Veintidós

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Las dos semanas se habían ido como arena entre los dedos, estaba todo prácticamente listo para la boda.

August me había asegurado que una ves pasado nuestro matrimonio comenzaría ir a terapia, necesitaba a Hannah libre para organizar lo de las consultas y la boda la había absorbido.

Me encontraba en mi recamara, había cajas por todos lados, August había empezado a traer sus cosas un par de días antes, yo no había accedido a poner en veta la casa para comprarnos otra, y el rentaba un apartamento, así que la mejor opción fue que él se mudara conmigo, aunque quedaría un poco mas lejos de la universidad.

También en estos días habíamos resuelto que trabajaría para la inmobiliaria durante este semestre, me serviría como práctica, me costó mucho trabajo convencerlo, ya que el quería que nos fuéramos de luna de miel y todas esas cosas, pero le dije que sería prudente hacerlo en vacaciones.

En fin, todo en mi vida parecía haberse acomodado, al menos la mayoría de las cosas.

Había llamado a mi tía Ann un par de días atrás, preguntándole si había recibido mi invitación, ella había tratado de hacerme cambiar de opinión, y al final de la llamada había cortado no solo la comunicación, también nuestra relación.

-Hola hola -dijo Malia entrando a mi habitación, lucía espectacular con su vestido rojo, y detrás de ella llegó Hannah, tenía una agenda en sus manos y el manos libres de su movil la hacía parecer una organizadora de eventos profesional.

-Hola chicas -les sonreí y me levanté del sillón donde pensaba.

-Bien, nosotras ya estamos listas -habló Hannah -A ti ya te maquillaron y peinaron, así que venimos a ayudarte con el vestido.

-Muchas gracias -intenté sonreír, se supone que en eso ayudaría mi tía. -Esta colgado detrás de la puerta.

-Es el vestido más hermoso -dijo Malia, sacándolo de la bolsa en la que estaba para no ensuciarse. -Hiciste una excelente elección.

Sonreí y me quité la bata que cubría mi cuerpo, entre Hannah y Malia pasaron cuidadosamente la tela del vestido por mi cabeza, cuidando mi peinado, los finos tirantes se ajustaron de inmediato a mis hombros y sentí como subían la cremallera del vestido que se pegaba con gracia en mi cuerpo.

Me miré en el espejo.

El vestido era de color perla, no era muy exagerado, parecía mas uno de los que se pone la gente para un picnic en la playa, me llegaba a los tobillos y caía como agua desde mi cintura.

Me calcé unas sandalias bajas, no usaría zapatos en la ceremonia, era en la playa y no iba con tacones y plataformas.

El timbre me sacó de mis ensoñaciones.

-Yo abro -gritó Hannah quien ya estaba fuera de mi habitación.

-Debe ser el florista, traería los ramos hace quince minutos y tiene a Hannah mordiéndose las uñas. -Malia, acomodaba un tocado en mi cabello.

-Estoy tan nerviosa. -dije mirándola a través del espejo.

-¿Estás... ya sabes... segura? -me preguntó, me miraba a los ojos, estaba segura que podía leer cada uno de mis pensamientos.

-Si -respondí apartando la mirada.

Ella solo asintió y luego puso un poco de polvo en mi hombro, había visto una de las marcas que aún no se borraban del todo.

No pude volver a mirarla a los ojos después de eso.

-Listo -gritó Hannah saltando de alegría mientras entraba al cierto -Ya están aquí las flores y el auto espera.

-Bien, creo que es hora. -dijo Malia y soltó un suspiro abrazándome mientras se acercaba discretamente a mi oído -Nunca olvides que estamos contigo.

-¡Vamos! ¡Vamos! -dijo Hannah sacándonos del cuarto. -No solo perderé mi trabajo si esta señorita no llega en veinte minutos a la playa, también mi entrada a la universidad.

-¿Qué tú solo piensas en eso? -Malia le soltó un leve empujón en el hombro mientras reía.

-Por supuesto, las adoro chicas, pero su amistad no pagará mis cuentas en el futuro.

Salimos y montamos el auto que Blanchard había rentado, iba camino al día más feliz de mi vida.

El último día feliz de mi vida.

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