32.Tácticas

252 13 1
                                    

-¡Levántate!

Escuché un fuerte portazo que me terminó de despertar aquella mañana. Abrí los ojos con cierta dificultad. Miré a mi alrededor, confundido. Blanca había aparecido en mi habitación y ahora se sentaba en una esquina de mi cama. Me incorporé y pasé mis manos por mi pelo.

-¿Qué pasa? ¿Qué quieres?
-¿Qué hacías anoche en el despacho de Esteban?
-Que más te da...
-Contestame, ¿qué hacías?
-¿Por qué te preocupa tanto? Esto no va contigo

Aparté las sábanas que cubrían mi cuerpo, dejándolas a un lado, y me puse en pie. Blanca me siguió. No me dio tiempo a reaccionar. Me pegó a la pared de un empujón. Estaba furiosa.

-Escuchame, como hagas algo, algo que moleste a Esteban, yo voy detrás. Eso tenlo por seguro.

La cogí por las muñecas y la giré. Ahora era ella la que estaba pegada a la pared. Me miró fijamente a los ojos, como si me estuviese retando.

-Escuchame tú a mí. Lo que yo haga o deje de hacer no te incumbe lo más mínimo. Se trata de mi, no de ti.
-¿A qué viene esto?
-Viene a que ya te lo dije, no vas a jugar más conmigo. Me he cansado. No soy un objeto para tu diversión. Tu y yo ya no tenemos nada que ver

Me miró algo incrédula. Sabía de sobra que aquellas palabras se las iba a llevar el viento, que sí teníamos algo que ver, que aquello no podía tener un final así. Pero intenté resistirme, ponérselo difícil. Todo mi empeño estaba ahora puesto en pillar a Esteban. No iba a ser tarea fácil.

-Está bien. Dejame que te ayude.
-Ni pensarlo
-Yo sé como acercarme a Esteban, como dominarlo
-Sí, ya lo vi anoche...Se ve que os lo habéis pasado bien estos días

Solté sus brazos y me alejé de ella. Empecé a dar vueltas por la habitación.

-Mientras tú estabas aquí solito...pobrecito...

Empezó a revolver mi pelo con la yema de sus dedos. Su mano izquierda fue bajando por mis muslos, acariciando mi entrepierna. La cogí de nuevo por la muñeca. Levanté su mano.

-Para
-Ahora ya estoy aquí, Max...Podemos retomarlo por donde lo dejamos...
-No vamos a retomar nada...
-Está bien. Ahora una cosa te digo, cuando me necesites, no me busques porque quizás yo ya no esté ahí para ti. Ah, trabajate un poquito más la táctica, esto no te va a servir de nada.

La miré. Ella llevó su mano hasta el casi inexistente escote que dejaba su camisa y sacó algo de entre sus pechos. Era un pequeño papel blanco, doblado en cuatro. Lo arrojó sobre la cama. Era mi papel, el que yo había camuflado entre las cartas de Esteban. Se dispuso a salir pero pegué mi mano a la puerta, impidiendo que saliera.

-¿Por qué has hecho eso? ¿Por qué lo has cogido?
-Porque parece que seas tonto...y yo sé que eres mucho más listo que eso...-dijo mientras señalaba el papel-¿Crees que Esteban no iba a saber que habías sido tú? Tienes que conseguir algo mejor...una confesión
-¿Que pretendes? ¿Que vaya y le pida directamente a él si me hace el favor de entregarse y así nos ahorramos tiempo?
-Te he dicho que te podía ayudar
-No quiero que te metas en esto
-¡Es que ya estoy metida en esto! ¡Es que todo esto es por mí! Si tú y yo no hubieramos...-hizo una pausa pensando lo que iba a decir-nada de esto habría pasado
-¡Precisamente por eso no quiero que te incluyas más!
-¿No decías que ya no había nada entre nosotros?
-No lo hay
-Y entonces...¿por qué te preocupas tanto por mí?
-Porque te aprecio

Me miró y sonrió. No era una sonrisa amable, ni mucho menos comprensiva. Era una sonrisa fría, distante, hasta cortante. Apoyó su mano izquierda en mi pecho mientras la derecha acariciaba la madera verde de la puerta. Bajó la mirada hasta sus pies.

-Pues yo no quiero que solo me tengas aprecio
-Mira Blanca, no lo intentes...sabes jugar tus cartas, para cualquier hombre eres como el canto de una sirena, atrapas, y a mi me has atrapado, lo confieso, pero ya está, he conseguido escapar, ya no estoy entre tus redes...ya no lo voy a estar nunca más...

¿Qué estaba diciendo? Ni siquiera yo lo sabía pero en aquel momento era lo que debía decir. Debía apartarla lo máximo de mí, alejarla lo máximo de todos cuantos problemas pudiese tener con Esteban. Y precisamente era por todo lo que la quería, por todo lo que quería sentirme atrapado en sus redes, porque no quería dejar de escuchar nunca su canto de sirena.

-¿Así que ya está? Me voy una semana y todo se va por la borda...
-No es solo esta semana
-¿Entonces no te importara que quizás me marche para siempre?
-¿Qué dices?
-¡Lo que has oído! ¡Me voy a París a trabajar! ¡Para siempre!

Abrió la puerta y salió furiosa. Cerró de un portazo. Yo no pude reaccionar. No pude hacerlo. 

BlancaWhere stories live. Discover now