Capítulo 14: "Amoríos"

625 65 11
                                    


—Eres bella, ángel.

—No soy un ángel, demonio.

—Ni yo un demonio, ángel.

— ¿Por qué seguimos con esto?

—No lo sé... eres tú quien me sueña, precioso ángel.

Y así, sin más desapareció de mi vista. Empecé a dar vueltas buscándolo con la mirada, mi vestido blanco de tela muy suave y un poco transparente volaba en dirección al viento igual que mi cabello suelto que era decorado por unas hojas doradas de metal.

— ¿Dónde estás? —cuestioné en un grito pero el silencio fue mi única respuesta.

Me encontraba en un lugar verdaderamente hermoso, rodeada de girasoles y un paisaje en la lejanía. Sin dudas, un lugar digno de admirar. Pero aún así, lo único que ocupaba mi mente en ese momento, eran aquellos ojos verdes jade que miraban con tanta intensidad.

De repente, en aquel silencio que aturdía denotando mi soledad, el pito de un auto se hace presente. ¿De dónde viene aquel fastidioso sonido en este lugar tan especial?

Todo fue desapareciendo... menos el recuerdo de tan intensa mirada, ni de tan hermoso color de ojos.

Abrí los ojos en cuestión de segundos, ¿Qué era todo eso que había soñado? ¿Quién era ese tipo? ¿Por qué me llamaba "ángel? Todas mis preguntas quedaron sin respuestas y no hice más que acomodar mi amarañado cabello cuando nuevamente el pito proveniente del mismo auto sorprende una vez más.

Me pongo de pie para ver qué sucede, y lo único que logro encontrar es un hermoso deportivo rojo parqueado en mi entrada frontal, justo enfrente de mi ventanal. Sonrío y el alza su brazo saludándome.

Salgo disparada a arreglarme, me baño en cuestión de segundos, me visto sencilla, con jeans azules, una blusa negra de tela transparente y mi chaqueta. Combino mi atuendo con unos zapatos negros de taco, y un maquillaje casual con el cabello suelto pero arreglado.

Bajo las escaleras lo más rápido que mis torpes pies son capaces, en la entrada veo a Antonieta quien saludo de prisa comunicándole que ya voy al instituto y que no desayunaré en casa.
Sin más interrupciones, salgo al encuentro de aquel chico insistente que decide venir por mi cada mañana.

—Buen día, cariño —sonríe y me besa la mejilla.

—Sin demostraciones de afecto, no somos nada —le respondo imitando su sonrisa.

—No aún, cariño —contesta mirándome fijamente a los ojos y los analizo. Sus ojos son verdes, pero no de aquel verde que invade mis sueños, este es un poco más acastañado debido a las pequeñas motas de este color que los invaden. Y su mirada no es tan intensa, es más dulce y cariñosa.

—Eso, lo decido yo, Miller —digo dejando de mirarlo, y caminando a la puerta del auto. Pongo mi mano en la manija cuando el coloca la suya por encima de la mía impidiéndome abrir la puerta.

—Permítame, señorita Manson.

—Sólo es una puerta.

Y por más que trato de mantenerle la mirada no puedo y termino cediendo. No estoy acostumbrada a esos pequeños detalles que demuestran cariño o galanteo. Constantes miradas, sonrisas, caricias, el simple hecho de abrir una puerta por mí o un "Buen día" pueden cambiarlo todo.
Una vez los dos dentro el lujoso auto, y con los cinturones puestos, empieza a conducir con lentitud hasta salir de casa.

— ¿Qué tal tu día de ayer? No inició muy bien que digamos.

—Pues tampoco terminó muy bien que digamos —sonrío tratando de no frustrarme por todo lo sucedido el día anterior— fui castigada por decir la verdad, me tocó limpiar unos asquerosos baños y por suerte no lo hice sola. Las prácticas son más pesadas de lo que imaginas, peor con una capitana tan exigente y perfeccionista como Dani.

Infiltrada [EN EDICIÓN]On viuen les histories. Descobreix ara