Casamiento y café negro

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Mathilde sintió como se rompía el cierre de su falda en el instante mismo que se estaba vistiendo para ir al Registro civil. Era lo último que le faltaba para terminar de ponerse de mal humor. Faltaba solo media hora, pero tener que coser el cierre no me puso feliz en lo más mínimo. Cuanto más nos apurabamos peor salían las cosas al fin.
Con prisa para maquillarse, Mathilde casi se cae al suelo por tropezar con los tacones amarillos pastel. Hasta que derrepente, aleluya. Terminó de maquillar las pestañas y salió a buscar su cartera de cuero blanca la cual tenía todos los documentos.

Yo estaba en el baño intentando hacerme un jopo en el cabello, al estilo Elvis Presley. Mathilde seguía aplicándose bálsamo labial rojo y se rociaba sobre el trajecito una deliciosa colonia inglesa.

Qué buena suerte tengo, pensé desde mis adentros. Ella se sentía tan bella que me hizo lagrimear durante un instante. Corrí a buscar la cámara de fotos y salimos a la calle esperando encontrarnos con los testigos. Como el casamiento de civil es un evento público, Mathilde tenía que traer un testigo y yo también tenía que traer otro de mi lado, entonces sería mi madre y Matheus.

Cuando finalmente llegaron fuimos de prisa como una bala. Llegamos algo tarde, cinco minutos tarde. Nos hicieron pasar rápido y un juez de Paz nos casó en un santiamén. Fue algo rápido y especial, me gustó ver su sonrisa circunspecta mientras le colocaba la alianza de oro en su dedo.

Monique fue la última en llegar. Nos arrojaron arroz con vehemencia. Matheus con la voz ronca le dijo a su hermana: "Ahora solo te queda cerrar el trato amigable con Demetrius". La estruendosa algarabía resonaba en mis oídos. Por fin todos gozaban de una felicidad impoluta.

De regreso, de pie por un barrio desolado, mamá afectada por mi casamiento porque no había sido compartido por mi padre y por mi tío. Me dió pena verla sollozar y la abracé fuerte hasta arrugar su camisa contra la mía. Llegamos a casa y destapé una botella de champagne para brindar. Mamá bebía rápidamente para calmar la soledad que tenía adentro como una angustia acumulada.
Mathilde se sintió consternada al ver a mi madre. Temió que esa vibra sombría se pudiera apoderar de la noche.

Había tocado el timbre Patty y las chicas estaban como locas bebiendo cerveza. Salí a abrirles y la vi parada en el porche con un vestido de lamée, con unos volados floridos en una manga, parecía muy extravagante para la ocasión. Ella había sido la encargada de armonizar los colores del salón y de el catering. Cuando Mathilde y Monique la vieron pusieron cara de miedo, aunque no tenían fundamentos. Sin embargo, Patty estaba tensa evitando a los parientes que acaban de llegar y la confundían con la novia.

Mi madre se paraba y se sentaba. Se veía incómoda imaginando cosas que no van a suceder. Boyd la notó cansada y le fue a hablar.

—¿Quieres un café? —preguntó con una mirada cálida.

—¡Sí!

Patty se paró rápido para poner en funcionamiento la cafetera. Matheus también se puso de pie y le pidió un café de pocillo. Monique se sorprendió al ver a Patty con un vestuario tan despampanante, inmediatamente su rostro se tornó enrojecido por los celos.

Decidí también tomar un café negro mientras esperaba que sean las ocho de la noche para ir hacia el salón de fiestas.

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Infames (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora