15.Blanca

442 16 1
                                    

Iba a saltar de la cama, no sé muy bien cómo, cuándo la vi asomarse a la habitación.

-¿Maximiliano?

Me incorporé mientras ella entraba y cerraba la puerta a su espalda, dejando caer su peso contra aquella madera verde. Dirigí mi mirada hacia ella, tenía los ojos rojos e hinchados, como si hubiera estado llorando durante horas.

Al verla así saqué las fuerzas que no tenía para llegar hasta ella. No pude evitar que mis manos fueran hasta su rostro, cubriéndolo y acariciándolo por completo.

-¿Qué ha ocurrido?

No dijo nada. Bajó la mirada y al hacerlo una pequeña lágrima rodó por su mejilla. La recogí con el pulgar mientras seguía acariciándola.

-Blanca…¿qué te pasa?

-Yo...yo...es por mi culpa…

-¿El qué es tu culpa?

No entendía a qué se refería. Me aventuré a envolverla entre mis brazos. Ella se agarró a mi con fuerza, en una actitud desesperada, con la necesidad de sentir que tenía a alguien a su lado.

Me separé y levanté ligeramente su rostro con el pulgar. Besé tan despacio como pude el rastro de una de sus lágrimas sobre sus marcados pómulos y sus ojos, ahora cerrados, mientras mis manos seguían en su rostro.

-Sea lo que sea, no pasa nada

Me miró directamente a los ojos. Era una mirada triste y oscura. No estaba nada acostumbrado a esa mirada. Acercó su rostro a mí, sabía lo que iba a hacer pero yo me adelanté. Mis labios no tardaron en pegarse a los suyos. Ella los abrió ligeramente y yo me dejé llevar por completo. Quería perderme en ella, en su cuerpo, en sus labios carnosos y perfectos.

Quizás no era el mejor momento para ninguno de los dos pero no lo elegimos, surgió así, sin más, sin planearlo en absoluto.

Ella me mordió el labio inferior al separarse ligeramente de mí y yo no pude resistirme a llevar mis besos sobre su cuello. Sus manos agarraron mi pelo con fuerza mientras levantaba su pierna derecha y la juntaba a la mía. Al hacerlo su falda subió unos centímetros, revelándome parte de sus medias.

Seguí besando su cuello al tiempo que mis manos se trasladaban a su camisa, desabrochándola botón a botón y rozaban, tímidas, sus pechos. Completamente desabrochada, la camisa corrió, grácil, por sus brazos hasta tocar el suelo. Mis manos pasaron a sus piernas, subiendo su falda de tubo hasta su cintura mientras las suyas repetían mi acción anterior. Sentí la yema de sus dedos sobre mi piel con la apertura de cada botón. Al abrirla del todo recorrió mi pecho, de arriba abajo, tan solo con sus manos y su mirada. Yo bajé mi mirada hacia ella, no pude evitar una media sonrisa. No sé por qué pasó aquello, no sé muy bien por qué sucedió de aquel modo, ni sé por qué en aquel momento, incluso llegué a pensar que todo era un sueño, que en realidad Blanca no estaba allí, pero el contacto con su piel me decía que sí, que todo era real.

La cogí por los muslos y la levanté mientras la besaba y ella se agarraba a mis hombros. Al hacerlo sus tacones cayeron al suelo, haciendo un sonido seco en medio de todo el silencio que reinaba en la habitación y en los pasillos. La tumbé en la cama y me puse sobre ella. La observé con determinación, era la mujer más perfecta que había visto jamás. Ella también fijó sus ojos en mí, me hubiese gustado saber que pensaba, tal vez me analizaba del mismo modo que yo a ella. Al fin y al cabo, en ese terreno aún éramos un par de desconocidos, ella no conocía mi cuerpo y yo no conocía el suyo, pero no importaba en absoluto, porque para eso estábamos allí, para descubrirnos el uno al otro.

Sus manos rompieron esos segundos de indecisión al acercarse a mis pantalones. Me empecé a poner algo nervioso. Me desabrochó el cinturón y bajó la cremallera. Los dejé caer al suelo, haciendo lo mismo con su falda. Recorrí, entonces, sus piernas con los dedos, retirando las medias que aún las cubrían, y al llegar a su entrepierna me detuve. Ella se incorporó ligeramente y me sonrió a medias, quitándose la ropa interior que quedaba cubriendo su cuerpo.

Volví a colocarme encima de ella, la volví a besar como si no la hubiera besado en años, mordiendo sus labios de un modo hasta salvaje. Aún desconozco que me poseyó de aquella manera, creo que era ella, ella tenía algo especial, algo que me hacía perder la cabeza.

Blanca envolvió mi cintura con las piernas y se agarró a mis hombros con fuerza en el momento en que empecé a adueñarme de su cuerpo y a invadirla por completo. La observé hacer una mueca de dolor.

-¿Paro? ¿Estás bien?

-Está bien...sigue…

Al tiempo que entraba en ella podía sentir cada vez más la humedad entre sus piernas y el dolor creciendo en mi espalda. Decidí no hacerle caso. Con cada envite sus gemidos y jadeos aumentaban y con ello mi excitación. Recé para que nadie nos escuchara.

Dirigí mis besos hasta su cuello y el lóbulo de su oreja mientras buscaba sus manos. Las agarré con fuerza y las levanté sobre su cabeza. Me miró fijamente a los ojos y me besó. Yo no detuve mi ritmo, que ya se había convertido en una acción constante.

Apretó sus piernas todavía más a mi cintura, acercándome más a ella y se deshizo de mis manos. Las llevó hasta mi espalda, arañandome con fuerza mientras yo me sostenía sobre ella con un brazo a cada lado de su cabeza.

Empecé a sentir como se me tensaban los músculos, como mi excitación había llegado a su punto álgido y no iba a aguantar mucho más. Estaba dispuesto a salir de ella llegados a ese punto pero ella me detuvo.

-Sigue...no te preocupes…

Asentí. Pequeñas gotas de sudor empezaban ya a caer de mi cuerpo. La miré, tenía las mejillas coloradas y los ojos brillantes. Con la boca ligeramente abierta podía sentir su cálida respiración sobre mi piel.

Y de pronto, llegó. Ella dejó escapar un gemido profundo que se fundió con mi respiración mientras hundía su rostro en la almohada y yo me dejaba caer sobre su cuerpo completamente agotado.

BlancaWhere stories live. Discover now