Cinco

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Llegué a casa algo agotada por el primer día de clases, definitivamente extrañaba hacer algo más que solo limpiar y cocinar para sobrevivir.

Aún estaba algo molesta y consternada por la manera en que el señor Blanchard me había tratado.

Y bueno -pensé -¿Qué demonios se creía ese sujeto?, tener una cara bonita y dar clases en una muy buena universidad no lo hacían el rey del mundo, quizá era un joven prodigio, por que vamos, ¿cuántos años podría tener? 

Saqué uno de los tupper que tenía en el refrigerador, etiquetado con la palabra Lunes, no tenía tiempo de hacer comida cada día, así que preparar comida congelable, dividirla para cada día de la semana y calentarla era lo mas efectivo y práctico que podía hacer.

Me senté frente al viejo televisor de mi casa con mi comida y un vaso de soda de manzana.

Tenía muchas cosas que hacer, proyectos para terminar y cientos de temas que estudiar, pero simplemente sentía que ese día mi cerebro no daba para más.

Miré un programa de concursos y reí con las tonterías que decían.

Me olvide de todo completamente, el señor Lake y sus malditas maneras de comportarse y me olvidé del idiota que me atropelló, el que para mi buena o mala fortuna era mi profesor, el estúpido señor Blanchard.

A la mañana siguiente desperté en el sofá de la sala, con el tupper de comida en el suelo, la televisión encendida y un terrible dolor de cuello.

Caí en la cuenta de que no había hecho absolutamente nada productivo y muy probablemente este sería mi primer semestre reprobado.

Miré la hora en el reloj de la cocina cuando fui a dejar mi vaso y recipiente, casi me tiro a llorar ahí mismo, ya no alcanzaría a llegar a mis dos primeras clases, pero si solo me cambiaba de ropa, acomodaba mi cabello y salía rogando al cielo que no hubiese tránsito me daría el tiempo exacto de llegar a clase de Finanzas.

¡Santo cielo! ¡No podía llegar tarde a Finanzas!

Lancé lo que tenía en las manos y corrí hasta mi habitación, busque algo para cambiarme y salí prácticamente corriendo.

No se si fue un poder divino, o la vida creyó que ya había tenido suficiente para una mañana, pero el caso era que no había autos en la autopista, literalmente pude volar en ella.

Estacione mi jeep en el primer lugar disponible y corrí, llevaba dos minutos de retraso para mi clase, tenía el cabello enmarañado y rastros de mi maquillaje del día anterior, ni siquiera había recordado tomar mi bolso y lo único que tenía en el auto para escribir era una vieja libreta de gatos para colorear.

Gatos era mejor que la palma de mi mano.

Entré al aula justo antes de que cerraran la puerta.

Las chicas de adelante me miraban y se reían de mi, claro si todas se arreglaban extra para esta clase y yo simplemnte me había revolcado en un basurero antes de venir -en palabras de alguna de ellas -En fin, Blanchard cerró la puerta y miró a los alumnos buscando algo, hasta que llegó a mi.

Era la única alumna del género femenino sentada en las últimas filas, no había alcanzado lugar adelante y estaba entre los pocos varones de la clase.

¿Cuando dejaría de llamar la atención?

El señor Blanchard puso cara de pocos amigos, y después unos hoyuelos se le formaron en las comisuras de los labios cuando dejo escapar una sonrisa.

-Señorita Carston -habló fuerte y claro, todos me miraban -Tengo entendido que es nueva en UCLA y que es una estudiante de excelencia, háganos el favor a todos de presentarse, queremos conocerla.

¿Qué tenía en la cabeza el tarado este? ¿Pensaba que era el instituto? Aquí la niña nueva no se presentaba, se estaba burlando de mí.

-No creo que sea necesario. -le respondí desde mi lugar. -Mejor deleítenos con una de sus muy famosas clases, dicen que es usted el mejor economista de por aquí.

Su mirada fue como una daga, camino hasta los escalones que nos permitían el acceso a los escritorios y subió hasta mi fila.

-De pie señorita Carston -su tono de voz fue frío, y le hice caso, se supone que mantendría las cosas tranquilas, no que las empeoraría. -Yo la voy a presentar.

Nadie entendía lo que pasaba, acaso no era así de estúpido con todas las estudiantes nuevas.

-Estudiantes de Finanzas públicas, ella es la señorita Shaily Carston -inició -Procedente de Oregón, de una universidad estatal. Tenía un promedio de excelencia en dicha institución y participó en el concurso nacional de mejoramiento de funciones bancarias cuando aún estaba en el instituto. Es soltera, estudia Negocios Internacionales, vive en Santa Mónica y es alérgica al polen.

Todos miraban la escena con diferentes emociones, las chicas en su mayoría estaban celosas, algún listillo se atrevió a gritar "Shaily Blanchard para nueva asistente" y el profesor solo había reído.

Yo estaba roja de ira, me estaba avergonzando frente a todas estas personas sin un ápice de consideración, estaba haciendo que mis compañeras me odiaran y decidió dar el tiro de gracia.

-Hannah -le habló a una rubia que estaba sentada al frente -Por favor entrégale a la señorita Carston mis listas, horarios de clase, horarios externos, la agenda de reuniones y el localizador que te dí. Es mi nueva asistente.

Una exclamación conjunta se escucho por toda el aula, la tal Hannah parecía apunto de llorar o matarme, y no se que ocurriría primero.

-Demuéstrenos de lo que es capaz señorita Carston.

Fue lo último que dijo antes de retomar su clase.

DETOXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora