41. Je t'aime

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Miré mi reloj. Las ocho de la tarde. Por fin, turno terminado. Había sido un día agotador, de esos en los que apenas puedes detenerte unos minutos para comer algo y seguir con el trabajo. Janette se había encargado de llenarme de trabajo, tanto que ni siquiera había podido ver a Blanca. En todo el día solo la había visto en una ocasión, una visita rápida a la boutique para luego volver a desaparecer.

—Max, ¿te vienes al bar?

—Esta noche no...estoy agotado...

—Ya he visto ya, como te ha cargado la señorita de trabajo...está celosa...

—¿Qué? ¿Celosa? ¿De quién?

—¿De quién va a ser? De doña Blanca

—¿Por qué iba Janette a estar celosa de doña Blanca? No tiene sentido

—¿Ah no? ¡Vamos! Janette se muere por acostarse contigo desde el día en que llegaste...y doña Blanca pues...¿cómo decirlo? Ella tiene más confianza contigo y eso le molesta

—Y tú te mueres de ganas de acostarte con ella pero ni siquiera lo has intentado

Philippe torció sus labios. Sabía que yo llevaba razón. Se notaba a la legua, como supuse que se notaba mi relación con Blanca. Era inevitable. Coloqué mis manos en los bolsillos del pantalón y me despedí de él.

Bajé hasta las habitaciones. Abrí la puerta de la mia mientras aflojaba mi corbata y entré. La suela de mis zapatos chocó con algo que había en el suelo. Era un papel. Lo recogí y me senté en la cama. Dejé la corbata y la chaqueta sobre ella y abrí la nota. "Te espero aquí. No tardes"  y la dirección de una calle. Respiré profundo y dejé escapar el aire en un suspiro. Tiré la nota sobre la cama y volví a coger la chaqueta.

Al salir a la calle crucé mis brazos. Empezaba a refrescar. Recorrí las calles oscuras de París en completo silencio. La ciudad empezaba a adormecerse. Tan solo había un lugar lleno de vida por las noches, el Moulin Rouge. Philippe me había dejado caer un par de veces que fuéramos allí, que lo íbamos a pasar bien. Aquello no era para mí. Tan solo lo había visto en una ocasión, era bello por fuera, resaltaba entre el resto de los edificios.

Llegué por fin a la calle que Blanca me había indicado, me detuve delante de un edificio, de seis plantas, muy lujoso, con una gran entrada que decoraban unas escaleras de mármol. Me asomé a la puerta.

—Bonsoir

—Eh...bonsoir...¿Blanca Soto?

No se me ocurrió otra cosa que preguntar por ella. Aún ni siquiera sabía que hacía allí, por que Blanca me había citado en aquel edificio.

—Oui!

El portero me sonrió con amabilidad y me tendió unas llaves. Sin plantearme nada las cogí, aunque intuí que ella le habría avisado de mi llegada, y leí la tarjeta que colgaba de ellas. 2°-A. Subí a toda prisa. Me topé de frente con una puerta blanca, de grandes dimensiones. Introduje la llave en la cerradura y la giré despacio.

—¿Blanca? ¿Estás aquí?

Entré y cerré la puerta a mi espalda. Mis ojos se abrieron al ver aquel apartamento. Nada más entrar un gran salón, con un par de sofás, una mesa en el centro, una alfombra que cubría prácticamente todo el suelo y unos enormes ventanales con una vista increible de la ciudad. Dejé despacio las llaves sobre la mesa.

—¿Blanca?

No obtuve respuesta. Encaré recto el pasillo. Sentí un poco de miedo. Era una situación extraña. A cada lado había una habitación, y al fondo una tercera. Supuse que esa sería la más grande. Llamé con los nudillos y abrí tan solo unos centímetros. Toda la habitación estaba a oscuras, tan solo la iluminaban un par de velas.

—¿Blanca? ¿Estás ahí?

—Entra...

La inquietud que sentía se disipó cuando escuché su voz. Abrí del todo. Eché un vistazo rápido a la habitación. Una cama enorme, con un colchón el triple de grueso de lo que podía imaginar, dos mesillas de noche, un armario empotrado en la pared y otro ventanal. Todo eso no importaba lo más mínimo. Era insignificante al lado de ella. Blanca, tumbada en la cama, me miraba con deseo, solo vestida con un camisón negro de encaje y seda, con los labios carmín rojo, el pelo completamente suelto y ondulado. Al verme mordió su labio inferior.

Arrojé mi chaqueta y mi corbata al suelo. Me disponía a subir a la cama, a colocarme encima de ella pero al acercarme a la cama, ella colocó su pie en mi pecho, deteniendome.

—¿Dónde cree que va Maximiliano?

Sonreí. Le gustaba jugar conmigo, disfrutaba de ello. Empezó a recorrer mi pecho con su pie, haciendo círculos, subiendo y bajando, hasta llegar a mi entrepierna. Atrapé su pie entre mis manos y levanté su pierna. Empecé a besarla.

—¿Y este apartamento, doña Blanca? ¿Puede permitirse algo así?

—Es otro el que paga—dejó caer con malicia

—Quiero hacerte mía

—Dime algo primero...¿te acuestas con ella?

—¿Con quién? ¿Con Janette? No. No hay otra mujer que no seas tú...¿acaso está celosa, doña Blanca?

Apartó su pie y dobló sus piernas. Con sus rodillas y sus manos apoyadas sobre el colchón se acercó a mí en actitud felina. Me miró desafiante. Me puse en cuclillas frente a la cama. Con mi mano derecha recorrí su rostro.

—Je t'aime...

—Dímelo otra vez

Me acerqué más a ella, pegando mis labios a su oído.

—Je t'aime

BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora