37. Avant-garde

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Avant-garde. Había leído aquel letrero de la puerta en letras grandes y plateadas unas 20 veces y seguía sonándome extraño. Todo allí me parecía extraño. Ni siquiera sabía como se pronunciaba aquello.

Allí estábamos, todos en la puerta esperando a que alguien nos recibiera. En realidad no habían pasado ni 5 minutos desde que habíamos llegado allí. Salió una chica bastante joven, morena, de ojos negros y penetrantes. Vestía de rojo granate, un conjunto que en España era impensable. Por encima de las rodillas, un ligero escote y tirantes. La verdad es que era muy guapa. Recogí la maleta del suelo al verla y miré a mis compañeros, que la observaron igual de atónitos que yo.

-Buenos días, me llamo Janette y seré su jefa. Me encargo del taller y parte de la venta. Si me siguen les mostraré sus respectivas habitaciones.

Entramos. Aquello era como Galerías Velvet pero a la francesa. Se respiraba un aire distinto allí dentro. Nos cruzamos con un par de empleados que nos analizaron con la mirada. Me dio la sensación de que no les hacía especial gracia que estuvieramos allí. Janette se detuvo en uno de los pasillos y todos paramos detrás de ella.

-Los chicos, los pasillos de la derecha son vuestros. Las chicas los de la izquierda. Pueden ir acomodándose.

Sonrió y todos asentimos como corderitos. ¡Qué perdidos estábamos! Me quedé algo rezagado, como siempre. La vi acercarse a un pequeño despacho, lo que venía siendo nuestra garita. Cogió el teléfono. Me pegué a la puerta, no pretendía escuchar mucho, tan solo lo necesario.

-¿Galerías Velvet? Sí, soy Janette. Esteban, los chicos han llegado perfectamente, se están instalando
-...
-Claro, que se ponga
-...
-Hola, ¿qué tal doña Blanca?
-...
-Sí, todos bien...muy bien

Algo se revolvió en mi interior al escuchar su nombre. Tenía que hacerlo. Llamé a la puerta con los nudillos.

-Disculpe...

Janette levantó la vista y me sonrió. Apartó ligeramente el auricular de su oído.

-¿Sí?
-¿Está hablando con doña Blanca? Necesitaría hablar con ella, es urgente...
-Eh...pues...-dudó-claro, pase

Le sonreí. Tenía que llevarme bien con ella. Me cedió el auricular y salió de aquel despacho. Respiré profundo.

-Blanca, soy Max. No me cuelgues, por favor...Escucha sé que Esteban está ahí a tu lado, solo necesito que me respondas, ¿por qué me dijiste que me querías justo en el aeropuerto?

Escuché su respiración al otro lado. No podía verla pero sabía que estaba fingiendo una sonrisa, que seguramente estaba pasando su mano por su pelo y que de manera inconsciente mordía su labio inferior.

-Bueno, claro, porque es la verdad...-hizo una pausa-Son muy buenos chicos ya lo verá
-¿Es la verdad? ¿Y me lo dices ahora?
-Sí, por supuesto
-Me podría haber quedado allí, contigo, si me lo hubieras dicho antes...
-No, no eso es imposible

No le temblaba la voz siquiera. Aquella mujer era capaz de sorprenderme cada vez más.

-Mientes muy bien, que lo sepas...tengo que colgar, pero por favor, llamame esta noche, quiero hablar bien contigo, estaré esperando...ah, te echo de menos

Sí, me estaba ablandando con ella, pero ¿qué podía hacer? Estaba lejos de ella, la distancia me creaba esa sensación de inseguridad. Ojalá hubiese estado allí conmigo.

-Gracias...sí, les vamos a echar mucho de menos aquí...se nota su vacío...Ya hablamos en otra ocasión...Adiós.

Colgó. No me dio tiempo a devolverle otra respuesta. Tanpoco hacía falta. Sabía que en aquellas palabras iban incluidos un "te quiero", "te voy a llamar" y "te echo de menos". Colgué el auricular y Janette volvió al despacho.

-¿Ocurre algo?
-No, no es nada...solo unos asuntos personales que debía resolver...
-¿Cómo se llama?
-Maximiliano, aunque todos me llaman Max
-Max, me voy a acordar de usted...
-Espero que sea para bien
-Eso espero

Salí de aquel despacho, cogí mi maleta y busqué la que iba a ser mi habitación a partir de ahora. Abrí despacio, por si había alguien dentro, pero no había nadie. Las habitaciones eran individuales. Dejé la maleta en una esquina y me tiré sobre la cama.

Aquello iba a ser duro. Aunque ahora todas mis esperanzas estaban puestas en que Blanca me llamara por la noche y poder hablar tranquilamente con ella. Cerré los ojos y respiré profundo. Aún me sentía perdido en una ciudad tan grande como París, en un barrio tan elegante como aquel, del que aún no había aprendido el nombre, en un negocio tan brillante como ese. Era tan insignificante en medio de todo aquello.

Dos golpes en la puerta me hicieron levantarme. Abrí con pereza, quizás porque sabía que no era el rostro de Blanca el que iba a aparecer al otro lado. Me encontré con la sonrisa, bella y enigmática de Janette.

-Max, tenéis que subir al vestíbulo.

Se puso en marcha y yo la seguí. Fue llamando a todos y cada uno de mis compañeros.

-Os iran explicando cuales son vuestras tareas, en que lugar debe estar cada uno, y, de momento, con que compañero, hasta que aprendais a desenvolveros solos. Después bajais a la zona del atelier, donde os daremos los uniformes.

Se giró y nos observó a todos. Sonrió de nuevo. Me pareció que aquella mujer de carácter alegre y extrovertido, era demasiado simpática para ser la jefa. Recé para que no solo lo fuese el primer día sino todos los que ibamos a estar allí.

BlancaWhere stories live. Discover now