10. Encrucijada

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-¡Esteban!

Blanca se puso en pie tan rápido como pudo y yo hice lo mismo. Bajé la mirada, no quería enfrentarme al director de las galerías y mucho menos en aquella situación en la que me encontraba, encerrado en un almacén con su ¿novia?

-¿Qué ocurre aquí?

-Esteban, estaba hablando con Maximiliano...él...

-Yo he conseguido hablar con la joven, se llama Inés, es de Barcelona y vino aquí a buscar trabajo-me adelanté

-¿Por qué ha ido él ha hablar con ella? ¿Y qué hacíais exactamente aquí encerrados?

-Verás es algo muy largo de explicar...

Blanca empezó a relatar toda la historia de Inés, de José, del robo, de mi pasado y de mí, porque yo no dejaba de ser una pieza más en aquel juego. Para cualquier policía yo también sería cómplice de aquello. No me importó demasiado que le contara todo lo que sabía sobre mí si eso conseguía alejar las dudas de Esteban, y, aunque pareció convencerle la historia, parecía no cuadrarle demasiado el hecho de que estuviéramos los dos juntos en aquel almacén.

-Pues todo claro entonces, Maximiliano usted debería volver al trabajo y doña Blanca, espere un poco, me gustaría hablar con usted.

Obedecí. Me despedí de ella con la mirada, una mirada que ella me devolvió. Al salir dejé la puerta entreabierta, necesitaba saber si la iba a culpar a ella por la situación. Me apoyé en la pared y metí mis manos en los bolsillos de los pantalones, intentando disimular. Puse mi mayor atención pero no pude escuchar demasiado, fue como si Esteban hubiese disminuido el tono de su voz. Quizás le estaba susurrando al oído o algo por el estilo porque intuía mi presencia al otro lado de la puerta. Solo pude escuchar cuatro palabras, cuatro palabras que calaron en mí del modo más profundo posible y me quebraron por entero, vente a vivir conmigo.

Tomé aire y lo dejé escapar despacio. No quería escuchar su respuesta. Ella no podía irse. Me negaba a asumirlo aunque Blanca ni siquiera supiera o no quisiera asumir mis sentimientos hacia ella. Que diera aquel paso con Esteban significaba que la cosa iba en serio y entonces todas mis ínfimas posibilidades desaparecerían por completo.

-¿Max? ¿Qué haces ahí?

-Inés, ¿qué haces en pie? Vamos vuelve a la cama

-Ya estoy mucho mejor, necesitaba salir de allí

-Está bien, ya te has paseado, anda vuelve

-Joder Max, ni que fueras mi madre

La cogí del brazo y la guié por los pasillos, no podía permitir que me descubriera escuchando la conversación entre Blanca y Esteban.

-¿Quién estaba ahí? ¿Era esa doña Blanca? Aún no la conozco, por cierto...

-Mira Inés, debes recuperarte del todo para poder volver a la rutina cuanto antes

-Quieres que me vaya, ¿verdad?

-No, no te estoy diciendo que te vayas, simplemente te tendrías que recuperar bien

-¡No me he roto una pierna, Maximilianito! ¡Si lo que quieres es que me vaya para que vuelva tu Blanca a su habitación entonces me iré! Entiendo que si te acuestas con ella quieras que vuelva

-¡No es mi Blanca! ¡Ni quiero que vuelva! ¡Ni me acuesto con ella! ¡Quiero que este maldito asunto del robo y de la policía y demás historias con las que no tengo nada que ver se terminen!

Me mordí los labios. No quería decir aquello pero escapó de mi sin remedio. Eché la culpa a los nervios. Inés me miró sorprendida.

-¿Has dicho robo y policía? Tengo que irme de aquí ahora

-Para. Nadie sabe que estás aquí...

-¡Pero lo sospechan! ¡A santo de qué sino sabrías tú del robo!

Llegamos hasta el final del pasillo, encontrándonos con Blanca, que ya habría terminado su conversación con Esteban.

-¿Qué ocurre aquí?

-Nada

-Maximiliano...

-He dicho que nada, doña Blanca. Inés ya se iba a la habitación.

Visiblemente enfadada, Inés desapareció, dejándonos solos en el pasillo.

-¿Qué es lo que le ha dicho para que se ponga así?

-No le he dicho nada. Simplemente le he pedido que volviera a su habitación, y ahora si me disculpa, doña Blanca, quiero volver al trabajo.

La dejé allí, en mitad del pasillo, ni siquiera la miraba mientras hablaba. Nunca había sido tan arisco con ella. Claro que, ella solía ser así de arisca conmigo. Recorrí los pasillos, dispuesto a asegurarme de que Inés había vuelto a la habitación. La vi en la garita, hablando por teléfono y me escondí.

-José, menos mal...estamos en un buen lío...

-...

-Estoy en las Galerías Velvet, ¿sabes a quién me he encontrado? A Max...

-...

-Lo sabe, no sé cómo, pero lo sabe

En ese momento sentí peligrar toda mi vida, tambalearse sobre una cuerda floja. Ahora no tenía escapatoria. Estaba perdido. Si José sabía que yo me había enterado de lo del robo entonces sería capaz de incluirme en sus asuntos si lo creía conveniente.

Intenté encontrar toda la picardía que llevaba en mi interior y salí al encuentro de Inés.

-¿Qué haces todavía por ahí?

-¿Aún sigues aquí?

-Quería asegurarme de que estabas bien...siento lo de antes...

Ella me sonrió, se acercó a mí y me abrazó. Le devolví el abrazo, más como una mera formalidad que como un amigo.

-Siempre has sido tan bueno con todo el mundo...solo quería decirte que mañana me marcho...debo volver a mi casa...

-¿Ya? Yo creo que aún...

-Estoy bien, Max...no sufras...Además doña Blanca querrá volver a su habitación

-Lo dudo...

-Es muy guapa, ve a por ella

-No es tan fácil...

Me miró, comprensiva. Había ahora algo distinto en su mirada, algo que pude leer entre líneas como un ojalá estuvieras enamorado de mi, pero no le podía mentir, con aquel tema no. Llevé mis manos hasta su mejilla y ella escondió una media sonrisa.

En mi interior algo se quebró. Inés era muy atractiva, sus ojos grandes y oscuros no dejaban a nadie indiferente, al igual que su cuerpo, perfectamente proporcionado, y sin embargo, no podía ser yo el que la sacara de la vida en que vivía. Moralmente sentía que no podía engañarla, que nunca sería capaz de sentir por ella lo que sentía por Blanca. Ni por ella ni por ninguna otra.

-Seguro que tú lo consigues...

Bajó el par de escalones que nos separaban del pasillo y entró en la habitación de Blanca, dedicándome una última mirada antes de cerrar la puerta. 

BlancaWhere stories live. Discover now