CAPÍTULO 60: CAPÍTULO 60: PENSÉ QUE AMARA MENTÍA

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Simone Simons -> Christina Halls

Estaba aparcando en frente de la casa de los Harford. Drew me había enviado un mensaje muy directo: "ven a mi casa, esto te interesa".

No sabía si estar preocupada, Drew siempre era así de directo, pero solía ser un poco claro, no tan enigmático.

-No sabéis de lo que me acabáis de salvar – venía de casa de Ray - ¿Qué es lo que ocurre? - Había un silencio sepulcral y muy poco habitual en la casa, tan solo se escuchaban mis tacones repiquetear contra el suelo.

Entré al salón y me los encontré a todos muy serios, todos excepto Lena, ella sonreía como una niña pequeña.

-Hola – Thomas se cruzó de brazos, evitando sus evidentes impulsos de arrancarme la cabeza.

-Hola – moví un poco la cabeza a modo de saludo - ¿Por qué me habéis llamado?

-Porque la señorita es importante en todo – dijo Thomas con desagrado. Le ignoré y miré a su hermano el misterioso - ¿Drew?

Todos estaban callados, como si intentaran no explicarme el final del libro que me estoy leyendo porque si no me lo arruinarían.

-Chicos... - me crucé de brazos – Si no vais a decirme nada me voy, tengo mejores cosas que hacer.

-Qué impaciente, no te pareces en nada a tu madre – el tono de Thomas había cambiado. Ahora era burlón.

-No te atrevas a hablar de mi madre – le amenacé.

-¿Por qué? Ni si quiera la conoces – alzó una ceja. Caminé a paso decidido hacia a él y le planté una bofetada en la cara.

-Mi madre, es la que me ha llevado en su vientre y la que me ha criado. No tienes ningún derecho a hablar de ella.

La mueca de enfado de Thomas crecía cada vez más, y parecía que sus hermanos no harían nada por evitar sus represalias contra mí. Parecían tener mucha confianza en él y en su autocontrol.

Pero yo no la tenía, sabía perfectamente que lo iba a hacer. Y me aseguré de que yo estaba en lo cierto en cuanto levantó su mano.

-¡Thomas! – una voz femenina pero firme detuvo la mano de Thomas, el cual se quedó completamente paralizado al escucharla.

Pocos segundos después, unos tacones que repiqueteaban contra el suelo como lo habían hecho los míos antes, aparecieron por la otra entrada del salón. Esos tacones pertenecían a una mujer esbelta, no muy mayor, muy guapa, y con una melena rojiza anaranjada increíblemente larga y sedosa.

-No os enseñé a usar la violencia.

-Pues está claro que se lo tienes que enseñar a ella – murmuró Clarissa.

-Clarissa – advirtió. La mujer me miró y una sonrisa de lo más tierna y emotiva - ¿Sabes quién soy?

-Lo podría deducir, sí – mi voz salió como un hilo. Tragué saliva – Christina – sonrió ampliamente y dejó escapar un gemido de satisfacción.

-Pensé que Amara me había mentido – una lagrima cayó de su ojo izquierdo, y luego otra del derecho, y así hasta que estaba llorando a mares – Estás viva – susurró – Después de todo este tiempo, pensé que no te iba a conocer nunca – se acercó a mí y cogí aire. Me costaba mucho asimilar que esa mujer de ahí era mi madre. Necesitaba volver a oír la historia, porque yo veía a Christina, pero no veía a mi madre.

Hasta que me cogió de las manos. Sentí algo así como un subidón. No sé explicarlo muy bien, fue como una inyección de adrenalina en el pecho que inició una especie de conexión con Christina. No sentía amor por ella, simplemente, sabía que ella también tenía algo de madre, algo de mí madre.

ASCENDE: La Leyenda #Wattys2019 {EN EDICIÓN}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora