Capítulo 45: "Más natural".

272 31 7
                                    


No me sorprendería si reprobase dos de mis exámenes, a decir verdad, no tuve la cabeza en otra cosa que no sea Matt River y lo mucho que lo odio. ¿Cómo fue capaz de mandar todo esto al diablo por un estúpido te amo? Íbamos tan bien, demonios que sí íbamos bien.

Tomé varias cosas de mi casillero sabiendo que jamás volverían a ocupar dicho lugar, metí todo de mala gana en mi bolso y lo cerré con fuerzas, caminé directo a la salida con zancadas que provocaban que mis tacones resonaran de sobremanera contra la losa del suelo.

Kate salió hace varios minutos atrás y dudo mucho que Bryden venga por mí con la presencia de mis padres aún en casa... No, este no estaba siendo un gran día. Tomé los audífonos de mi bolso, y tras hacer todo el proceso debido, me dispuse a bajar mi mal humor con música.

Caminé toda la planicie del instituto hasta la parada de taxis más cercana, sin embargo, nada... El viento estaba volando mis cabellos alborotándolo en mi rostro, traté de peinarlo metiendo mechones por detrás de mi oreja, los zapatos altos empezaban a causar dolor en mis pies.

No era tan tarde, sin embargo, el cielo estaba teñido de gris opaco debido a las nubes y la lluvia que se avecina.

Podía sentirme extraña, una sensación de que no era la única esperando un taxi en el lugar, mas no había nadie junto a mí. Tomé mi celular entre mis manos para ver la hora una vez más y al alzar la mirada, estaba allí, de pie frente a mí, la razón por la cual no me sentía sola.

Su cabello rubio platino ya no estaba, sólo se lograba apreciar una fina capa cubriendo su cabeza de tono negro azabache, tan fina que entendería que al rozarse cause cosquillas, su atuendo ya no era el mismo de antes, había dejado de lado las cortas polleras para pasar a los pantalones de cuero y botas a la rodilla, dejó también los profundos escotes por una sudadera gris dos tallas más grandes que su cuerpo con bolsillos en su estómago donde escondía sus manos. Su perfecta piel llena de iluminadores, ahora lucía pálida y ojerosa, con claras marcas de muchas malas noches, incluso a esta distancia, podía notar sus clavículas sobresalir de la base de su cuello.

—¿Qué sucede, Caroline? —habló por primera vez después de analizarme tanto como yo a ella.

—¿Qué haces aquí? ¿Dónde has estado durante todo este tiempo? ¿Estás bien? —cuestioné tantas cosas, pero no tantas como las que se cruzaban por mi cabeza— Las chicas te extrañan, Ley...la —corregí rápidamente al ver como alzó una de sus cejas al nombrarla como me lo había negado.

—¿En serio te importa saber de mí? Por Dios, no seas hipócrita, no estoy aquí para hablar de mí, sino de ti.

—¿Y será que yo si te importo a ti? ¿O somos dos las hipócritas?

—Te lo dejo de tarea, nos volveremos a ver, querida Carl... Y no en las mejores circunstancias.

Sin decir más, corrió por la carretera de manera ágil, dentro de poco un auto negro pasaría a mi lado levantando el polvo y chirriando contra el asfalto al estacionar para recogerla hasta donde había avanzado.

¿Qué acaba de pasar aquí?

Me senté en la vereda, totalmente atónita, no tenía idea de qué estaba sucediendo exactamente. ¿Leyla? ¿Aquí? Yo la creía a kilómetros de distancia, además ¿qué es eso de que nos volveremos a ver y no en las mejores circunstancias? Revolví mi cabello tratando de revolver también las ideas en mi cabeza, no podía esperar más, esto tenía que saberlo Yuko y Daniela. Con el teléfono en las manos aún marqué el número de la asiática.

—¿Carol? —respondió.

—Necesito ayuda.

—¿Dónde estás?

Infiltrada [EN EDICIÓN]Onde as histórias ganham vida. Descobre agora