39. Bonjour

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Desperté temprano. Con una sensación extraña en el cuerpo. Durante toda la noche no había dejado de darle vueltas a las últimas palabras de Blanca. Estaba dispuesta a hacer algo. Lo iba a hacer. Y yo no sabía que era, ni siquiera había formulado una hipótesis sobre qué podría ser.

Salí al pasillo con desgana. No me apetecía ponerme a trabajar. Estaba extraño. Todo yo me sentía extraño y no sabía por que.

—Buenos días, Max

—Buenos días, Janette...

—¿No has dormido bien? No tienes muy buena cara

Me miró mientras fruncía el ceño, interrogante, y se acercaba a mí. Su mano llegó hasta mi rostro y acarició mi mejilla. Yo no hice nada, me quedé totalmente inmóvil, con los brazos pegados al cuerpo.

—No es nada...

Intenté disuadirla. Llevé mi mano hasta la suya y la aparté de mi cara. Sé que se preocupaba por mí como jefa que era pero en aquel momento no me apetecía que nadie se preocupara por mí.

—Si durante el día ves que no te encuentras bien, vuelve a tu habitación y descansa

—Lo haré, no se preocupe...¿Puedo preguntarle algo?

—Por supuesto, pero tutéame, el usted me hace sentir mayor, y creo que aún no lo soy—sonrió intentando hacer que sonriera yo también, cosa que no hice.

—¿Cómo es que hablas tan bien español?

—Ah, eso...bueno, pasé cerca de dos años en Madrid...

—Entiendo...Será mejor que suba, no quiero llegar tarde

La dejé atrás en aquel estrecho pasillo. No me di la vuelta pero no necesitaba hacerlo para saber que ella sí me observaba a mí mientras subía las escaleras hasta la tienda.

Busqué al que iba a ser mi compañero y maestro durante aquellos primeros días, la primera toma de contacto. Era un tipo alto y delgado, de tez morena y cabellos aún más negros. Sus ojos eran como la noche misma, en la que no hay ninguna estrella y la luna está completamente llena.

—Bonjour, je m'appelle Philippe. Et tu est?

—Eh...Max...—dudé

—Oui! Max! Un plaisir te connaître! J'espère que tu es préparé pour mettre à travailler comme tu n'as pas travaillé dans ta vie

Mis manos empezaron a sudar. ¿Iban a ser así todos los días? Porque yo no entendía ni una pizca de francés. Nada, absolutamente nada. Me puse algo tenso. El tal Philippe me miró, como si esperara una respuesta por mi parte. No sabía que decir.

—Philippe...yo...je...no sé...francés...

Lo intenté pero era imposible. Empezó a reír a carcajadas, apoyando su mano en la estrecha mesa de madera que contenía algunos objetos de la tienda mientras la otra iba directa a mi hombro y me daba un par de fuertes y sonoras palmadas.

—¡No te preocupes hombre! Solo te estaba tomando un poco el pelo...haciendo que lo pasaras algo mal...no sufras por el francés, es más fácil de lo que piensas y cuando vuelvas a Madrid, tan solo tienes que hablar algo de francés y listo...—se pegó a mi cuerpo, envolviendo mi cuello con su brazo—todas las mujeres a tus pies...A las mujeres las vuelve locas un hombre que sabe francés, te lo digo yo...Hazme caso...

Genial, me había tocado el personaje quizás más engreído de toda la tienda. Sonreí con desgana. Si aprendía francés iba a ser para mi propia supervivencia allí. Para nada más. Aunque, pensándolo bien, igual a Blanca le gustaba que supiera francés. Sonreí de nuevo, mas esta vez para mi mismo.

*******

—Bonjour Janette! Bonjour Philippe! Bonjour mademoiselle...

—Mira tú por dónde...¿Vamos mejorando con el francés?

—Está aprendiendo del mejor...que soy yo...

Todas las mañanas nos reuníamos a tomar café en el bar de enfrente antes de empezar la jornada. Yo siempre pedía un maravilloso croissant, esponjoso, dulce y cubierto de una especie de caramelo o miel que con un bocado te hacía llegar al cielo. Era el mejor croissant que había comido en toda mi vida.

Me senté a su lado. La verdad es que Philippe era un tipo majo. Algo egocéntrico pero majo. Me estaba enseñando mucho. Siempre me daba clases al terminar el turno.

—Tiene un buen alumno...muy listo...que soy yo...¡Paul! Je voudre un croissant et un café aut lait

—Míralo, parece otro...Ya no pareces el muchacho retraído que llegó hace un mes...

—¿Te gusta estar aquí?

—Me está empezando a gustar...

Era la verdad. Me gustaba porque allí no había problemas. Era como el lugar ideal. No tenía que preocuparme por Esteban y sus empeños en alejarme de ella, había olvidado por completo el tema del robo, a José y a Inés. Quizás empezaba a ocurrir lo que más me dolía, y era olvidar a Blanca. No quería hacerlo pero había días en los que ni siquiera cruzaba una sola vez por mi cabeza. Había momentos en los que me sentía egoísta, me sentía feliz de estar París, de vivir una realidad distinta con mis nuevos compañeros pero luego recordaba por que estaba allí.

Una de mis compañeras abrió la puerta del bar a toda velocidad. No entró. Tan solo se detuvo en la entrada, aguantando la puerta con la mano, y recorrió todo el local con la mirada.

—¡Max!

—¿Qué?

—Tienes una llamada

¿Una llamada? ¿Quién podría ser? Terminé mi café de un trago y la seguí. Llegamos hasta la boutique y yo me encerré en el despacho mientras ella subía a la tienda. Cogí el auricular del teléfono, que estaba descolgado y descansaba sobre la mesa.

—¿Si? ¿Quién es?

—Max...soy Blanca...

—¿Blanca? ¿Ocurre algo?

—¿Me echas de menos? Porque yo a ti sí...

—Pues claro que sí, Blanca

—Hace mucho que no hablamos...

—Lo sé...pero es que...hay mucho trabajo...en fin...

—Ya...pues espero que tengas ganas de verme...

—¿Por?

—Porque me tienes ahí la próxima semana

No supe que decir. No esperaba que ella viniera hasta aquí.

BlancaWhere stories live. Discover now