La gemela

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Después de saber la verdad a cerca de las preferencias de mi amigo. Sentí que él puso sus pensamientos en mi cabeza.

—¿Y a ti que te ocurre? exclamó Mathilde, mientras caminábamos hacia el estacionamiento del hipermercado.

—Bueno, en verdad, no lo sé. En verdad solo me falta tratar solo un punto —respondí.

—¿De qué hablás? —murmuró Mathilde, mientras subía a mi auto.

—Quiero decir que si Matheus tiene un contratiempo o un problema sobre esto, no debería suprimirlo y callar, porque seguramente tendrá miedo de que lo juzguen —dije luego, agregando a continuación: Quizás también a mi me agrada lo mismo.

Mathilde se quitó sus gafas y me miró atentamente y juro que esa mirada de enajenación estaba nuevamente en sus ojos.

—¡Ja! Son dos pervertidos —exclamó totalmente convencida.

—Pero si callo y lo barro bajo la alfombra, y después finjo que no hay ningún problema, tal vez pueda zafar de conversarlo con Matheus —agregué confundido.

Observé a Mathilde que asentía vigorosamente con su cabeza al escuchar mi declaración.

—No creo que Matheus diga los problemas que realmente tiene —dije lentamente.

—¿Qué clases de problemas debería tener? — exclamó Mathilde.

—No lo sé. Es que vi su conversación en la computadora de mi oficina. Me parece que para conseguir material, Matheus recurre a un mercado negro —dije con determinación.

—Absolutamente.

—No tengo dudas.

—Llévame a casa de mi hermana que estoy con  prisa —masculló la rubia.

¿Puedo ir contigo? —pregunté, no totalmente convencido.

—Demetrius, mi hermana tiene unos pies horrendos —dijo Mathilde— , si quieres te presto los míos.

—Sos una demente —dije riéndome en su cara.

—Creo que psicologicamente me necesitas para hablar sobre ello —inquirió la rubia.

—De acuerdo, ¿tienes una idea mejor para olvidar todo este estúpido drama?

—Demetrius, ¿quieres que te presente a mi hermana? —exclamó mirándome a los ojos.

—¿Es la que vivía en Luxemburgo?

—Exactamente —respondió ella— , su prometido murió hace unos meses y tampoco tuvieron hijos, así que solo tendrás que preocuparte por ella, ahora que está soltera.

—Mathilde, no nos volvamos paranoicos.

—Ahora bien; supongamos que te gusta y todo sale bien, ¿podría arreglarles una cita? 

—Eso. ¿Qué vas a hacer si no me gusta tu querida hermana?

—Yo sé que te va a gustar...

—¿Por qué razón?

—Rubí es mi hermana gemela —dijo Mathilde en un tono risible.

—Espera —dije— . Eso no puede ser.

—Ya verás, ahora cierra esa maldita boca. Concéntrese en el volante, en lugar de estar creando fantasías eróticas con mi hermana.

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Infames (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora