de todas las personas y personalidades.

Así concluyó este largo combate durante unos nueve meses absortos, a la manera que él quiso, natural y soberbia.

Matheus llegó con su bebé en brazos como si fuese un día cualquiera, sin vacilación y con un método admirable, nos dijo que Monique le había dado todos los derechos como su progenitor. Al principio pensé que se trataba de una broma un tanto inusitada.

Matheus dijo que consiguió que Monique firme la terminación de sus derechos parentales. Que la idea no fue suya, si no que había sido una determinación voluntaria de parte de Monique y su nuevo esposo.

—¡Cómo es posible! —chillé al verlo con la criatura en brazos.

—El hombre le dijo que debería entregarme el bebé de forma voluntaria —agregó.

—¿Por qué?

—No lo sé.

—¿Dónde esta Monique? —exclamé confuso.

—Se fueron a Paraguay. La madre del jefe falleció y le había pedido a su sobrina que ocupe la vivienda por un año —dijo en un tono despreocupado.

—¿Se fue con el idiota?

Así es —afirmó.

—Explícame detalladamente que ocurrió —mascullé.

—Bien, en ciertas circunstancias se puede  ceder los derechos parentales. De este modo se pone fin a la relación legal entre el padre o la madre y el hijo. Por ejemplo, un tribunal puede quitar esos derechos al padre o madre si transgreden las leyes que protegen a los hijos. Igualmente, un padre puede terminar estos derechos voluntariamente. Entonces Monique decidió terminar con sus derechos y entregarme a la niña —objetó.

—¡Esta demente esa mujer! —dije con el ritmo cardíaco acelerado.

—Yo no supe nada de esto hasta después que nació y me llamaron del juzgado. Ni siquiera pude presenciar el parto, y eso que mi nena nació por cesárea y pudo haber tenido complicaciones. Después del llamado fui con la velocidad de un ladrón perseguido por la yuta. Jamás me imaginé que ella podría tomar esta decisión tan drástica —dijo el rubio con la mirada gélida como la nieve.

—Pero te veo feliz sosteniendo a la niña y eso es signo de buena salud espiritual —añadí.

—Por lo menos se terminaron las tertulias, los escándalos y los tira y afloje. Mi hija esta aquí y no se irá jamás.

—Amigo, tenés razón. Piensa en esta hermosa bebé —dije, al ver sus mejillas rosadas.

—Es preciosa —respondió orgulloso.

¿Cómo se llama esta preciosura? —exclamé.

—No te diré...

—Dímelo.

—Que no.

—Vamos, dilo de una vez.

—Se llama Louisa Rubí —dijo curvando la comisura de sus labios.

—Estoy estupefacto. Es el nombre de tu hermana. Que Dios la tenga en la gloria —dije, e hice la señal de la cruz.

—Perdona, Demetrius —dijo mi mamá entrando—. Pero de quién es esta hermosa bebé...

—Es Louisa Rubí, la hija de este muchacho —dije mientras palmeaba el hombro derecho de mi amigo.

—Creí que Monique nunca te entregaría a tu hija después de tanta riña y escandaleras... —agregó mamá mientras se sentaba en la poltrona con la niña en su regazo.


Mathilde estaba en la vereda a punto de cruzar la puerta y ver a su sobrina.

—Cierra los ojos, nena —dije, poniéndole una pañoleta sobre su rostro para que sintiera la sorpresa.

—Pero que ocurre... Demetrius.... Vamos ya... ¡Qué mierda estas haciendo con mi cara! —chilló Mathilde confundida.

—Abre los ojos y quítate el pañuelo blanco —gritó el rubio.

Mathilde se echó a llorar.

—¡Aquí tengo a tu sobrinita! Llegó para ti —inquirió su hermano.

—Ahora tenemos que hablar de otro asunto —dispuso Matheus— ,y procedió a contarle las buenas y extrañas noticias a mi madre y a su hermana.

—Mi instinto maternal está alerta en este momento —dijo mamá—, siento que el novio de Monique no tiene un buen corazón y que la esta utilizando a su antojo.

Mathilde se quedó ojiplática. Pasó del llanto, luego a la genuina felicidad, y después su rostro se deformó por la ira.

—Lástima que no puedo zarandearla para acomodarle las ideas... —dijo solícita.

—Esta en Paraguay comenzando una nueva vida con su nuevo esposo. Gozando de su herencia —dijo Matheus.

—Pero, chicos... si ella ya tomó la decisión, no sabemos porque, pero así fue —Mathilde se metió un cigarrillo entre sus labios—. Esto me da una sensación muy extraña. Parece un ultraje.

—Tú, no te preocupes por eso, mujer. Ya nos libramos de el salchichero. Ahora tendremos que compartir la casa todos juntos para cuidar a Rubí —dije, dando un salto.

—¿Rubí? —exclamó mi esposa.

—Se llama Louisa Rubí —contestó Matheus con una voz ahogada por la emoción.

Los ojos de Mathilde se volvieron a humedecer lentamente.

—Matheus, hijo. Te ayudaremos a criar a Rubí —dijo mamá, mientras cargaba a la bebé.

—De acuerdo. Podemos escoger una habitación y comprar la cuna —dijo Mathilde—. Esta niña será una bendición para todos nosotros.

Infames (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora