23. Esteban

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Desperté algo confundido, por unos instantes desconocía donde me encontraba, hasta que restregué mis ojos y me di cuenta de que estaba en mi habitación, tendido en mi cama. Estaba completamente empapado en sudor, alguna pesadilla quizás. Alguna pesadilla con los policías y los interrogatorios, lo más seguro.

Miré a mi lado mientras acariciaba las sábanas. Allí no había nadie. Entonces recordé lo que había pasado. Terminado el beso, Blanca me pidió que volviera a mi habitación a lo que yo obedecí sin mostrar oposición alguna. Me dijo que no era el momento, cosa que yo acepté.

Escuché voces por el pasillo y miré la hora, las 11 de la mañana. ¿Cómo había dormido tanto? Me puse en pie y cogí el uniforme. Me vestí tan rápido como pude, aunque los moratones me ponían algo más dificil el trabajo.

Subí al hall, donde todos y cada uno de mis compañeros me observaban al pasar con cara de asombro, de sorpresa o simple palidez.

-Maximiliano, ¿qué hace aquí? Váyase a descansar ahora mismo

-No, don Emilio, el muchacho viene a hablar conmigo

Escuché su voz detrás de mí. Tal y como me volvía, le hubiera dado un puñetazo, pero me contuve, no podía hacer aquello, y menos como estaban las cosas con Blanca.

-Por supuesto, señor Márquez

Le seguí hasta el ascensor. En los pocos segundos que estuvimos solos ahí dentro ninguno dijo nada. Fue una situación incómoda. Llegamos hasta su despacho.

-Siéntate, por favor. Te he llamado porque dadas las circunstancias me parece necesaria una conversación entre empleado y director. Verás, le he dado muchas vueltas, consideré en despedirte, ¿entenderás por qué? Estas galerías son de alta costura, lo impecable es lo primero, y un empleado que ha sido llevado a comisaría en dos ocasiones por robo...es un tema bastante espinoso para las galerías

Hizo una pausa y se puso en pie, mirando por la ventana hacia la calle. Yo tan solo me limitaba a asentir aunque por dentro sintiera que mi sangre empezaba a hervir como el agua puesta en el fuego.

-Sin embargo-continuó-he reconsiderado mi posición, dado que como trabajador eres ejemplar y no existe queja alguna sobre tu trabajo. Tanto don Emilio como doña Blanca me han informado de tu eficiencia como dependiente y como ayudante

-Muchas gracias, señor Márquez

-Especialmente...como ayudante

Volvió a ocupar su sitio y me miró directamente a los ojos. Cambió su tono de voz y su postura.

-Que sepas, que no te voy a quitar el ojo de encima después de esto, que si veo cualquier anomalía vuelves directo al calabozo donde te han dejado tan guapo, ¿queda lo suficientemente claro?

Tragué saliva mientras asentía. Sabía de sobra que Esteban no se iba a arriesgar a confesar su implicación en mis detenciones y mucho menos iba a reconocer mis encuentros con Blanca, aunque quizás estos le eran desconocidos. Me mantuve sereno frente a él. No me daba miedo.

-Sí, señor Márquez…¿puedo volver ya al trabajo?

-Será mejor que descanses por hoy...ya te reincorporarás mañana

Justo cuando iba a levantarme llamaron a la puerta.

-Esteban...eh...señor Márquez…

-Adelante Blanca

Entró y me dedicó una mirada cariñosa. No había quien la entendiera. Lo que sí sabía era que le gustaba jugar, y mucho.

-Maximiliano, ¿cómo se encuentra?

-Bien, gracias, doña Blanca…

-Debería curarse eso si no quiere que se le ponga peor

-Claro, doña Blanca

Asentí y salí despacio de aquel despacho, intentando captar una mínima parte de su conversación. Al ir a cerrar la puerta pude ver a Blanca acercarse a Esteban, cogerlo de la corbata y tirar de él, aproximandolo a ella. Sabía que yo estaba observando cuando hizo aquello. Pretendía ponerme celoso pero no lo iba a conseguir.

Suspiré profundo. Cerré la puerta del todo y bajé hasta las habitaciones. Me deshice del uniforme y me vestí de calle. Tenía el día libre, así que puse rumbo al Pausa.

Al cabo de una media hora y un par de copas, ella apareció por allí. Se acercó a mí.

-¿Qué hace aquí, doña Blanca?

-Sígueme-me susurró

Entró en el baño de mujeres. ¿Cómo la iba a seguir yo hasta allí? Me detuve al lado de la puerta por unos instantes, miré con disimulo y entré sin que nadie me viera.

-¿Blanca?

Una de las puertecitas del baño se abrió y ella tiró de mí hacia dentro.

-¿Qué pasa?

-Fue él. Me lo ha confirmado. Fue él quien te metió en todo esto del robo.

-¿Cómo has…?

Me dirigió una mirada irónica, que decía “no me subestimes” por todas partes.

-Tengo que hacer algo...esto no puede quedar así

-Si vas a hacer algo yo no quiero saberlo

-Ya, te gusta jugar con los dos pero luego no quieres implicarte ni tomar partido por ninguno

-Eso no es cierto…-susurró de forma casi infantil mientras acariciaba mi pelo y mis mejillas-sabes que yo estoy de tu lado

-Sabes que no cuela, ¿verdad?

-¡Oh vamos! ¿Me haces tan estúpida de posicionarme por él, un hombre que ha sido capaz de mandar a un inocente a la cárcel solo por alejarlo de mi? Eso es que no me conoces…

-Te conozco demasiado…

Me sonrió, pícara. Sus manos empezaron a recorrer mi pecho, colándose por las pequeñas oberturas que dejaba la camisa entre botón y botón. Me pegó a la pared y ella se pegó a mi cuerpo. Yo envolví su cintura.

-Blanca, ¿no deberías estar en el trabajo?

-Son horas de descanso...he salido a comer...Maximiliano

-¿A comer? ¿Y se dedica a encerrarse en los baños a la hora de la comida, doña Blanca?

-Solo a veces…en muy contadas ocasiones...

-Oh, así que debo sentirme afortunado…

-Deberías

BlancaWhere stories live. Discover now