21.¿Inocente?

239 15 3
                                    

Llevaba allí un par de días, prácticamente tres. Los días más largos de mi vida, y en esos días, ninguna novedad. Mi cuerpo cada vez estaba más lejos de ser mi cuerpo. Yo cada vez era menos yo. Sentía que empezaba a quebrarme y a marchitarme por dentro. Blanca apenas tenía espacio ya en mis pensamientos. No había venido ni un solo día.

Supuse que definitivamente me habría dado por perdido, que habría recuperado su historia con Esteban y que lo nuestro solo había sido un encuentro pasajero y ahora un si te he visto no me acuerdo podía solucionarlo todo.

Me apoyé en los barrotes de la celda, sacando los brazos fuera. Era la poca libertad que podía disfrutar aquellos días. Vi a los policías que hacían las rondas pasar de aquí para allá, de allá para acá. Algunos me miraban, otros ni siquiera reparaban en mi presencia hasta que Hernández se detuvo frente a mí.

Sacó las llaves de su bolsillo, haciendo un fuerte sonido metálico entre el silencio que reinaba a esas horas en comisaría, y abrió la celda. Me cogió del brazo y tiró de mí. Yo no dije nada pero esperaba lo peor, horas de interrogatorio o de tortura que acabarían definitivamente conmigo.

-Sal

Me tambaleó haciéndome avanzar hacia el pasillo y me guió hasta la parte exterior, la de los despachos. Entramos en uno de ellos. Me sentó en una de las sillas y puso un papel sobre la mesa, delante de mí.

-Firma ahí

-¿Qué es esto?

-Tu inocencia

-¿Cómo?

-Que firmes y podrás irte de aquí

-Espere, ¿qué ha pasado?

-¿Acaso quieres quedarte?

-No, solo quiero saber qué ha cambiado para que me dejen irme ahora

Suspiró y encendió un cigarrillo. Mientras tomaba una calada se apoyó en el borde de la mesa y se cruzó de brazos.

-Tu amiga, Inés, ha confesado que fue ella quien escondió las joyas, ha sabido perfectamente dónde estaban y ha reconocido que tú no sabías nada ni tenias nada que ver...José, después de mucho, lo ha corroborado…

-¿Y por qué me metieron en esto? ¿eh?-pregunté a gritos

Sentí crecer mis nervios. Lo único que ahora necesitaba eran respuestas. Todo en mi cabeza empezaba a ser un auténtico lío.

-No lo sé...debieron ver que sacaban algún provecho

-Ya, pues en el tiempo que he estado aquí no han sacado ninguno

-¡Venga! ¡Firma de una vez!

Leí aquel folio amarillento que dejaba bien claro que yo no tenía nada que ver, pero que no era capaz de explicar todo el dolor que había sentido durante esos tres días. Cogí una de las plumas que había sobre la mesa y firmé sin pensarlo dos veces. Lo único que quería era salir de allí lo antes posible.

Hernández cogió el papel y lo guardó en una carpeta marrón con el resto de documentos del caso. Llegaron un par de policías que permanecieron de pie, al lado de la puerta, a la espera de órdenes.

-Llevadle a Galerías Velvet

Ambos me ayudaron a levantarme y me guiaron hasta la calle, donde aquel imponente coche negro, que más que un coche parecía un tanque, nos esperaba. Me sentaron en el centro y pusieron rumbo a las galerías.

Al llegar todo estaba oscuro. Al salir de comisaría había podido mirar de reojo el reloj, las 2 de la madrugada. Se aproximaron al callejón y prácticamente me empujaron para salir. Me dejaron allí, completamente solo y desaparecieron en cuestión de segundos. No les beneficiaba en absoluto que alguien les viera bajar del coche a un joven con la ropa hecha jirones y sangre reseca por todas partes.

Como pude me acerqué a la puerta de metal. Como no, a aquellas horas, estaba cerrada. Hice un pequeño sonido llamando con los nudillos pero nadie debió escucharlo. Me senté en los escalones, intentando resguardarme del frío de aquella noche madrileña. Me envolví haciendome un auténtico ovillo.

Al cabo de unos 10 minutos me pareció escuchar movimiento y al momento la puerta se abrió. Hasta levantar la mirada para ver quien era me dolía.

-Dios mio…

Giré ligeramente mi rostro. Blanca, de pie, en camisón frente a mí, me observaba mientras llevaba su mano hasta su boca y la cubría por completo.

-¿Qué te han hecho?-preguntó en un susurro, como si tuviera miedo a preguntar y a conocer la respuesta

-Estoy bien…

-No, no estás bien

Se acercó a mí, y poniéndose en cuclillas rodeó su cuello con mi brazo para ayudarme a levantarme. Al hacerlo sentí un pinchazo en la zona abdominal y me encogí. Las patadas empezaban a pasar su factura.

-Vamos, no te puedes quedar aquí...solo un mínimo esfuerzo

La voz de Blanca sonaba quebrada. Estaba a punto de lanzarse a llorar pero intentaba reprimir las lágrimas con todas sus fuerzas. Me puse en pie como pude, cogido a ella. Envolví su cintura para no perder equilibrio.

Entramos en las galerías y bajamos el par de escalones que nos separaban de las habitaciones. Nunca me había costado tanto bajar dos escalones. Me guió hasta su habitación. La puerta estaba entreabierta y la terminó de abrir con un puntapié. Sonreí para mi mismo, por aquellas cosas estaba tan enamorado de ella. Siempre salía con algo inesperado.

-Túmbate...ahora vuelvo…

Me senté en la cama. Volví a sentir el calor de estar en las galerías, en la que ahora era mi casa y tanto había echado de menos aquellos días.

Antes de que Blanca desapareciera, la cogí de la mano, impidiéndole que saliera.

-Blanca…

Giró su mirada hacia mí y hacia nuestras manos, unidas como si fueran una sola.

-¿Si?

-Gracias...otra vez…

Sonrió a medias. Se deshizo de mi mano y salió de la habitación, mirándome mientras cerraba la puerta.

-Intenta descansar...ahora mismo vuelvo...

BlancaWhere stories live. Discover now