Capítulo 34: "Efecto Gravedad."

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Patrick abrió el portón principal para nosotros, pero le dije que no era necesario que me llevara hasta la puerta, así que me bajé allí sin saber cómo preguntarle acerca de su mamá.

— ¿Sucede algo? —cuestionó ante la incomodidad en mi rostro.

—Tengo una duda, Matt.

— ¿Tan serio es?

— ¿Eres hijo de la cocinera? —pregunté sin poder contenerme por más tiempo.

—Lo sabía... Todos cambian cuando se enteran ¿Acaso es malo? ¿Es malo que sea hijo de la cocinera? —Inquirió respondiendo mis dudas con un tono irritado— Si Carol, soy hijo de Julieta la cocinera.

—No tiene nada de malo, Mattías. Sólo que en serio creí que eras alguien con dinero, mira la motocicleta que conduces, el instituto donde estudias, la ropa que usas, la mansión en la que vives. Es sólo de conocerte un poco para suponer que eres hijo de padres adinerados.

—Pues no lo soy, Caroline. Y si eso te molesta, pues siento mucho no ser quien creías.

—No, no me molesta en lo absoluto, eres tú quien se está cerrando —hablé con total naturalidad, en verdad me sorprendía saber que era hijo de una cocinara, me intrigaba conocer su historia, su porqué.

— ¿No te molesta salir con un Don Nadie?

—Estoy saliendo con el estúpido y arrogante humano, no con su cuenta bancaria.

—Entonces admites que estamos saliendo —cambió rotundamente el tono de voz por uno más habitual, el galán vuelve.

—Obvio, de uno u otro modo, eres mi coqueteo —sonreí ante mi respuesta—. Adiós, humano —me despedí entregando el casco en sus manos y dándole un pequeño beso en el inicio de su labio.

—Adiós, ángel —se despidió sonriendo.

Caminé coqueta hasta llegar a mi puerta, donde giré volviéndolo a ver y me despedí con un movimiento de mano y una sonrisa, acto que el correspondió de igual manera. Entré a casa, el silencio y soledad ya habitual no me amargó el estomago como tantas veces lo había hecho.

Estaba feliz, verdaderamente feliz.

Corrí a mi dormitorio con una sonrisa en el rostro que no cualquiera sería capaz de borrar, salté a mi cama rebotando de espaldas. Con ayuda de un pie saqué el zapato del otro y viceversa, alcancé el celular en mi bolso, quería llamar a Yuko para contarle todo lo sucedido. La ruda Manson actuando como una chiquilla de quince años enamorada.

No pude cumplir lo mencionado, pues un mensaje llamó mi atención provocando que me sentara de golpe.

"Te extraño, Carol..."
-Bruno.

Santa Perla...

*******

— ¿Qué le respondiste? —preguntó con curiosidad la asiática frente a mí. Nos encontrábamos charlando en el baño en un descanso de cinco minutos.

—Nada.

— ¿Cómo que nada? ¡Carol! Eso no se hace... Él ha hecho lo que en estos momentos ningún chico de su edad se atrevería a hacer, sabes que no soy tanto del team Bruline, pero no hay que desmerecer lo que hizo, te escribió, aún cuando fuiste tú quien lo dejó a él, tras eso, no fue cualquier mensaje, fue un "te extraño".

—Lo sé, lo sé pero ¿qué esperabas? ¿Qué podía decirle? ¿Qué lo yo también lo extraño?

— ¿A caso no es así?

Infiltrada [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now