47. ¿Qué pasará si...?

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Click. La cremallera del vestido llegó hasta su límite. Con ello mis besos llegaron hasta su cintura. Se giró. Ahora ella quedaba de pie, imponente frente a mí, que, de rodillas en el suelo, la observaba. Dejó caer el vestido al suelo, construyendo una especie de cerco a su alrededor. Acerqué mis labios a su vientre. Lo besé. Ella recorrió mi cabeza con la yema de sus dedos, jugando con mi pelo a su antojo. Mis manos acariciaron sus glúteos, despacio, sobre su ropa interior.

—Me he sentido tan mal al verte besando a otra...

—Lo siento, lo siento de veras

—Lo sé...yo...también lo siento...

—¿El qué?

—Todas las veces que tuviste que verme con otro...

Me puse en pie, quedando de nuevo a su altura. La miré a los ojos. Mis manos se colocaron en sus mejillas, encajando de manera perfecta, como si de un puzzle se tratara, y atravesaron su pelo, curiosas. Ella cerró los ojos y me abrazó. Se pegó tanto como pudo a mi cuerpo.

—No te culpes de eso...

Entrelazó su mano derecha con la mía y me guió hasta la cama. Sentí un sudor frío recorriendo mi cuerpo, desde mi nuca, pasando por toda la columna. No podía hacer nada allí, no en esa casa, no en esa habitación, no en esa cama.

—Blanca, espera

—¿Qué ocurre?

—¿Qué pasará cuando se abra el testamento de Esteban? ¿Todo seguirá igual?

Me senté en el borde de la cama. Ella se sentó a mi lado. Me miró, extraña, algo perdida.

—¿A qué te refieres exactamente?

—No sé...¿Y si Esteban te ha dejado algo importante? ¿Y si de pronto ves que tu vida cambia por completo? ¿Seguirás a mi lado?

—Seguiré a tu lado me haya dejado algo o no, y seguiré a tu lado cambie mi vida o no. No puede cambiar más que cuando tú apareciste...lo pusiste todo patas arriba...

Dibujé una sonrisa en mi rostro. Jamás hubiese pensado que Blanca llegaría a sentir algo así por mí. Pero ahí estaba, confesándome que me quería. Acaricié su mejilla y me acerqué a su rostro. La besé cerrando mis ojos por completo. Me detuve a apreciar el momento, a sentir sus labios junto a los míos, a percibir su olor, a acariciar su piel. Despacio, mis manos recorrieron sus piernas, retirando sus medias. Se tumbó en la cama y me puse sobre ella. La seguí besando. Ella empezó a desabrochar mi camisa, botón a botón. Acarició mi pecho y mis brazos.

Intenté centrarme en ella, en lo que realmente me importaba, focalizar mi atención sobre su cuerpo y olvidar donde estaba, en qué exacto lugar me encontraba y por qué circunstancias había llegado hasta allí. Mantenía mis ojos cerrados. Tan solo los abría para mirarla a ella, a sus ojos verde aceituna.

En el momento en que iba a desabrochar mis pantalones ella se detuvo. Sus manos dejaron de acariciarme, sus ojos ya no me miraban, sus labios ya no estaban junto a los míos, su cuerpo ya no respondía a la pasión. Todo se había ido de pronto.

—Blanca, ¿estás bien?

—¿Te importaría que hoy solo...durmiéramos juntos?

—Casi lo prefiero...—dejé caer en una especie de susurró

Me tiré sobre la cama, justo a su lado. Ella no tardó en levantarse, desprenderse de la ropa interior que aún cubría su cuerpo y rebuscar entre el armario un camisón de seda azul. Nunca antes lo había visto, mas no pregunté nada.

—Creo que por aquí hay algún pantalón de pijama que quizás te sirva...

—No te preocupes por eso

Me puse en pie, me quité los zapatos y los pantalones, quedando tan solo en ropa interior.

—Listo

Blanca me dedicó una media sonrisa. Volvió a la cama, se metió entre las sábanas color ocre, envolviéndose por completo. Me tumbé a su lado y la abracé.

—Gracias por quedarte conmigo esta noche

No dije nada. Simplemente besé su hombro desnudo. Ella atrapó mi mano izquierda y la arrastró hasta su vientre, entrelazándola con la suya.

—Max

—¿Hhmm?

—Quiero que vengas mañana conmigo...aunque tengas que esperar fuera...pero te necesito ahí...saber que al menos estás ahí

—Ahí me tendrás

—¿Qué haré si no me deja nada? ¿O si me deja mucho? ¿Y si no me puedo hacer cargo de...?

—Blanca—la corté—Olvida eso ahora, descansa, relajate...ha sido un día muy largo

—No sé que haré...

Pese a lo que pudiese decirle su cabeza seguía activa, funcionando, trazando todas las distintas posibilidades que podían plantearse al día siguiente en el despacho de dirección de las galerías. Siguió pensando en voz alta durante unos instantes.

—Blanca, pase lo que pase, quiero que sepas que te quiero

No podía ver su rostro pero supe que sonreía. Levantó su mano y la mía, sacándolas de entre las sábanas y besó mi mano. Era su modo de decir yo también.

BlancaWhere stories live. Discover now