31.Regreso

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"Lo sé todo". Era lo único que aparecía en la nota que intenté escribir con una letra que no fuese la mía. Era un papel blanco, sin ninguna marca ni logo, un papel cualquiera. Doblé la nota y la guardé en mi bolsillo.

-El turno ha terminado, pueden volver a sus habitaciones. Maximiliano, por favor, termine con el inventario como le dije antes.
-Claro, don Emilio.

Me quedé completamente solo en el vestíbulo. Hasta se apagaron las luces. No quedaba nadie por las galerías. Era el momento. Tan solo faltaba un día para que Blanca volviera y con ella, Esteban. La semana había pasado bastante rápido a pesar de su ausencia, aunque ella seguía presente en mis pensamientos, a cada minuto, a cada segundo.

Subí hasta el despacho de dirección, todo estaba a oscuras, apenas iluminado por la luz de la calle. Era extraño, la luz creaba una atmósfera tenue y amarillenta al atravesar las cortinas de algodón y penetrar por los cristales. Entré despacio y cerré la puerta a mi espalda. Todo estaba en completo silencio. No estaba nervioso pero en mi cuerpo se había instalado una tensión constante, un estado de alerta instintivo, al saber que estaba haciendo algo por lo que podía ser descubierto.

Me acerqué con cierta cautela al escritorio y rebusqué entre los papeles. En una esquina se acumulaba el montón de cartas recibidas durante la semana. Saqué la nota y la colé entre ellas. Una nota cualquiera, escrita en un papel cualquiera, con una letra cualquiera, entre un montón de cartas. Estaba convencido de que no podía salir mal. Tenía que conseguir inquietar a Esteban.

Al apartar mis dedos de los papeles escuché un sonido de pasos y me puse más alerta de lo que ya lo estaba. Al sonido de pasos le siguió el sonido de unas voces. Mierda. Corrí hasta la sala contigua y me escondí justo al lado de la puerta. Séptima planta, despacho de dirección y una única salida. Estaba perdido. Cerré los ojos con fuerza con la vana esperanza de que fuese don Emilio, el único que estaba al corriente de mis actividades.

-¿Era preciso pasar ahora? Lo hubieras podido mirar mañana...Estoy algo cansada...
-¿Sabes el montón de cartas que se llegan a acumular aquí?
-Lo sé, señor director...

Era ella. Era su voz. ¿Qué hacía aquí? ¿Ya? ¿Y a esas horas? Me asomé ligeramente, sirviéndome de la oscuridad que me camuflaba. La vi envolver el cuello de Esteban. Acercarse a él. Rozar su pecho y tirar de su corbata. La vi sentarse sobre la mesa y levantar su falda hasta la altura del muslo.

-¿No has tenido suficiente estos días?
-No

Recé para que algo les distrayera. Algo que me sirviera para escabullirme de allí sin tener que presenciar algo así. Esteban no le prestó demasiada atención. Rebuscó entre los papeles.

-Mira, aquí está

Me asomé un poco más. Esteban sostenía un sobre blanco entre sus manos. Vi como Blanca se lo arrebataba de las manos y lo dejaba sobre la mesa. Dirigió su mirada hacia la sala contigua. En cuestión de segundos me volví a pegar a la pared. Mierda. Mierda. Me había visto. Estaba seguro.

-¿Esto lo guardas en las carpetas marrones de allí, verdad?
-Sí...pero déjalo, ya lo guardaré
-No, ahora te lo guardo...que tienes aquí un lio de papeles que mañana no te vas a aclarar...

Escuché como se acercaba a través del sonido de sus tacones. Se detuvo justo en el dintel de la puerta y miró a su izquierda. Allí estaba yo, temblando como un flan y pegado completamente a la pared.

-Cierro estas puertas que me molestan para coger la carpeta...
-Vale, ahora vengo...Ya que estamos voy al despacho de al lado a dejar esto

Blanca cerró la puerta tan rápido como pudo. Me miró, furiosa.

-¿Qué haces aquí?-me susurró
-¿Y tú?
-Eso da igual...¿qué haces en el despacho?
-Hacer lo que tendría que haber hecho hace mucho
-Tienes que irte, ahora
-¿Por qué has vuelto ya?
-Porque sí. Sal ahora

Abrió despacio las puertas. Volvió a dirigir su mirada hacia mí, mucho más insistente. Salí del despacho y ella me siguió, supongo que para asegurarse de que me iba. Iba a marcharme pero entonces me detuvo.

-¡Maximiliano! ¿Qué hace aquí a estas horas?
-Eh...yo...

Me volví ligeramente. Esteban estaba justo detrás de mí. Apoyó su mano en mi hombro. Tal y como lo hacía le hubiese dado un puñetazo pero me contuve.

-Don Emilio me había encargado...
-Trabaja demasiado, Maximiliano-me cortó él
-Es un buen ayudante, ya lo sabes, Esteban
-Sí, ya lo sé...Me lo repites constantemente
-Gracias...doña Blanca...
-Anda, vuelva a su habitación y descanse...

Asentí. Sentía hervir mi sangre por todas mis venas. No podía ver como Esteban envolvía la cintura de Blanca, como sus manos la tocaban. Puse dirección al ascensor en el momento en que Esteban volvió a entrar en el despacho, no sin antes dirigir una última mirada a Blanca. Me siguió.

-¡Descanse Maximiliano!
-¿Te gusta esto, verdad?-susurré
-Sí, me divierte
-¿Así que te lo has pasado bien en París?
-No tan bien como contigo...te he echado de menos...
-Permíteme que lo dude
-Oh, no seas tan duro conmigo...es la verdad...
-Blanca, que te vaya bien tu noche con Esteban. Nos vemos mañana, doña Blanca.

Se abrieron las puertas las ascensor. Justo cuando iba a entrar, ella se abalanzó sobre mí. Me besó. Me besó con una intensidad hasta entonces desconocida para mí. Cuando iba a coger su cintura se separó de mí, volviendo hasta el despacho.

BlancaWhere stories live. Discover now