—Va, yo te envió un mensaje confirmando la hora. Amigo, ten una buena mañana. ¡Ah y no dejes a una dama bañarse sola! Es de mala educacion.

Alejandro ríe carcajadas y cualga la llamada en el momento exacto en que Susana envuelta en una tohalla sale del baño.

—¿por qué la risa? —le pregunta interesada.

Alejandro no contesta de inmediato. Abre el closed y saca una camisa y pantalón , loa coloca con sumo cuidado en la cama y se encamina al cuarto de baño, pasando por el lado de su amante. Susana se gira siguiéndolo con la mirada.

—¿No vas a contestar? — insiste.

—No veo porque tenga que hacerlo —dijo serio y sin ninguna expresión en su rostro, girandose para verla — y cuando salga de la ducha no quiero encontrarte en mi departamento.

Susana abrió mucho loa ojos y la boca y de su nariz salía humo.

—¿Me estás dejando? ¿¡A mi!? ¿Qué pasa con lo que paso a noche? —se apresura a preguntar. Sintiendo su mundo romperse. Alejandro suspiro, maldiciendose internamente por no a verle hecho caso a sus amigos hace algunos meses.— No puedes acerme esto, ¡yo te amo!.

—Tus palabras me aburren — dijo.— por favor antes de irte recoge la ropa que déjaste en mi casa, odio el desorden.

Y cerró la puerta del baño. Susana chillo de la rabia e impotencia y lanzo la tohalla con que se estaba secando el cabello.

—Me las vas a pagar Alejandro Alcalá —decía en tono bajo entre dientes y con odio impregnado en su voz, mientras se cambiaba.— no sabes con quién te haz metido. A Susana Romero nadie la rechaza maldito miserable. Pronto la gran familia Alcalá caerá y yo estaré allí para verlo. ¡Ya lo veras! —se terminó de vestir y sin esforzarse en recoger las tohallas que había utilizado y tirado en el suelo, sale del apartamento.

Cuando Alejandro salió del baño ya no había rastro alguno de Susana. Hizo una mueca al ver la toallas en el suelo y arrodillándose las recoge y volviendo al baño, la hecha en el sesto de la ropa sucia.

Se apresura a cambiarse. Por mas que no quería ir sabia que su madre lo estaría esperando. Como era costumbre en la familia Alcalá, cada domingo se reunían para  almorzar y este día no iba hacer la excepción.

Alejandro se apresuro a vestirse y cuando estuvo listo salio de su residencia, se monta su coche y arranca  rumbo a casa de sus padres.

La castaña sintió volver a la vida cuando se adentro a su casa. Alan la seguia de cerca, pero este en vez de  tirarse al  sofá como lo había hecho su hermana, se adentro a la cocina. Sin percatarse que la menor de los Gutierrez había montado los pies en la mesa del juego de comedor.

—¡Juff,estoy muerta! Realmente esta caminata se me hizo eterna —la escuchó quejarse.

—Tan poco fue para tanto, no seas exagerada. Solo corrimos un par de metros —se apresura a decir, preparando una bebida.

—¡Que no exagere! —chilla Adamaris.—hoy corrimos como ochenta kilometros. Yo creo que más.

Alan torció los ojos.

—Solo corrimos cinco metros y si estuvieses en condiciones para más tenlo por seguro que hubieses corrido el doble. Pero la señorita prefiere irse de rumba que cuidar su salud—dijo, sacando toda la mala leche que tenia atorado entre su garganta desde que se dio cuenta que esos wiskys que pedía su jefe era para su hermana y amiga.

—¡Entonces era una venganza! —exclama su hermana y su voz estaba llena de incredulidad.

—Solo era una pequeña reprimenda —se defiende entrando a la sala.— y baja los pies de la mesa, tu eres demasiado floja como para asear la casa —agrega viendo la posición en que se encuentra su hermana.

Los Cambios En El AmorWhere stories live. Discover now