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Suspiré profundo. Estaba realmente agotado. Mis ojos empezaban a cerrarse cuando ella volvió, cargada con una botella de alcohol y un montón de algodón. Se acercó a mí y dejó lo que traía en el suelo.

-¿Me dejas…?-preguntó mientras señalaba mi camisa

Asentí y ella empezó a desabrocharla despacio, deteniéndose en cada botón, en completo silencio. Me resentí al quitármela del todo. Ahora mi cuerpo formaba un perfecto mapa de moratones, tanto por el pecho como por la espalda.

Blanca humedeció una pieza de algodón y se colocó de rodillas en el suelo, frente a mí. La acercó a mi cuerpo.

-Igual escuece un poco…

-No te preocupes...podré con ello…-sonreí pero ella ni siquiera me miró

Me dio la sensación de que hacía aquello más por compromiso que porque realmente me quisiera ayudar. ¿Qué había cambiado en aquellos tres días?

Al sentir el alcohol sobre mi piel me mordí los labios. Ella empezó a recorrer mi pecho con el algodón, presionando en puntos localizados, en todas y cada una de las heridas mientras lo acompañaba con la yema de sus dedos.

Llevé mi mano hasta su pelo, lo acaricié y lo coloqué detrás de su oreja, pasando después a su mejilla. Ella levantó la mirada y se detuvo. Si las miradas mataran al que las recibía, yo ya estaría bajo tierra con aquella.

-No me hagas esto más difícil, por favor…

-¿Qué ha ocurrido? Dímelo, ¿qué ha cambiado desde el día que viniste a comisaría?

-No ha cambiado nada

-Ya, ¿y por qué aquel día viniste a verme, te lanzaste a mis brazos y ahora me rehuyes? Crees que soy culpable, ¿es eso? Y no quieres estar conmigo por ello...si es así no hace falta que me ayudes, puedo hacerlo yo

-No creo que seas que culpable...eres demasiado ingenuo...no entiendes de qué va todo esto

Siguió limpiando mis heridas hasta que la cogí por la muñeca y la detuve.

-Pues no, no lo sé porque cambias constantemente de opinión...no sé qué esperar de ti...no sé si te vas a lanzar y besarme o me vas a tratar como si fuese un trasto viejo

-¿No lo sabes? Pues ya te lo digo yo…¡no esperes nada de mí! ¡Absolutamente nada!

Me enfureci. No le respondí nada. Cogí mi camisa, me puse en pie y salí de su habitación, cerrando con un portazo. No estaba para aquello. No estaba para aguantar sus constantes desplantes, sus bordes respuestas y sus continuos cambios de opinión. Estaba harto.

Al entrar en mi habitación arrojé la camisa, que cayó en el suelo, en una esquina, y me tumbé en la cama. Al hacerlo miré hacia la puerta. Un sobre blanco descansaba tirado al lado del armario. Me levanté y lo cogí.

Hola, Max. Si estás leyendo esto será porque seguramente la policía te habrá dejado libre. Siento, de veras, lo que has tenido que pasar, yo no quería que esto pasara así pero el asunto se fue volviendo algo turbio.

Lo último que quería era implicarte en lo del robo, te lo prometo, pero no podía oponerme a José. Debes saber que todo esto que ha pasado tiene una explicación. El director de las galerías, Esteban Márquez, vino a verme mientras yo estaba allí, me dijo que sabía lo del robo, aún no sé muy bien como se había enterado, pero quería que nos las ingeniaramos para implicarte a ti. Me dijo que quería que desaparecieras de estas galerías.

Me negué en rotundo. Pero habló con José, le ofreció dinero y él aceptó. Me obligó a esconder joyas allí para implicarte.

Ahora lo sabes todo. Lo siento, lo siento de veras. Te prometo que yo no quería hacerte daño.

Inés.

No era capaz de dar crédito a aquello. Esteban se las había ingeniado para alejarme de Blanca, o quizás Blanca había participado también de todo aquello, por eso sus cambios de opinión, sus visitas a la cárcel, su aparente desacuerdo con Esteban para hacerme creer que estaba de mi lado. ¿Cómo había sido tan sumamente estúpido? ¿Cómo? ¿Por qué me había enamorado justo de ella? ¡Qué idiota!

Cogí la nota y mi camisa y puse dirección a su habitación. Llamé dos veces con bastante insistencia. Ella se asomó y yo terminé de abrir la puerta, entrando en la habitación.

-¡Tú lo sabías todo! ¡Todo joder!

-¿Se puede saber qué es lo que te pasa? Y quieres no gritar, vas a despertar a todas las galerías

-¡No finjas ahora! ¡Sabes lo que he sufrido estos tres puñeteros días!

-¡Te he dicho que no me grites! ¡Y no sé de qué me estás hablando!

-De esto

Le lancé la nota y me senté en su cama, intentando calmarme un poco mientras ella leía.

-¿Qué significa esto?

-Ahora hazte la sorprendida

-Te prometo que yo no sabía nada de esto, ¡cómo iba a saberlo!¡Es de locos! ¿Y de dónde has sacado esto?

-Estaba bajo mi puerta

-¿Y no te das cuenta de que podría ser falso?

-¿Y tú no te das cuenta de una vez de la clase de persona que es tu Esteban Márquez? ¡Joder abre un poco los ojos!

-¡A mi no me digas que debo hacer y que no! ¡Te enteras!

Mientras hablaba se fue acercando a la puerta, hasta quedar totalmente pegada a ella. Yo me puse en pie y me aproximé a ella. No sé por qué pero la creí. Al fin y al cabo, ¿qué sentido tenía todo aquello si no era para apartarme de Blanca?

Puse las palmas de las manos en la puerta, una a cada lado de su cabeza, cercándola por completo. Bajé la mirada a sus pechos, que se movían de arriba abajo, resultado de su respiración acelerada, al igual que la mía.

Acerqué mi rostro al de ella, quedando a escasos centímetros de sus labios.

-Hazme caso, alejate de él, no es una buena persona

-Habló

En aquel momento los nervios me estaban destruyendo por dentro pero me contuve. No sé por qué lo hice, en realidad era lo último que debía hacer en aquella situación, pero la besé. Me lancé a sus labios como un kamikaze, aún a riesgo de recibir un bofetón o algo por el estilo.

Ella no se apartó. Siguió mi ritmo, cruzando su lengua con la mía y mordiendo mis labios sin vacilar.

No sé si éramos unos inconscientes o los más cabales de las galerías pero allí estábamos, gritandonos y peleandonos a besos.

BlancaWhere stories live. Discover now