35. Aire

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La evité. La fui evitando durante todo el día. No podía encontrarme con ella aunque supongo que ella tampoco querría encontrarse conmigo. No después de lo que le había dicho. Me centré por completo en el trabajo, era lo poco que podía hacer.

-Maximiliano...¿le ocurre algo?

-Nada, don Emilio...

-Deje eso que está haciendo y venga aquí, vamos.

Me guió hasta una de las salas contiguas al hall. Cerró la puerta.

-Intuyo que no le ha gustado especialmente la idea de marcharse, ¿cierto?

-No es eso, ahora mismo casi que lo prefiero

-¿Qué ha ocurrido?

-Digamos que Blanca...doña Blanca y yo no...-dudé

-Se lo advertí-dejó caer aquella frase como una auténtica losa sobre mí

-Lo sé...pero todo ha sido cosa de Esteban, los días en París, el decirle a Blanca que era ella la que se marchaba y luego darle la vuelta a la tortilla para que sea yo el que lo haga...

-Esteban siempre ha sido así de retorcido, y sabe, ahora cuando no esté lo pagará con ella, la culpará.

-Lo sé y es lo último que quiero, de verdad, pero no sé cómo ponerle remedio. Ella no siente por mí lo que yo siento por ella y no...

-¿Cómo dice?-me cortó-Ella siente por usted más de lo que ha sentido en toda su vida, ¿o qué se cree? ¿que iba a arriesgarse por algo que no le importa lo más mínimo? La conozco, ella no haría eso, ella no se expondría ante Esteban por algo que va y viene.

-¿Me está diciendo que ella me quiere?

-Usted lo ha dicho

-Eso no puede ser, ella solo me usa, es lo que ha hecho desde el primer día y yo como un estúpido la he seguido todo este tiempo. Pero se acabó.

-Crea lo que quiera, yo ya le he dicho lo que yo pienso...aunque dadas las circunstancias no sirva demasiado

-Creo que es mejor lo que he hecho, apartarla de mi vida.

-Mírelo de este modo, París le ayudará a poner distancia y tiempo de por medio, no digo olvidarla porque sé que eso no lo va a hacer.

Asentí, bajando mi mirada hasta el suelo. Cuanta razón llevaba aquel hombre que ahora me miraba con tristeza y cierta comprensión. Cada una de sus palabras eran como una sentencia que te acompaña para el resto de tus días. Una de esas sentencias que no olvidas nunca.

Me dio un par de golpecitos en la espalda y abrió la puerta, dándome una última mirada antes de volver al trabajo. Respiré profundo. Me estaba ahogando allí.

Bajé hasta los pasillos de las habitaciones y puse dirección a uno de los almacenes. Siempre estaba vacío, allí nunca entraba nadie. Era una de esas habitaciones olvidadas en las que el polvo y los recuerdos se amontonan a partes iguales. Me senté en el suelo. Suspiré y recorrí mi pelo con las manos. No quería marcharme y sin embargo debía hacerlo. Apreté mis labios intentando evitar que un mar de lágrimas empezara a desbordarse por mis ojos y mis mejillas. ¿Por qué me pasaba eso a mí? ¿Por qué tenía que ser tan complicado? ¿Por qué con una mujer tan difícil? Tomé aire de nuevo. ¿Qué iba a hacer yo en París? Yo, que nunca había salido de España.

Escuché movimiento fuera del almacén y me puse alerta. De pronto la puerta se abrió. Medio escondido miré de reojo. Era ella. Cerró la puerta y apoyó su espalda en ella. Llevó su mano derecha hasta su vientre y suspiró. Abrió ligeramente su boca y cerró los ojos. Vi como un par de lágrimas rodaban por sus mejillas y como las recogía con la yema de sus dedos.

Quise salir corriendo, abrazarla, preguntarle que le ocurría pero el miedo a confundir las cosas me detenía y me retenía detrás de aquellas telas. Di un paso atrás. Mal dado. Un rulo de tela cayó al suelo.

-¿Quién está ahí?-se sobresaltó, volviendo a la realidad

Ahora sí que ya no tenía escapatoria. Me asomé por una de las esquinas de la estanteria.

-Soy yo

-¿Qué hacías ahí?

-Intentar pensar...pero veo que es imposible apartarte de mis pensamientos...siempre apareces...

-Oye pues perdona

Se indignó. Aquellas palabras al salir de mi boca no sonaron tan bonitas como sonaban en mi cabeza. Alcanzó la manivela de la puerta pero la detuve, instintivamente la cogí de la mano. Sus suaves manos. Ella me miró y bajó la mirada hasta nuestras manos.

-No quería decir eso...me refería a que...

-Sé a lo que te referías

-¿Estás bien?

-Sí, ¿por qué no iba a estarlo?

-Porque te he visto llorar

-No iban por ti, si es lo que estás pensando

-¿Puedes dejar de hacerte la dura por un momento?

-Te recuerdo que, primero, tú y yo ya no somos nada-apartó su mano de la mía-y segundo, yo soy tu jefa y como tal no tengo por que estar dándote explicaciones.

-Perdona por preocuparme por ti

-Ya no es necesario que te preocupes por mí

-Estás dolida, lo sé y lo siento, pero es lo mejor que podemos hacer...seguir con esto nos iba a dañar más a los dos

¿Qué estaba diciendo? Ni siquiera yo me creía aquello. No quería creérmelo pero era lo que debía pasar.

-Dolida...tú no tienes ni idea de lo que es eso

-Dime tan solo una cosa y haré todo lo posible para evitar lo que nos ha llevado aquí

Rió con ironía y se cruzó de brazos. Yo sabía que por dentro deseaba decírmelo pero que su cinismo y su aparente frialdad frentre a mí no la dejaban hacerlo.

-No estoy tan desesperada por ti como piensas

Me echó una última mirada y salió del almacen sin decir nada más.

BlancaWhere stories live. Discover now