Primer beso

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Aún estaba viviendo una noche memorable. El paisaje se admiraba como un cuadro. Yo estaba con la boca entreabierta intentando conversar con Rubí.

—¿Por qué me mirás extasiado? —exclamó Rubí abiertamente.

—Tienes los ojos encendidos y brillantes — dije, mientras apoyaba los codos en la mesa.

—¿Sos una persona sensible, Demetrius? — preguntó, Rubí.

—Muy, extremadamente —agregué—, no soy de llorar y a veces se me tilda de insensible.

—No entiendo muy bien. ¿A qué te refieres?—masculló la muchacha.

—A ver. Yo a veces lloro por situaciones que tienen que ver con lo social y con la injusticia —amplíe.

—¿Con las noticias del noticioso? — exclamó, mordiéndose el labio inferior.

—Claro, y obviamente si ocurre algo malo en mi familia, que es mi prioridad— dije, con voz aguda— , como cuando murió papá.

—¿Entonces no lloras por estupideces? — repreguntó, mientras jugaba con su cabello.

— Claro que no. Para nada —respondí 

—A decir verdad, no te conozco mucho, pero siempre te vi como una persona comprometida, que decís lo que pensás, cuando para otra gente sería lo mejor callarse la boca y no involucrarse —agregó Rubí, riendo sacarronicamente.

—¿De que te ríes? —pregunté.

—Es que estás arrastrando las palabras al hablar —dijo firmemente— , puedo notar que estás ebrio.

—Sos como Mathilde, lo que piensan de uno es palabra santa —dije con un tono risible.

—Es que estás siseando —dijo ojiplática— , bebiste como siete copas de champagne al hilo.

—¡Ja! Te felicito por ser tan honesta —repliqué —, mis padres siempre fueron muy genuinos y lo que pensaban lo sostuvieron en el tiempo, entonces así soy yo.

—Simplemente, digo lo que siento. Aunque no funciona con mi hermana. He tenido consecuencias muy duras por discutir abiertamente con ella —sentenció la joven, con el rostro deformado por la angustia.

La charla con Rubí, no era amena. Tenía que hacer esfuerzos inauditos por responder lo mejor posible. Me sentía desnudo vencido por la inseguridad del momento.

—Rubí, no pienses en amarguras y sufrimientos del pasado —dije lentamente —, ustedes pronto cumplirán treinta años.

—Ni me lo recuerdes...

— ¿Por qué? —insistí.

—Tú tienes veintitrés años —inquirió, mientras me miraba fijamente a los ojos.

Cuando pronunció esas palabras pude sentir que ocupaba un sitio indigno de su importancia filosófica.

—De seguro que adoras charlar con éste tipo de rostro juvenil...

—Me gusta tus estratagemas —dijo, la rubia con soltura— , si tienes tanta seguridad en ti mismo, bésame.

Con la poca elasticidad que tenía mi cuerpo, estiré mi cuello como una jirafa, respirando coraje.

Ella acercó sus labios brillantes, con una sonrisa animadora. Puse mi mano derecha en su rodilla y la otra mano sobre mi estómago. Mientras la besaba en mi mente danzaban mil preguntas, una de ellas era: ¿Estarán todos observándonos con caras de asombro?

 Mientras la besaba en mi mente danzaban mil preguntas, una de ellas era: ¿Estarán todos observándonos con caras de asombro?

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Infames (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora